Primero asomó la sorpresa y el estupor. Después de 40 años escribiendo al dictado la prensa española no daba crédito. Casi toda España asistía «perpleja» a la puesta en escena del golpe de estado del 1-O, a pesar de lo anunciado de su estreno en todas las carteleras.

De inmediato nos desesperó el silencio de Rajoy y de Felipe VI. Por una vez los ciudadanos de buena fe no disimularon su enojo ante la pasividad de quienes debían estar al frente. Nerviosas jornadas apremiaron a muchos plumillas y parlantes de las ondas a denunciar lo que callaron durante décadas.

Como siempre los voceros del régimen, es decir, todos los medios de comunicación, se precipitaron en la búsqueda del bálsamo que atemperase sus bríos iniciales. Y oportunamente lo encontraron con prontitud. Nos han presentado al milagroso discurso de este rey nuestro como el «vellocino de oro» que esperaba el reino para sembrar dudas entre las filas independentistas. ¡Qué ridículo!, pensar que un personaje que no decide nada pueda inspirar acciones definitivas en este espinoso asunto del secesionismo catalán, por el mero hecho de adelantar su afable discurso de navidad aliñado con una pizca de picante para la ocasión.

Ningún profesional de la comunicación ha comentado «la frase» de la alocución televisada del monarca que no ha pasado desapercibida para un observador de excepción. Dijo Felipe VI la siguiente barbaridad, sin inmutarse, seguro de estar pronunciando palabras llenas de verdad y de razón: “Todos los españoles tienen derecho a decidir democráticamente su vida en común”. Este refrito de tonterías de Ortega y de Iglesias ha sido comentado por D. Antonio García Trevijano, el día 4 de septiembre, en la radio digital  Libertad Constituyente con la misma naturalidad  con la que tantas veces ha denunciado la mentira durante su larga vida. Mentira que por repetida adquiere la categoría de verdad, fórmula propagandística acuñada por Joseph Goebbles que tantas veces ha usado el régimen nacido en el 78.

Antonio García Trevijano, el pensador más importante que haya dado el siglo XX en la ciencia política, diseccionó con tanto tino y sabiduría la frase real que quien sintiera orgullo al oírla (el que D. Felipe sintió gracias a su ignorancia, de lo contrario hubiera demudado el gesto al leer el discurso que le escribieron, o hubiera hecho que la eliminaran) tornaría su sentir en vergüenza al descubrir en la intervención de D. Antonio la incapacidad del monarca para acaudillar nada que defienda a la nación. Sí, el único cometido que el pueblo español dice tener claro que le corresponde a su rey, y aparece D. Antonio para demostrar las enormes limitaciones intelectuales de «su alteza» para comprender el concepto de nación, cuanto más para inspirar con eficacia la defensa de los ataques que sufra.

Un pueblo orgulloso de sí mismo no aprobaría verse en manos de una inteligencia menor. Si quien lo advierte está apartado de los medios, y no es visto por quienes tienen la potestad de proclamar a los cuatro vientos opiniones que se hacen mayoritarias, si no es que intencionadamente disimulan sus carencias guardando silencio, ¿qué posibilidad tiene el pueblo español de  salir del engaño? Máxime cuando personalidades que sí saben de leyes (catedráticos del derecho, magistrados…)  no dicen con claridad que es falso el dichoso mantra del derecho a decidir que estamos hartos de oír, no ya en boca del rey, sino en la de la peor clase política europea. No te equivocas si piensa en la nuestra.

Atravesamos un momento histórico que podría marcar el devenir de nuestra NACIÓN. Nos hará replantear cosas en lo personal y en lo colectivo. Es responsabilidad de cada uno de nosotros poner su granito de arena para hacer hegemónica la creencia en la organización estatal que objetivamente puede hacer fuerte y orgullosa de sí misma a la nación española.

Pues ahí va mi grano: A todo aquel que siendo testigo de excepción del clamoroso fracaso del régimen del 78 y de su monarquía se empeña en negar la superioridad que una República Constitucional posee para organizar un estado que garantice la defensa de la unidad nacional, y que esté al servicio de la nación (al contrario de lo que nos tienen acostumbrados los partidos estatales, incrustados en el estado hasta el punto de volver la espalda a la nación que dicen representar) le digo que es muy superior. No soy yo quién realmente lo dice. Los simpatizantes del MCRC y sus asociados conocen las teorías de D. Antonio García Trevijano – que no utopías – perfectamente realizables con voluntad política, la que bajo este régimen no existe. Pues bien, invito al incrédulo a que conozca la obra de D. Antonio. No le dejará indiferente, si no es que cambia su vida y la de España.

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