JOSE MARÍA ALONSO.
Se acerca como cada año el implacable invierno a Europa Central y del Este y de nuevo los habitantes de esta llanura septentrional europea desde donde escribo estas líneas estamos atentos a Rusia y su instrumento de control sobre Europa más importante: Gazprom.
Parece que han quedado atras aquellos conflictivos años de mediados y finales de la década pasada en los que Rusia castigaba a los díscolos territorios ex-satélites como Ucrania o Polonia, e incluso Austria o Alemania estableciendo acuerdos contractuales con condiciones leoninas y precios desorbitados dada la dependencia de los países citados del gas proveniente de los lejanos territorios de Siberia, Turkmenistán y el interesante Kazajistán con su omnímodo Presidente Nursultán Nazarbáyev al mando.
Probablemente influye la circunstancia de que en las últimas elecciones en Ucrania ha triunfado el pro-ruso Yanukowicz y de que en 2010 falleció en trágico accidente el incómodo Presidente polaco Kaczyński. Se acaba de firmar en el caso de Polonia, que importa de Rusia el 70% del gas que consume, un acuerdo mediante el cual el precio que venía pagando y que se situaba en torno a los 500 dólares por mil metros cúbicos de gas, se verá reducido de manera inmediata en un 10%, acercándose a los 350 dólares pagados de media por el resto de socios comunitarios. Dicho contrato incluye el suministro de 10.200 millones de metros cúbicos anuales hasta 2022.
Por cierto que estos últimos días la vida política polaca se ha visto revuelta por la noticia de un importante y serio periódico (¨Rzeczpospolita¨, que es a Polonia lo que viene a ser ¨El Mundo¨ a España) que publicaba que en los restos del avión del fallecido Presidente polaco se habían encontrado trazas del explosivo “Trotileno”, lo que demostraría que no fue un accidente. Noticia que ha sido inmediatamente desmentida por el Gobierno actual que tampoco sabe aún exactamente qué ocurrió puesto que siguen investigándolo, pero que ha corrido a desmentir la noticia en una rueda de prensa cuyos ponentes estaban visiblemente nerviosos.
En cualquier caso, Europa depende del gas ruso y del estado de ánimo de Putin para pasar un invierno más o menos cómodo en los hogares, algo de importancia capital en una zona del mundo donde alcanzamos temperaturas con picos que van hasta los 30 grados bajo cero. Cabe resaltar que el humor del Presidente ruso tampoco debe estar demasiado bueno debido a su recientemente descubierta mala salud (es visible y evidente su cojera) de hecho acaba de cesar a su Ministro de Defensa se dice que por motivos personales y ha colocado en su puesto al hasta ahora Alcalde de Moscú .
Espero desde esta corresponsalía que España, cuyas temperaturas no son tan extremas, no llegue a depender del buen o mal humor del gobernante argelino de turno para pagar una factura gasística más o menos liviana, dado que junto al gasoducto que pasa bajo el Estrecho de Gibraltar, depende también del llamado Medgaz, que va desde la ciudad argelina de Beni Saf hasta las costas de Almería. Dicho gasoducto está en manos de varias empresas, ninguna de ellas española, y además participado mayoritariamente por la argelina Sonatrach.
Ésta es la Europa de principios del siglo XXI, técnicamente quebrada, sin democracias formales y dependiente energéticamente de regímenes cuasi-totalitarios. Deberíamos hacérnoslo mirar.