Juan Carlos de Borbón se ha reunido en secreto con el presidente del Grupo Planeta, el catalán José Manuel Lara, porque “quiere conocer de primera mano la situación tras la escalada del discurso soberanista”, según “El País”. Lara va a realizar una labor de “punta de lanza” de la Casa Real hacia otros empresarios catalanes para intentar atraerlos o al menos alejarlos del independentismo. Sin embargo, esa labor está destinada al fracaso, según analizó el informativo de Radio Libertad Constituyente, donde Antonio García Trevijano recordó que el propio Lara, hoy editor de La Razón, lo echó del diario precisamente por lo contrario, ya que entonces defendía postulados catalanistas que le llevaron incluso a adquirir el diario nacionalista “Avui”.

Lara ahora ha comprado La Sexta y quiere que cumpla el mismo papel que Antena 3, también de su propiedad: “Vamos a intentar mantener una Sexta de izquierda que sea lo que Antena 3 es a la derecha: sin sorna, sin burla y sin befa”, en alusión al Gran Wyoming, a quien tiene en el punto de mira: “Lo que no me gusta de Wyoming es el sacarsmo, la sorna y la mofa que hace de algún personaje. En esa cadena hay un programa que se llama ‘Al rojo vivo’, claramente de centro-izquierda, y tiene mas audiencia porcentual que Wyoming. No creo que haga falta ese sarcasmo”.

 

 

Y en radio, se propone ser el único amo de la derecha en las ondas: “”La tarta publicitaria no da para cuatro grandes operadores de radio con dinero suficiente para hacer una programación de calidad. Creemos que en la derecha y el centro derecha hay muchas emisoras en España: Onda Cero, COPE y ABC Punto Radio. Yo seria un fanático de un matrimonio entre los tres y crear la gran cadena de centro derecha de este país. La voluntad de diálogo la tenemos y estamos intentando ofertar algo que no es dinero, sino acciones”.

Si el rey tiene que recurrir a Lara, maestro del oportunismo político y censor de las opciones discrepantes, auguramos un estrepitoso fiasco en la era de Internet y el libre flujo de información. Su pasado editorial como propietario del poderoso Grupo Planeta lo avala como emblema del fraude, según recoge el periodista Juan Carlos Rodríguez en “El Economista”. “¿Alguna vez se han preguntado por qué los pronósticos del Premio Planeta no fallan nunca? El editor Rafael Borràs cuenta cómo en 1989, en la entrega del Planeta a Soledad Puértolas, un periodista ingenuo “como Caperucita” le preguntó a Lara cómo era posible que la premiada, presentada bajo seudónimo, estuviera en la sala la misma noche del fallo. “Usted todavía cree que los niños vienen de París”, fue la antológica respuesta del editor, repetida ante otra cuestión similar en 1994.

 

En la noche del premio, -que arrancó hace 60 años, en 1952-, cada 15 de octubre, “se sigue con el ritual de toda la vida: entre plato y plato, el jurado se retira a deliberar. Así, la función adquiere todo el sentido de lo que realmente es: una puesta en escena de una pésima ficción. Volvemos a Rafael Borràs. Durante décadas director literario de Planeta y autor del libro biográfico La guerra de los planetas”. Y al fraude se prestan los escritores, el jurado, los numerosos periodistas que acuden invitados al fin de semana en Barcelona y hasta un notario que abre protocolariamente un sobre con el nombre del ganador y manifiesta su sorpresa al oir el nombre del mismo.

Y esto se repetirá el próximo lunes, cuando la gran mayoría de los 432 incautos autores presentados comprueben que han sido elegidas como finalistas del LXI Premio Planeta de Novela diez novelas, dos de las cuales ya están premiadas.

 

 

 

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