El Ministro de Justicia, D. Mariano Fernández Bermejo, justifica la actuación de su departamento en el procedimiento sancionador contra la Secretaria Judicial doña Juana Gálvez, dando respuesta al parón de los fedatarios judiciales con la advertencia expresa al mundo judicial de que “nadie es intocable”. De nuevo el implacable Ministro aparece como garante y tutor de la modesta plebe, acosada, según se desprende de su arrogante actitud, por una judicatura cruel e indolente. No se preocupen ustedes por los desmanes judiciales que ya está D. Mariano para meter en cintura a esta casta privilegiada.   Tumba de Alphonso Capone: (foto: Go Cubs Go!) La arrogancia del poder político en una clara demostración de fuerza va más allá de un asunto, cuya gravedad, si bien no escapa a nadie, no deja de ser puntual en su casuística. Constituye un recordatorio en toda regla a la judicatura en pleno, un “aquí estoy yo”, que como aviso a navegantes, recuerda al mundo judicial que sus reivindicaciones deben limitarse a pedir medios materiales y dádivas de funcionario perteneciente a una casta especial.   La sumisión de Magistrados y Secretarios la acredita su absurda pataleta, lejana a la dignidad debida a la función que desempeñan. Esa dignidad que, lejos de suplicar un respeto personal de no injerencia por quienes ostentan el poder político, clama por una declaración pública y contundente de exigencia de su independencia institucional.   El comportamiento cobarde de la judicatura tiene reflejo en su órgano de gobierno, el CGPJ, que recibiendo el aviso del Sr. Fernández Bermejo y mediante decisión consensuada de sus vocales, presentará esta semana al Ministro un acuerdo de su Pleno, como solución, consistente en una “enérgica solicitud” de más medios económicos y materiales para los órganos jurisdiccionales.   El plácet ministerial tiene como contrapartida el emplazamiento formal del Ministro a D. Carlos Dívar, Presidente del CGPJ a una reunión en sede ministerial para tratar el asunto, en escenificación de pleitesía y sumisión del inexistente Poder Judicial a la clase política. Ha quedado claro que los Jueces no son intocables. A día de hoy, a nadie le puede quedar sombra de duda sobre un hecho tan evidente, sólo comparable a la vergonzosa reacción de quienes se conforman con ser funcionarios en huelga, en lugar de reclamar firmemente su independencia institucional.

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