FULGENCIO DEL HIERRO

Los ataques terroristas que han tenido lugar en París el día 13 de noviembre han disparado innumerables debates acerca de la complejidad del problema, la multiplicidad de factores causales, o el papel, e incluso la responsabilidad de las potencias occidentales, en el origen del fenómeno terrorista yihadista, por poner algunos de los ejemplos más relevantes.  Además, en la mayoría de los casos, estos debates muestran claros sesgos provocados por factores ideológicos, que nada aportan a un aspecto capital como es la repercusión directa del terrorismo, en este caso yihadista,  en la seguridad de los ciudadanos.

Así pues, aunque los enfoques para atajar el problema del terrorismo internacional pasan necesariamente por ser integrales, esto es, considerando todos los factores causales y los elementos que intervienen, y la aproximación ha de ser sistémica, aplicando la Teoría General de Sistemas, es necesario afrontar los síntomas al mismo tiempo que se realiza un diagnóstico adecuado.

De este modo, resulta procedente explorar las posibles respuestas de Francia, en primer término, y del resto de potencias occidentales, en segundo término. A este respecto, no parece probable que Francia retire su despliegue de fuerzas en Oriente Medio, a diferencia de lo que hizo España a consecuencia de los atentados de Atocha del 11 de marzo de 2004. De hecho, tras el atentado  terrorista contra la revista Charlie Hebdo, Francia desplegó inmediatamente un Grupo de Combate compuesto por el portaaviones nuclear “Charles de Gaulle” y sus escoltas en la zona de Oriente Medio, desde que se iniciaron los ataques aéreos sobre blancos terrestres del ISIS, y que permaneció en la zona durante un tiempo. Hoy, según informa la CNN, la aviación francesa ha realizado una docena de misiones aéreas de ataque a blancos terrestres del ISIS en la ciudad de AR-RAQQA, Siria.

La naturaleza del ataque.  ¿Terrorismo o acto de guerra?

Si bien no existe una definición universalmente aceptada de terrorismo, la propuesta del Grupo de alto nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio[1] describe el terrorismo como “Cualquier acto, además de los actos ya especificados en los convenios y convenciones vigentes sobre determinados aspectos del terrorismo, los Convenios de Ginebra y la resolución 1566 (2004) del Consejo de Seguridad, destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo”.

Aunque esta propuesta describe de forma precisa el hecho que tratamos aquí, los atentados de París, el hecho de que no exista una definición legal universalmente aceptada hace que en teoría resulte imposible perseguir a nadie por delitos de terrorismo en el plano internacional. Esto obliga a que, en rigor, toda la materia relacionada con el terrorismo tenga que circunscribirse al ámbito penal nacional de los Estados. A este respecto, Francia apoya dicha definición del Grupo de alto nivel.

Por otra parte, como señala García-Trevijano[2], no estamos en verdad ante un acto de guerra, a pesar de que las autoridades francesas se ha aprestado a denominar los ataques de tal modo. La denominación de hechos como actos de guerra se ha venido reservando tradicionalmente a hechos enmarcados en los conflictos armados internacionales.

Con la denominación del hecho como acto de guerra, las autoridades francesas probablemente apelan a un carácter internacional del hecho, y es posible que dicha denominación anticipe las respuestas, que irán más allá del territorio nacional.

Por otro lado, no se puede perder de vista que el terrorismo islamista es un fenómeno global que persigue alcanzar la Umma mundial y la prevalencia del Islam, en su versión radical. El denominado ISIS debe ser considerado en esta línea, al margen de las diferencias que se podrían observar entre su modus operandi y el de Al Qaeda, cuya evolución se ha orientado más a la existencia  de “franquicias” en varios lugares del mundo, como en Somalia (Al Shabaa), Nigeria (Boko Haram) o Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).

Esta diferencia estriba precisamente en que ha conseguido establecer un Califato en un territorio determinado, con estructuras rudimentarias de Estado y una fuerza militar que algunos autores cifran en 30.000 hombres. Esto supone una característica esencial a la hora de evaluar las posibles respuestas ante los ataques terroristas que han asolado París hace apenas dos días.

Por consiguiente, podemos concluir inicialmente que estamos ante un acto de terrorismo en suelo francés, pero cuyo origen se sitúa en un territorio extranjero, y que su denominación como acto de guerra puede anticipar y justificar la continuación de las respuestas de Francia en el plano internacional sobre dicho territorio extranjero.

Finalmente, a pesar de la falta de tipificación penal internacional para los delitos de terrorismo, lo que sí está claro es que el carácter transnacional de estos actos pone de relieve, de forma nítida, el vínculo entre la seguridad nacional y la seguridad internacional. En otras palabras, una situación de conflicto armado, inicialmente interno, en Oriente Medio, repercute directamente sobre la seguridad humana en otros países alejados geográficamente.

Posible respuesta

Como se ha dicho anteriormente, no parece probable que este acto terrorista vaya a hacer que Francia cambie su línea de acción actual en Oriente Medio, sino que, con toda probabilidad, se está preparando para redoblar sus ataques contra el ISIS y, para ello, se está reforzando la creación de una opinión pública favorable, mediante la elaboración de un discurso que se convierta en predominante y que justifique la acción.

La cuestión es si Francia va a seguir atacando desde el aire a blancos seleccionados sin que se forme una fuerza combinada que opere también el ámbito terrestre.

 Los ataques del 11 de septiembre en suelo estadounidense sentaron un precedente, en el sentido de que, por primera vez, se invocó el artículo 5 del Tratado de Washington[3], que sirve de soporte a la OTAN y del que Francia es signataria; que se aplicó y dio lugar a la operación en Afganistán, así como a la Operación marítima “Active Endeavour” en el Mediterráneo, todavía vigente.

El artículo 5 establece que un ataque armado contra uno o más de los países signatarios se considerara un ataque contra todos, y en aplicación del derecho a la defensa propia que estipula el artículo 51 de la carta de Naciones Unidas, responderán al ataque hasta que se restablezca la seguridad en la zona del Tratado. También se informará al Consejo de Seguridad de la ONU, responsable del mantenimiento de la paz y seguridad internacional[4]. Las acciones que emprenda la OTAN finalizarán cuando el Consejo de Seguridad haya adoptado las medidas necesarias para restaurar la paz y la seguridad internacional.

Francia debería de considerar la invocación del artículo 5, habida cuenta del precedente que supuso el ataque del 11-S y la magnitud del problema de seguridad al que occidente se enfrenta, y que acaba de sufrir en su propio suelo, por segunda vez en unos meses.

Si bien la OTAN se creó en el contexto de la Guerra Fría, ha evolucionado tras el colapso de la URSS y hoy es el único régimen de seguridad colectiva realmente operativa en el mundo, con cada vez más países signatarios. Además, la política de seguridad y defensa de la Unión Europea presenta un carácter de complementariedad que se deduce de la doble pertenencia de sus miembros a la OTAN y de la presencia hegemónica de Estados Unidos en este ámbito.

Se trata pues de la única organización internacional con capacidad de afrontar la amenaza cierta que supone el ISIS para la paz y la seguridad internacional, con ataques directos sobre la población civil y el desplazamiento forzado de masas de población, así como el drama humano que podemos ver en estos días. Además, la OTAN ya se ha involucrado en la zona con el desplazamiento de baterías de misiles Patriot en la zona oriental de Turquía para defender a este país de posibles ataques con misiles balísticos procedentes del territorio sirio. De hecho, España ha cumplido con su turno, enviando a un destacamento del Ejército de Tierra.

Conclusión

Los ataques terroristas de París del 13 de noviembre no son en rigor un acto de guerra, pero suponen una amenaza cierta a la paz y seguridad internacional procedente de un territorio delimitado, con una estructura rudimentaria de Estado y con fuerzas propias desde el que se ordenan ataques terroristas en otros países.

El 11-S sentó un precedente al tener como consecuencia la invocación del artículo 5 del Tratado de Washington. Los hechos que se analizan revisten características similares en cuanto a su naturaleza y Francia es un país signatario de dicho Tratado.


[1] Disponible en http://www.un.org/es/terrorism/highlevelpanel.shtml. Acceso 15/11/2015.
[2] Programa de Radio Libertad Constituyente de fecha 15/11/2015. En http://www.diariorc.com/2015/11/15/acto-terrorismo-conflicto-poder-mundo-musulman-occidente/
[3] En http://www.nato.int/cps/en/natolive/official_texts_17120.htm. Acceso 15/11/2015.
[4] Art. 24.1 de la Carta de Naciones Unidas.

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