Paco Bono 1

PACO BONO.

Según el diccionario de la RAE, súbdito es aquel ciudadano de un país en cuanto sujeto a las autoridades políticas de éste. Sin embargo, el diccionario también afirma que ciudadano es el habitante de las ciudades antiguas o de los Estados modernos como sujeto de derechos políticos que puede ejercitar para intervenir en el gobierno del país.

Fíjense hasta qué punto nos alcanza la confusión, que ni siquiera el diccionario de la Real Academia Española es capaz de establecer un criterio coherente entre estos dos conceptos.

Si nos atenemos a la definición de ciudadano, advertimos que su condición es incompatible con la del súbdito, porque si el súbdito lo es por su subordinación a las autoridades políticas de un país, sin que se detalle cuál sería la forma política de aquél, el ciudadano, en cambio, alcanza su estado cuando disfruta del derecho político a intervenir en el gobierno. ¿Y qué funda ese derecho político sino la libertad política? La libertad política consiste en la conexión de lo colectivo y lo individual a través del distrito electoral, y se resume con la siguiente frase: “para que yo sea libre, tú tienes que ser libre”. He aquí la piedra angular de la democracia formal, la democracia como forma, la que reglamenta lo político para el libre ejercicio de la política como fin colectivo participado por individuos a quienes se debe garantizar el desarrollo libre de su individualidad. No hay derechos individuales sin libertad política, por lo que cualquier derecho aprobado por una autoridad no sujeta a la libertad política no es más que una mera concesión (es alguien quien concede algo, ya sea un monarca, un dictador, uno o más partidos… y ese alguien puede retirar la concesión el cualquier momento). En democracia, es el pueblo (como colectivo) el que garantiza todo derecho ciudadano (como individuo).

Cuando hablamos de autoridad, hablamos de poder que gobierna, pero no entramos a valorar su carácter legítimo o ilegítimo. Un país en el que la autoridad se ejerce de forma ilegítima no gobierna ciudadanos, sino súbditos. Y aquí establecemos la gran distinción, el ciudadano lo es por su acción y el súbdito por su estado. La acción se relaciona con la política, en tanto en cuanto trata de lo posible y lo probable, por lo que el ciudadano es un objeto de acción que participa con pleno derecho en el gobierno legítimo de la res pública. El súbdito en cambio es un sujeto pasión, próximo al siervo, porque acepta su condición de subordinado y renuncia por ello a su ciudadanía en potencia.

En el caso de España, la autoridad se ejerce de forma ilegítima, porque no hay libertad política y tampoco se da, por consiguiente, la forma de gobierno democrática. Esa falta de libertad política contradice la posible existencia de ciudadanos españoles, siendo éstos súbditos y siervos en distinto grado según su situación ante el Estado. Lamentarse por lo que nos sucede sin siquiera preguntarnos el por qué, es el mayor error en el que ha caído el súbdito español. ¿Por qué hay crisis? Porque el mundo cambia. ¿Por qué ataja el gobierno la crisis tomando medidas injustas? Porque no hay libertad política, porque goza de la autoridad para hacerlo, del privilegio indefinido que brinda la inmovilidad de súbditos y siervos. Porque todo gobierno ilegítimo tiene como fin su supervivencia, como único fin, caiga quien caiga.

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