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sábado 27 diciembre 2025
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Manifiesto contradictorio (IV)

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Y esta Constitución, elaborada con la falta de transparencia descrita (*), y por ende, vulnerando los más elementales procedimientos democráticos, es la misma que la organización “Innovación Democrática” proclama “asumir plenamente, a condición de que sea sometida a un amplio plantel de reformas en materia electoral, en materia de organización de la Justicia en todos sus órganos, en la garantía de la separación efectiva de poderes, en la reforma del Senado y, sobre todo, en cerrar de una vez por todas el proceso constituyente”. No se comprende, por tanto, cómo un análisis que subraya la evidencia de que los partidos políticos se han apoderado del Estado, han renunciado a la intermediación entre éste y la sociedad civil, se han convertido en meros órganos especializados en la gestión administrativa, con el desprestigio de la política que ello comporta, y han aceptado, precisamente, la falta de separación de poderes denunciada, pretende ahora remediar esta situación, propiciada en origen por la propia Constitución, mediante el procedimiento de reforma y siempre subrayando un irrenunciable respeto hacia ese texto legal: se diría que, de no hacerlo así, acecharía la siempre temida imagen de lo subversivo, que parece aflorar detrás de toda muestra de desaprobación, por comedida y respetuosa que sea. Y este temor, una vez más, pone de manifiesto el tabú en el que la clase política –con la siempre solícita colaboración de los medios de comunicación- ha encerrado a la propia Constitución.   ¿Pero qué clase de reforma pueden propugnar sus defensores? Una reforma de esta magnitud, exigiría, insoslayablemente, el acuerdo de al menos dos tercios de las cámaras, es decir, el consenso entre los beneficiarios de los males denunciados, a fin de renunciar, por propia voluntad, a la posición de poder que la propia Constitución les ha reportado. En suma, la renuncia voluntaria de los partidos a la partitocracia. “Innovación Democrática” –de consuno con las muchas voces críticas hacia los males del sistema- plantea, para la resolución del problema, aquellas condiciones que, precisamente, no son posibles en virtud del problema denunciado: y esta es la paradoja contra la que ha de estrellarse todo intento de remediar los males mencionados no mediante la acción política de la sociedad civil frente a los partidos, sino mediante la constitución de un nuevo partido que, irremediablemente, no puede más que integrarse en el propio sistema si aspira a que su voz sea escuchada en las instituciones. Nuevamente se pone, por tanto, de manifiesto, la dicotomía entre reforma y ruptura: la historia se repite. Solamente un nuevo proceso constituyente que obligue a los partidos a pronunciarse previamente sobre el modelo de constitución propugnado puede ofrecer una mínima garantía de lograr una Constitución que establezca un sistema electoral representativo de los electores y la separación de poderes sin la que no es posible siquiera hablar de Constitución.

La doctrina Botín

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La justicia de lo particular, la jurisprudencia ad hoc y la creación de conceptos jurídicos para satisfacción de los intereses concretos de la oligarquía, ya sea política, financiera o directamente criminal deviene necesariamente de la inexistencia de un auténtico Poder Judicial que sirva de contrapeso al poder de lo político en el Estado.   Con la absolución de “Los Albertos” por el Tribunal Constitucional en el caso Urbanor sacándose de la manga el concepto jurídico de “tutela judicial reforzada”, hasta entonces desconocido, la Justicia separó del garantismo genérico del derecho a la tutela judicial efectiva a una élite para dar rango legal al proteccionismo de una casta de ciudadanos dignos de especial amparo judicial.   Esa particularidad judicial que atiende a la protección de unos pocos como auténtica Razón de Estado imposibilita la aplicación uniforme de la Ley. La solución judicial es primero que el razonamiento jurídico, intentándose luego construir la sentencia en retorcida interpretación del Derecho. Primero se redacta el Fallo y luego se buscan los Fundamentos Jurídicos en torticera o nueva jurisprudencia si es preciso.   La llamada doctrina Botín es el reflejo procesal de ese “uso particular del derecho” que merece ser explicada. Consiste ni más ni menos en la imposibilidad de continuar el proceso penal contra un imputado cuando el fiscal (dependiente por elección de su cúspide jerárquica del ejecutivo) no sostiene acusación aunque exista acusación popular personada en legal forma que interesa el enjuiciamiento.   Esa jurisprudencia se intenta justificar judicialmente en que nuestro ordenamiento jurídico la obligatoriedad de la apertura del Juicio Oral por petición de parte procesal se limita a su interés por el propio fiscal y las acusaciones particulares, no siendo extensivo a la acción popular. Curioso Derecho formal a mantener la acusación por el interés general de la causa de pedir para luego negar su efectividad procesal negando el obligatorio enjuiciamiento plenario, particularmente en delitos que atentan contra los intereses generales de forma abstracta y en los que la particularización del ofendido resulta prácticamente imposible.   Salvado Botín con tales argumentos, la trasposición elitista al ámbito político de esta perversa jurisprudencia es fácil. No debe extrañar entonces su aplicación ahora a los señores Ibarretxe y Patxi López. Y es que, tal doctrina permite siempre que se quiera el particularismo de la acción judicial cuando el bien jurídico lesionado alcanza a derechos que afectan a la totalidad de la ciudadanía como son el orden socio-económico o el orden público mediante actos que atentan en abstracto contra el acatamiento de resoluciones judiciales y contra la integridad del Estado.

Estado antijurídico

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(foto: Wladimir Valdés)   A Pedro M. González   Si los hombres nobles, aun entre las más oscuras aspiraciones, conservan el instinto para seguir el camino recto, quizá, frente a la vocación antigarantista de la oligarquía, un número significativo de juristas se una a la lucha por el derecho. Hasta ahora, sin embargo, en el cuerpo judicial de la Monarquía de partidos, el esprit de géométrie se ha impuesto al esprit de finesse. Y lo que hace que estos geómetras no sean finos es su incapacidad para ver cómo se da en la justicia esa forma de venalidad (la peor) que consiste en el servilismo hacia el poder.   Aunque la normatividad y la efectividad del Derecho son cosas bien distintas, los rábulas del Estado de partidos confunden la imagen legal del ordenamiento con su funcionamiento real, como si bastase con lo que debe ser para que sea. Así, las reglas del juego político dictan la libertad de voto o la prohibición del mandato imperativo, pero los capitanes de los equipos estatales han configurado una realidad basada en la disciplina de voto. Los diputados, prebendados que forman el séquito del jefe de partido, sólo tienen que votar como un conjunto de borregos. Esta mayúscula infracción constitucional obliga a los jueces a mirar permanentemente a otro lado. Sin embargo, los que han decidido convocar una huelga el 18 de febrero siguen sin tener en cuenta que, si no pueden ejercer el control directo de la validez y legitimidad normativa de las leyes y declarar la inconstitucionalidad de éstas, carecen realmente de poder judicial.   El interés que ha de mover a los jueces no ha de ser otro que la averiguación de la verdad en cada caso que conocen. Pero cuando no existe libertad política, la sentencia de Terencio veritas odium parit (la verdad engendra odio) resulta inapelable. Los abusos de la dictadura se apoyaban en la dificultad de eludir la vigilancia de la policía; los de este régimen en la de probarlos judicialmente. Donde no hay demostración judicial reina la impunidad.   Los señores togados reivindican más medios materiales y mejores condiciones laborales, sin advertir, una vez más, la suprema necesidad de que su autoridad -correspondiendo a los fines de la tutela jurídica-, sea un obstáculo sólido y perpetuo frente al abuso del poder.

No es lo mismo

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Los actos conmemorativos alrededor del juramento del presidente número 44 de los EE.UU. han contado con una gala latina en la que cantaba, entre otros, Alejandro Sanz. Y una de las más famosas canciones de nuestro artista es la titulada: “No es lo mismo”. Es una canción de amor en la que el autor intenta hacer pensar a su amada sobre la necesidad de distinguir los conceptos fundamentales de su relación porque convivir significa, ante todo, aclarar los términos ser/estar y reconocer la existencia de intereses inconfesables que pretenden confundirlos.   Habrá que explicar también en España y a todos los medios de comunicación y demás miembros del séquito que: No es lo mismo (verás) el juramento del presidente del gobierno, el señor Rodríguez Zapatero, y el de Obama, porque el primero no ha sido elegido en unas votaciones directas de toda la nación al efecto, es decir, en unas elecciones presidenciales y por mayoría de los votos. Aquí, en cambio, reina la confusión permanente, compañía necesaria de la ausencia de un sistema político nacional y ordenado, al imponerse un sistema electoral proporcional para la designación de unos diputados que, sometidos a la disciplina del jefe de su partido, tendrán como esencial labor durante la legislatura exclusivamente la de apretar un botón de sus poltronas para aprobar o no las leyes y decisiones que les manden.   Y es que en nuestro país el séquito universal tiene por evidente que los dos sistemas políticos comparados no son distintos. De todos los disparates que se han dicho intentando equiparar el sistema democrático de EE.UU. y el de España, solamente hay que recordar dos, que sirven de muestra aleatoria. El primero procede de la radio, de la COPE sin ir más lejos: el periodista Jiménez Losantos realiza el siguiente comentario irónico y matutino: “…y, antes Obama ha ganado a la señora Clinton en las primarias… ¡que han durado 9 meses!”. El señor Losantos debería saber que no son las primarias internas en los partidos las que hacen a un régimen democrático o no, sino la elección por separado de los poderes políticos del Estado: Una elección para el Legislativo y otra para el Ejecutivo. La segunda, obra de una periodista anónima, tuvo lugar en una TV: “ … Obama cuenta además con mayoría de su partido en el Congreso…” ¡Como si fuera el Congreso de los EE.UU. el que eligiera a Obama! Debe saber la periodista que en las democracias representativas los que ponen y quitan (y de forma directa) Jefes del Estado y/o Poder Ejecutivo son los “compañeros ciudadanos” y nadie más. Por lo tanto: no es lo mismo, es distinto ser democracia o no serlo.   Jiménez Losantos (foto: Jaume d'Urgell)

¿Izquierda?

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Alberto Camus (foto: Mitmensch0812) La así llamada izquierda en Europa subsiste hoy más bien patéticamente del recuerdo de tiempos mejores, y a menudo de un modo más inconsecuente que las iglesias establecidas con respecto a la doctrina original de sus fundadores. La izquierda establecida, supuesta izquierda, en realidad una derecha, encontrándose en mayoría, aspira no sin hacer el ridículo a sentirse marginada, minoritaria. Pero se trata de una pretensión absurda a partir del momento en que se instala en el Estado y se vende a los intereses del gran capital.   La verdadera izquierda puede acabar encontrando eco en grandes sectores de la población, pero encaramada a un posición sólida dentro del Estado, ya sea mediante los partidos o sindicatos de trabajadores, se asesina su espíritu revolucionario. No fueron pocos (Camus, por ejemplo) los que detectaron, cuando los movimientos izquierdistas todavía tenían un peso cultural relevante, que el simple hecho de reducir sus aspiraciones a una mera subida salarial, como ya ocurría entonces, era un suicidio, una traición. Entretanto no sólo se ha perdido la substancia –reconozcámoslo, algo sin forma, de ahí quizá su belleza prístina y su original apertura a un mundo repleto de posibilidades– que guiaba la revolución, sino que se ha tornado en un acomodamiento tan zafio y contraproducente que puede considerarse tan reaccionario como su supuesto opuesto.   De ser algo la izquierda ha de ser auténtico progreso; al principio novedad, minoría. Si con el desarrollo de la sociedad industrial clamaba al cielo la injusticia social, hoy los asuntos son otros. La izquierda establecida está ciega, no los ve. Pero es que ya ni siquiera ve el pasado correctamente. Su perdición roza lo irrisorio.   El MCRC sería un ejemplo de movimiento revolucionario en este sentido, si bien su naturaleza a-ideológica, más allá de las izquierdas y derechas clásicas, apunta precisamente a que nos encontramos en otro lugar, con distintos objetivos y puntos de partida. Su aspiración fundamental, la libertad política, no es la única posible lucha. Hay infinitas más en los ámbitos social, económico o legislativo. Pero mientras la izquierda establecida acapare sus motivaciones de puro verbo mientras crecen sus barrigas, parece más conveniente simplemente abandonar la dicotomía. Y tratar de mejorar las condiciones vitales de todos, se nombren como se nombren.

Deuda española

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Las previsiones económicas del Gobierno han sido desmentidas por la Comisión Europea. Ésta augura que el PIB español caerá en 2009 un 2%, y que también habrá recesión en 2010 con una tasa de paro que alcanzará el 19% de la población activa. Aparte del hundimiento de la construcción, los datos económicos de noviembre confirman la caída en picado de la producción industrial, con un descenso interanual del 15’1% frente al 7’7 de la Eurozona; la cifra de negocios en el sector servicios bajó un 14’6%, e incluso el turismo acusa un descenso en 2008 entre el 2% y el 2´5%. Con un ritmo pavoroso de destrucción laboral, en España se está produciendo el mayor aumento del paro de toda la UE y del resto de las economías más desarrolladas del planeta.   Además, la agencia de calificación crediticia, Standard & Poor´s, ha rebajado la calidad de nuestra deuda pública (España es el primer país en perder la triple A desde 2001, año en el que Japón atravesaba una crisis financiera). Esta pérdida de rating elevará los costes de una economía española, que, según la citada agencia, “sufrirá una aguda corrección” por la dificultad de obtener el flujo de capital necesario para financiar sus desequilibrios a un tipo de interés “atractivo”.   Al mismo tiempo que los Estados de la UE llevan a cabo una emisión masiva de deuda pública con el fin de rescatar sus respectivas economías, se están acentuando los diferenciales de los tipos de interés entre los bonos de los distintos países; así el que existe entre la deuda de España y Alemania aumentó un máximo de 122 puntos en los bonos a diez años: el diferencial con el Bund alemán refleja la prima de riesgo por invertir aquí.   La Standard & Poor´s señala que el desplome de la demanda interna en un país sin independencia monetaria, no podrá ser compensado por la exportación al no existir la posibilidad de devaluar la divisa, y que la única solución será acometer un largo proceso de reducción de la deuda (“desapalancamiento”) de los agentes económicos, así como una fuerte expansión del déficit público. A pesar de todo, “creemos que las posibilidades de tocar fondo en 2009 son claras”, arguye Pedro Solbes.   hechos significativos   De la Vega pide “tranquilidad y confianza” a los ciudadanos porque “en este país hemos hecho cosas dificilísimas en los últimos treinta años”. Los administradores judiciales de Forum señalan que los antiguos gestores tienen que devolver 2.259 millones de euros, ya que eran conscientes de las patologías del negocio filatélico.

Frío

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"Washington cruzando el Delaware", de Emanuel Leutze Frío Después nevó, nevó durante meses. Y sobre aquella nieve los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América firmaron la Constitución de Filadelfia. El señor Obama habla de aquellos hombres, de aquellos días. Hacía muchísimo frío, dice. Claro, por eso huyó lo grotesco, gracias al bendito frío. Ese es el motivo de que la mentalidad europea tenga que acudir siempre a la iconoclasia y no ocurra lo mismo en el Nuevo Mundo, aquí no hiela lo suficiente y la libertad puede sestear día y noche.   El convencional y moderado discurso de investidura del Presidente estadounidense arrastra símbolos que a cualquier europeo le parecen facticios, porque en nuestro continente su invocación no puede asociarse a la libertad política. Así, lo que allí es fundación rememorada o, mejor dicho, desarrollada, pues el genio de su originalidad sigue extendiéndose ahora, aquí es continua y oportuna refundación; lo que allá generación, acá regeneración cuando no lucrativa fusión. Si el presente ha surgido de una fuente digna, tarda mucho en necesitar memorias históricas, nuevos iconos o ausencia de simbología para encontrar una nueva legitimación. Cuando no hay respeto -o desprecio- sincero por la tradición sino ocultación de la condición propia, el desarraigo y el nihilismo se convierten en axiomáticos a la hora de establecer el nuevo mito fundador que en Política será siempre falaz.   Lo que parece aceptable durante una noche de juerga, ese compendio de travestidos, enanos, rameras, tahúres, camellos, fanfarrones y borrachos, es sencillamente repugnante a la luz del día. En la política europea se da la situación inversa. Lo grotesco, que es la opresión institucionalizada, se viste de corbata y maneras televisivas para ser aceptado. Cuando esto ocurre, el refinamiento de la libertad expresada en palabra o acto, escuece. En algún momento ambas realidades, la orgía y la pseudo-política, confluyen: el cine del señor Almodóvar es un buen ejemplo. Lo grotesco acompaña a lo falso, a lo traído desde lo innoble, la traición y la mentira. Lo grotesco acompaña a lo que, sin auténtico genio creador, pretende superar todo aquello que no sea el uno mismo. Lo grotesco no puede ir de la mano de Obama, ni de los Estados Unidos. Algo fresco, que es la vivencia de ideales morales y realismo político, está presente en Obama, en su tierra.

Parlamento totalitario

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Dictadura y totalitarismo no expresan un mismo tipo de dominación de la Sociedad por el Estado. La dictadura, personal o de partido único, se define por el monopolio del poder estatal y, en consecuencia, por la prohibición de la política, en tanto que competición abierta entre fracciones de la sociedad para la conquista y conservación del poder en el Estado. El totalitarismo no se limita a suprimir, como la dictadura, la libertad de acción política. Borra, además, las fronteras entre lo privado y lo público. La dictadura de Franco no fue totalitaria. Respetó lo esencial del derecho civil: familia, propiedad y contratación, salvo en la esfera laboral.   El Estado de Partidos creó un nuevo tipo de dominación, un oligopolio del poder estatal entre varios partidos, financiados por el Estado y convertidos en órganos del mismo. Además de mantener la imposibilidad de controlar al gobierno, como en la dictadura, este Régimen oligárquico dio paso libre al poder totalitario del ejecutivo sobre la sociedad, mediante la sindicación estatal de las organizaciones obreras, la jefatura de jueces, Magistrados y un tribunal superior (TC), y la soberanía de un Parlamento inferior que ignora los límites del parlamentarismo. Según los postulados básicos de la ciencia política, este Régimen es una oligarquía totalitaria, por turnos de partido. La pirámide totalitaria la componen: el partido estatal gobernante, su parlamento, su TC, sus magistrados, su televisión, los sindicatos estatales, los partidos estatales de oposición formal y los partidos estatales autonómicos. La sujeta, un Rey acomodaticio. La sostiene, la mentira de la sociedad mediática, incluida la docente, de que esto es la democracia. La financia, la especulación de la burbuja financiera. La alimenta, el mundo profesional metido en la burbuja inmobiliaria. La legitima, la masa de votantes que ratifican listas de partido sin elegir a sus representantes.   Para quien dude del rigor científico y realista de este análisis no hay que recordar los parlamentos autonómicos que, en España, inventan naciones. Bastarán los ejemplos actuales de totalitarismo parlamentario. Sin que ningún partido se oponga, el PSOE pretende que rindan cuentas en el Congreso: 1. El Presidente del CGPJ, sobre el caso Tirado. 2. El Presidente de Iberia, sobre el caos de Barajas. 3. Las cinco Asociaciones judiciales, sobre su amenaza de huelga. 4. Seis Presidentes de Bancos y Cajas de Ahorro, sobre su retraso en el flujo de liquidez a la economía. Es decir, todo lo público y lo más potente de lo privado en el puño de un partido.   florilegio   "No hay mayor totalitarismo que el de una idea parcial sentada en el Estado."

Manifiesto contradictorio (III)

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Prosigue el manifiesto de “Innovación democrática” señalando la necesidad de “cerrar de una vez por todas el proceso constituyente, en el sentido de la remodelación de los estatutos de autonomía y del sometimiento de las diversas comunidades autónomas a un riguroso proceso de coordinación y armonización”.   Ahora bien, ¿qué proceso constituyente es aquel para el que “Innovación Democrática” exige su cierre? No puede ser otro que el que dio lugar a la Constitución de 1978. Un proceso constituyente cuyos agentes fueron los líderes de las formaciones políticas opositoras al franquismo, en asociación con la clase política de la dictadura, que supo entender a la perfección que aquel régimen tocaba a su fin.   Y una vez planteada la dicotomía irreconciliable entre la llamada “reforma” y la “ruptura”, disyuntiva insalvable que la propia oposición quiso soslayar con el fraudulento invento de la “ruptura pactada”, la evolución de los acontecimientos es conocida por todos: una convocatoria de elecciones legislativas, al amparo de la Ley para la Reforma Política, de las cuales emanó una asamblea que se atribuyó, con arreglo a lo que Carl Schmitt designaba como “la situación de las cosas” (“La Dictadura. De los orígenes del pensamiento moderno de la soberanía a la lucha de clases proletaria”), unos poderes constituyentes que nadie le había otorgado: falso, por tanto, el presunto protagonismo de un “pueblo” que actuó como simple figura decorativa, acaso imprescindible en su función legitimadora, pero irrelevante en el propio devenir de los acontecimientos.   Esta autoatribución justifica la consideración de aquel proceder como golpe de Estado. La diferencia sustancial entre este modus operandi y la autoproclamación del Tercer Estado en Asamblea Nacional, en representantes de esa entelequia que llaman “pueblo”, es notable: el Tercer Estado perpetra un golpe que lo sitúa inmediatamente en la cúspide de lo que Carl Schmitt llama “dictadura soberana”: dictadura no comisionada por un poder preexistente al que esta se sujeta, dictadura que encaja a la perfección en lo que Walter Benjamín llama “violencia creadora de derecho” por oposición a la “violencia conservadora de derecho”: dictadura que da lugar a un orden nuevo. No hay, por parte del Tercer Estado, encubrimiento, disimulo, o secretismo en la violación perpetrada.   Por el contrario, nuestros padrinos de la patria incurren en el engaño sibilino de comparecer a unas elecciones, mediante un sistema de listas amparadas en un programa electoral en el que en ningún caso se apela a una Constitución por elaborar, para comisionar a un grupo de notables que, bajo la siempre engañosa bandera del “consenso”, elaboran una Carta que se somete posteriormente a refrendo.

Obama Seguridad y libertad

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  Obama Seguridad y libertad   De momento es mayor la esperanza que la promesa, la expectación ante lo posible que la previsión de lo probable, la grandiosidad del espectáculo moral que la confirmación de un cambio efectivo en la concepción misma de la política, la personalidad humana del actor que el drama universal donde incide su discurso, la declaración de deberes cívicos tradicionales que un diseño de modificación de las relaciones de poder político.   Benjamin Franklin La idea fuerza que ha diferenciado, en Obama, su discurso inaugural del poder, respecto de las anteriores oraciones de vocación al poder, basadas en el magnetismo de la posibilidad de cambio, con el simple voluntarismo del “sí, podemos”, ha sido su creencia romántica y hegeliana de que se debe lo que se puede y se puede lo que se debe, mas fácil de decir que de concebir y no digamos practicar. Lo inédito en la toma de posesión lincolniana del rutilante Presidente de los EE.UU., su formidable denuncia del falso dilema que atenazó a su torpe predecesor en la paranoica creencia de que una máxima seguridad del Estado exige un mínimo de libertad en la sociedad política, no procede sin embargo de su admirado Abraham Lincoln, sino del sabio y amigo de filósofos Benjamin Franklin. “Los que abandonan una libertad esencial por una seguridad mínima y temporal, no merecen ni la libertad ni la seguridad” (Revista Histórica de Pensilvania). De quien ha tomado también la máxima de que “Dios ayuda a quienes se ayudan ellos mismos” (Almanaque del pobre Richard).   Ante un personaje tan excepcional no se debe precipitar la crítica o las alabanzas, ni juzgarlo por el equipo elegido. Muy pronto se verá cual es la sutileza y la energía de su acción de gobierno, para obviar el gran escollo washingtoniano, liquidar Guantánamo y la guerra de Irak, orientar la salida a medio plazo de Afganistán, sentar en bases estables las relaciones con las potencias internacionales, culminar la ronda de Doha y la limitación de emisiones de dióxido carbono, superar la situación iraní y palestina, y garantizar la eficacia de la política económica contra la crisis. Veremos entonces si está a la altura de lo que de él se espera en EEUU y en el mundo.

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