JOSÉ MORILLA CRITZ.

Tiene razón el ministro de asuntos exteriores, Sr. Margallo, cuando ha declarado que el triunfo de Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas es una buena noticia para España, lo que no deja de ser una paradoja dadas las alabanzas que los dirigentes, analistas y medios afines al PP, habían estado haciendo durante los meses previos del candidato Romney y su programa de recortes sociales y de austeridad monetaria y presupuestaria. Siendo evidente la paradoja, no es menos cierto que es lo que corresponde a las circunstancias en las que se mueve la economía española necesitada, por un lado, de ajustes internos pero, por otro, de un balón de oxígeno desde el exterior, que haga posible que el empobrecimiento al que nos lleva inevitablemente la política de ajuste sirva para algo en un momento posterior.

Es decir, que el discurso no eufemístico de nuestro gobierno, el real, es “que me ayuden las izquierdas del mundo para llevar adelante mi política de derechas en casa” y si completamos el modelo con la Unión Europea, hay que acabar el discurso con “y defenderme de mis colegas de derechas”.

Esto es lo que inevitablemente ocurre cuando un país sin moneda propia se embarca en un programa deflacionario, con la esperanza de que mediante él mejore su competitividad y más adelante, si todo se mantiene igual, volver a crecer a ser posible a una tasa superior a la de los demás. Por supuesto, ese programa se lleva por delante derechos establecidos, esperanzas y simples medios de vida de los que tengan menor capacidad de defenderse o adaptarse a los ajustes, es decir, a los pobres y a los mal relacionados en el sistema. Porque no otro es el mecanismo de solventar las crisis de los que sólo creen en los “estabilizadores automáticos”, es decir, la derecha. Y no es despreciable el mecanismo. Tiene la potencia de la medicina homeopática: agravar algo el mal con el fin de que el organismo, lentamente, responda. Aunque tiene la diferencia de que aquí el organismo (la economía de un país) es un mero concepto macroeconómico, puesto que lo que realmente existe es un conjunto heterogéneo de personas. Por tanto, la respuesta implica llevarse por delante vidas y condiciones de vida de los más débiles. Ya he criticado en otra ocasión que lo que más reprocho a sus formuladores es que no tengan ni la osadía ni la inteligencia de defenderlo abiertamente, lo que a mi juicio les daría más credibilidad y confianza entre los ciudadanos, pues de tener que sufrir siempre es un consuelo, y por tanto una válvula de escape, saber por qué.

Agravar de momento la enfermedad es lo que realmente se está haciendo en España, aunque el discurso político y mediático lo encubra con una sarta de eufemismos y “derivaciones” como decía Pareto. Pero para que dé resultado más adelante, tras llevarse por delante muchas cosas, se necesita que otros muchos y cuanto más poderosos mejor hagan lo contrario, pues si no nos embarcaríamos en unas deflaciones competitivas sin otro resultado que hundirnos todos en situaciones cada vez peores. En gran medida es esto lo que está ocurriendo en la Unión Europea, dirigida en la práctica por el gobierno alemán, con las mismas ideas con las que se mueve nuestro gobierno. Pero para suerte de ambos, en Estados Unidos con el triunfo de Obama, va a continuar habiendo una política que seguirá el camino opuesto. Más aun, es seguro que la obligada cohabitación Congreso- Senado-Presidencia en el país americano esta vez, ante el peligro de crack fiscal al que llevaría el no entendimiento, ha hecho caer la pelota a favor del Presidente.

De manera que habría que decir: enhorabuena Sr. Rajoy, sus enemigos no le han traicionado. Podrá Vd enfrentarse a huelgas generales y a todo lo que le echen; los que tienen el problema son los amigos de sus enemigos.

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