Jose Morilla

JOSÉ MORILLA CRITZ.

El Presidente de Telefónica ha defendido el nombramiento de Rodrigo Rato como consejero “sin funciones ejecutivas”, con un sueldo de 200.000 euros anuales (y nada que decir de las coimas adicionales que lleva aparejadas tal chollo) con el argumento de que los contactos que un personaje de su trayectoria tiene en todos los ámbitos,  serán de mucha utilidad para los intereses de la compañía. Esto se puede resumir en que tiene una alta capacidad de tráfico de influencias. Y el argumento se utiliza como justificación porque resulta comprensible por todos; lo que demuestra que ese tráfico está aceptado en todos los niveles de nuestra sociedad.

No hace falta apelar a nada más para convertir en honorable la forma de enriquecerse que tiene la aristocracia financiera en este nuevo sistema feudal en que ha se ha convertido el sistema capitalista de forma natural, en contra de lo que creían los socialistas ricardianos y los marxistas, que pensaban en su desembocadura  en una cosa que llamaron socialismo.

Un sistema en el que está diluyéndose la autoridad política que gestiona en un ámbito territorial bien definido los deberes y derechos de una sociedad con principios de igualdad, al margen de la estratificación económica que tenga, está dando lugar a otro en el que una élite autodefinida ella misma como gestora de la sociedad y seleccionada mediante cooptación, está  justificada para llevarse la parte principal de la renta generada por todos al margen de sus derechos de propiedad, es un sistema feudal, que va imponiendo su lógica en todos los órdenes de la vida.

La nueva sociedad que nos predican esos gestores, supuestos guardianes de los mecanismos que nos permiten vivir, es bien sencilla: los individuos de la masa han de aprender a conformarse con un sistema en el que el mercado incontrolable es un principio religioso, gestionado por unos sacerdotes (ellos) en el que no habrá cobertura colectiva para nada y en el que sólo la identificación y la lealtad con un poderoso, uno de ellos, permitirá a la gente común ganarse la vida. Los vínculos de dependencia y lealtad entre esos nuevos señores mantendrán el orden general y de esta forma no estaremos en un simple salvajismo.

Si nos ponemos ante la larga lista de ejecutivos y consejeros de organismos públicos y privados que “gestionan” la economía y las finanzas, ya sea a nivel local, regional, nacional o internacional, nos encontraremos con una  mayoría que no superarían los conocimientos teóricos y prácticos de cualquier joven recién egresado de un simple grado de economía. Y si fuéramos capaces de imaginar el mercado libre que predican para esos puestos y funciones, estoy seguro que el  salario de equilibrio coincidente con la máxima eficiencia, se situaría a lo sumo en la quinta parte de lo que percibe esa nueva aristocracia.

Esa nueva casta feudal,que predica su religión privatizadora y desreguladora se nutre, de momento, de los últimos girones de autoridad política para otorgar los títulos más bajos de ejecutivos, como son la pléyade de asesores de las administraciones menores, y asientos en los consejos de administración reservados a los que han tenido un cargo político, pasando a un estamento del que ya no saldrán ni ellos ni sus descendientes.

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