Jose María de la Red Mantilla

JOSE MARÍA DE LA RED.

Si alguna justificación pudo tener la Transición fue la de ser el punto de partida del proceso político de evolución desde la dictadura a la democracia.

 

La laminación por la dictadura de cualquier movimiento político partidista, salvo el PCE, disuadió a los ponentes constitucionales de que el tránsito hacia la democracia debía ser precedido de un periodo en el que los partidos políticos pudieran construir el entramado social en el que asentarse.

 

Los ponentes constitucionales, carentes de mandado constituyente, trasladaron a la realidad española lo dispuesto por los cuarteles generales de los ejércitos de ocupación en Italia, Alemania y demás países ocupados al final de la II Guerra Mundial.

 

La partidocracia, Estado de partidos, en el que los partidos, en lugar de ser instrumentos de la sociedad civil, se establecen como órganos del Estado, subvencionados por el Estado, fue la primera determinación de los que luego sería llamados impropiamente, padres de la democracia.

 

El segundo elemento determinante del régimen político vigente fue el diseño del sistema electoral, en el que se atribuye a los partidos la autoridad de aprobación y presentación de las listas electorales, abiertas o cerradas, y un sistema de reparto proporcional de escaños y circunscripciones plurinominales.

 

La autoridad de las oligarquías partidistas quedaba reforzada con el privilegio de designación de candidatos y presentación de listas.

 

A esto, impropia e innecesariamente, se lo llamó democracia, y con ello se cerró la posibilidad de evolución del régimen de la Transición hacia el establecimiento de un sistema democrático.

 

Aquella impostura ha prevalecido en España desde 1978, su desarrollo político ha sido inverso y adverso al pleno ejercicio por cada uno de los ciudadanos de sus derechos políticos democráticos.

 

La Libertad política sigue, desde entonces, secuestrada por los partidos, y las instituciones, en lugar de avanzar hacia la separación de poderes del Estado como garantía de la libertad frente a los abusos del poder, ha concluido con el control por del ejecutivo del legislativo y el judicial.

 

Lo que hoy algunos aún consideran democracia en España es un régimen político en el que no se permite el pleno ejercicio de los derechos políticos a los ciudadanos y no existe separación de poderes.

 

Estamos ante la tiranía de las oligarquías partidistas que se alternan en el poder en función de los resultados obtenidos en unas elecciones donde el voto no es igual, ni directo, ni se obtiene el resultado por mayoría, y que en unidad de voto se resuelve el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

 

Con semejantes antecedentes a nadie debería extrañar que los escándalos de corrupción sacudan cotidianamente la conciencia de los ciudadanos, corrupción que afecta a todos los partidos, entidades e instituciones, con una Justicia incapacitada para dar una respuesta eficaz y rápida a la corrupción generalizada, que otros prefieren decir de ella que es sistémica, es decir, propia del sistema.

 

Lo que empezó con la UCD, cuyas campañas electorales fueron financiadas por las compañías eléctricas a cambio de reiteradas subidas de las tarifas, y luego con los fondos provenientes del Partido Socialdemócrata Alemán, el famoso caso Flick, por el que resultaron condenados en Alemania dos diputados germanos, que trajeron a las arcas del PSOE 4.000 millones de pesetas, y a Felipe González le entregaron en mano 40 millones.  Pronto encontró su réplica con un joven y ambicioso político llamado José María Aznar.

 

El sentimiento de impunidad con el que desde las altas esferas del poder se actúa, la falta de verdaderos controles democráticos, la designación por los partidos de los miembros del Tribunal de Cuentas o del Consejo General del Poder Judicial, hace que sus resoluciones se tiñan de color partidista. Y por si fuera poco, el indulto es el instrumento de consumación de la impunidad cuando, a pesar de todo, la justicia dicta sentencia condenatoria.

 

Si ya tenemos democracia, como todavía, insisto, muchos creen ¿Que salida podemos tener ante tan abultados y repetidos escándalos de corrupción?

 

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