PATRICIA SVERLO.

Una semana después, el día 18, fue Milans quien viajó a Madrid para reunirse, en un piso del coronel Mas, con éste y otros conspiradores (en concreto, Tejero, Torres Rojas y el civil García Carrés), e informarles de la entrevista con Armada. Fue en esta reunión donde se estableció el plan de ocupar el Congreso, derrocar por la fuerza al Gobierno y formar uno de nuevo que encarrilara la democracia. Estimaron que la operación no se tenía que llevar a cabo hasta que Armada no fuera nombrado segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, hecho previsto para próximas fechas. De este modo se realizaría sin violencia. Incluso se habló de un procedimiento constitucional y político.

Al día siguiente, el coronel Ibáñez, del Estado Mayor de Milans y enlace suyo, fue hacia Lleida para comunicar a Armada el resultado de la entrevista anterior. Cuando el 22 de enero el presidente Suárez se enteró del futuro ascenso de Armada, todos estos militares ya tenían noticias del mismo. Se lo comunicó el rey, en una reunión en La Zarzuela que acabó con una acalorada discusión entre los dos. Ni Suárez ni Gutiérrez Mellado estaban de acuerdo, pero el rey impuso su criterio.

gutierrez mellado y suarez

Se continuaban insertando nuevos artículos en el Alcázar con el pseudónimo “colectivo Almendros“, y otros textos entregados a otras publicaciones, alusivos al golpe, momento en el que Suárez decidió dimitir, el 26 de enero. Lo comunicó a los miembros de su Gobierno antes que a nadie. Dice que tuvo la precaución de anunciarlo a ellos antes que al rey, para que el monarca no se pudiera apuntar el tanto de haber sido quien le había pedido que dimitiera. “A mí no me hace lo que a Arias“, comentó al parecer. Sólo al día siguiente, el 27, fue a La Zarzuela a informar al rey.

Suárez siempre ha dado a entender que estaba enterado del hecho de que se planeaba un golpe de Estado para destituirlo y que dimitió para evitarlo. En la larga conversación que mantuvo con el rey, le dijo que lo hacía “como única manera de evitar a Vuestra Majestad el riesgo político de resolver la crisis que se anuncia“. En otro contexto explicó, además, que en aquellos momentos tenía la obligación de “defender al rey, incluso del rey mismo“. Y el 29 de enero lo explicó en un mensaje televisado bastante claro para todo el mundo: “Dimito porque no quiero que el sistema democrático, tal como nosotros lo hemos deseado, sea, una vez más, un simple paréntesis en la historia de España“. Tras todas las tensiones y discusiones con el monarca, no tanto para conseguir que Suárez presentara la dimisión como para intentar llevarlo a su terreno en política internacional (en el tema del ingreso en la OTAN fundamentalmente); tras negarse repetidamente a formar un gobierno de coalición con la oposición; tras todos los planes que habían hecho, hablando y hablando en los medios de comunicación de una inevitable crisis institucional para preparar el terreno, con objeto de dar el “golpe de timón” previsto con la excusa de que Suárez no dimitía… Tras todo esto, la intempestiva decisión del presidente pilló al monarca por sorpresa. Su primera reacción, que ofendió profundamente a Suárez, fue recurrir a Sabino para preguntarle qué tenía que hacer. Con el consejo de su secretario, decidió tomarse un poco de tiempo, aprovechando que el congreso de la UCD que se tenía que celebrar en Mallorca se retrasaba por una huelga de controladores aéreos. El mismo partido habría de escoger un nuevo candidato para proponerlo a las Cortes, sin prisa. La dimisión de Suárez supuso un revés. Aparentemente, se habían quedado sin excusa para actuar.

Pero los objetivos reales del golpe iban mucho más allá de conseguir un simple cambio de presidente, los planes ya estaban en marcha y ahora no se volverían atrás. Bien al contrario, se decidió acelerarlo. Al día siguiente del anuncio público de la dimisión, Emilio Romero publicaba en el ABC un artículo en el que ya se hablaba explícitamente de la “solución Armada“. El 3 de febrero el rey telefoneó a su ex-secretario para darle la noticia de su nombramiento y la enhorabuena, desde el aeropuerto de Barajas, donde esperaba que se abriera el de Vitoria para iniciar su primer viaje oficial al País Vasco (el famoso y accidentado viaje a Gernika). Este mismo día Armada también habló con el coronel Ibáñez, que acudió a Lleida personalmente desde Valencia para entrevistarse con el general, y valorar juntos la nueva situación que se había creado tras la dimisión de Suárez. El 6 de febrero los reyes, que estaban en Baqueira para descansar tras los acontecimientos de la Casa de Juntas de Gernika, se citaron con Armada para cenar en un restaurante de Artíes. La cena en el restaurante se tuvo que suspender cuando recibieron la noticia de que la madre de la reina, Federica, estaba gravísima en la clínica de la Paloma, en Madrid. En realidad, ya había muerto. Sofia salió rápidamente en helicóptero hasta Zaragoza, desde donde cogió un DC-9 con destino a Madrid. Pero la entrevista del rey con Armada no podía posponerse, de manera que, independientemente de cómo estuviera su suegra, el rey se quedó a cenar con el general, una cena improvisada por la infanta Elena en casa, a base de ensalada y tortilla francesa. Estuvieron juntos hasta las tres de la madrugada. A esta hora, el mismo Juan Carlos, que conducía su coche, lo dejó en el parador del Valle de Arán.

Tras la celebración del II Congreso de la UCD, el día 10 el rey finalmente propuso a Calvo Sotelo en las Cortes para la presidencia del Gobierno. De nuevo, se quiso reunir con Armada. Cuando éste pasó por La Zarzuela al día siguiente, para los oficios religiosos ortodoxos en memoria de la madre de la reina, a los cuales asistían familiares y amigos todas las tardes, tuvieron la ocasión de hablar brevemente en un aparte. El rey le dijo que le interesaba mucho verlo, y lo citó para el día 13, a las 10:30. Llamó a Sabino para que lo apuntara en el libro de visitas, y Sabino le advirtió de que no había horas libres, pero el rey insistió en el hecho de que retrasara la hora a quien hiciera falta (que en este caso fue Alfonso de Borbón, citado a aquella hora). Ninguno de los dos ha revelado nunca el contenido de la conversación que mantuvieron en aquella cita extraordinaria. Alfonso Armada solicitó permiso por escrito a Juan Carlos para darla a conocer como prueba que le favoreciera en su juicio. Pero no se lo autorizaron y Armada cumplió la orden al pie de la letra.

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Una vez escogido el candidato a presidente, el rey tuvo que mantener una nueva ronda de consultas con los líderes políticos, preceptiva constitucionalmente. Con González, Fraga, Carrillo… con todos los líderes. Pero estos días hubo muchas más reuniones. El 16 de febrero se celebró una nueva entrevista en Madrid entre Ibáñez (el segundo de Milans) y Armada, concertada previamente por teléfono por el mismo Milans del Bosch. El 17, otro contacto del rey y Armada, en un aparte de un acto en la Escuela Superior del Ejército. Al fin, el día 18, Ibáñez establecía con Tejero, en una conversación telefónica, la fecha definitiva para la “Operación Congreso“. Se había pensado en el viernes 20, con ocasión de la votación de investidura del nuevo presidente del Gobierno. Pero Tejero puso dificultades y acordaran que podría ser el lunes 23, puesto que se repetiría la votación y, nuevamente, el pleno del Congreso de los Diputados volvería a estar reunido y todos los miembros del Gobierno presentes. Apenas quedaban unos cuantos días para el día señalado, cuando José Luis Cortina Prieto, jefe de la Agrupación Operativa de Medios Especiales (AOME) del CESID, se encontró con el entonces embajador de los Estados Unidos en Madrid, Terence Todman, y con el nuncio del Vaticano, monseñor Antonio Innocenti. Cortina también se reunió, el día 21 por la noche, en Madrid, con Antonio Tejero, Alfonso Armada y Vicente Gómez Iglesias (su mano derecha en el CESID). Fue en esta reunión en la que Armada se descubrió personalmente delante de Tejero como jefe de la operación. Cortina le indicó al guardia civil que los socialistas no darían nada de guerra, que aceptarían lo que les propusiera, que también veían la necesidad de un golpe de timón. Se le explicó, al parecer no demasiado bien, que su operación en el Congreso se tendría que reconducir hacia el objetivo político de Armada. Según la declaración que hizo en el juicio, a Tejero en aquel momento le dieron a entender que el nuevo gobierno sería sólo de militares; y que el verdadero jefe era el rey, que lo apoyaba totalmente. Armada, en concreto, le explicó: “La monarquía necesita robustecerse, por ello Su Majestad me ha encargado esta operación“. Matizó, además, que “la Corona y la Democracia seguirían incólumes… aunque ya hay preparados varios decretos que entrarán inmediatamente en vigor“. También le revelaron que tanto el Vaticano como el Gobierno norteamericano habían sido sondeados y que la Administración Reagan les había prometido ayuda. En vísperas del 23 de febrero, el comandante Pardo Zancada, de la División Acorazada (DC) Brunete, viajó a Valencia para entrevistarse con Milans del Bosch, el verdadero jefe militar de toda la operación. Milans también conversó por teléfono con Armada.

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