Pedro M. González

PEDRO M. GONZÁLEZ.

Que el supuesto Poder Judicial en su máxima representación acuda a dar explicaciones de su actuación al parlamento es tan escandaloso como la residencia parlamentaria del poder ejecutivo en el “banco azul” del gobierno en el Congreso de los Diputados. La subordinación al poder político de la Justicia cobra así dimensión pública de notoriedad ya que nadie con el mínimo sentido común podrá creer en la función fiscalizadora de la Justicia sobre las actuaciones del poder político. Sin separación de poderes, la Justicia no es contrapeso, sino peso muerto al servicio de la Razón de Estado que sólo los partidos administrativos del poder único se encargan de interpretar.

Desde el año 1.975 y proceso electoral tras proceso electoral, los partidos políticos nacionalistas del consenso han ido cobrando paulatinamente su colaboración institucional.  Hoy, las bases elementales de su tradicional menú electoral, idioma y transferencias, han alcanzado cotas inimaginables aún para los más ambiciosos al albur de un ineludible pactismo, imprescindible para alcanzar la deseada “estabilidad de gobierno”, erigida así en auténtica Razón de Estado.
Por eso a cada nuevo comicio, sorprende comprobar como los nacionalismos publicitan cada vez más intensamente dos nuevas promesas electorales antes ausentes o en segundo plano y que ahora constituyen ejes principales de su oferta: La renovación del CGPJ y el reconocimiento oficial de las selecciones deportivas autonómicas.

Que la independencia de la Justicia, indisoluble de su organización, sea un punto electoral equiparable en importancia a la oficialización de las selecciones deportivas autonómicas, es de por si síntoma de la grave enfermedad que aqueja a esta sociedad política. El “show” de los políticos enfundándose elásticas con los colores “propios” dentro y fuera del Congreso es observado con perplejidad por propios y extraños cuando no comentado con incrédula ironía por la prensa internacional.

Pero lo más grave es que en este Estado de poderes inseparados el detalle supere a lo sustancial. Mientras el partido conservador criticaba duramente la falta de contundencia gubernamental con el contubernio futbolero, y el partido socialista esperaba atentamente los resultados electorales para decantarse, todos ellos convergían en la importancia de controlar el CGPJ con miembros afines a sus respectivos bandos.

Esa es la razón de que las recusaciones de Jueces y Magistrados de uno u otro signo por los partidos no son sino la prueba del nueve de la hipocresía de la sociedad política, pues tras las mismas no se encuentran razones de imparcialidad, sino de mera conveniencia particular. Vocales conservadores, vocales progresistas, vocales nacionalistas… y delanteros del terruño. El Consejo General del Poder Judicial convertido en la selección de la falsa Justicia, elegida por y entre los equipos de la Primera División de la partitocracia.

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