Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 100 de «La lucha por el derecho», analiza la involucración de la Fiscalía General del Estado en el caso Tándem y en el caso Stampa.
Geopolítica
El determinismo de la Historia y la geografía marcan la geopolítica sin tener en cuenta el factor de la libertad política.
Referencia al historiador Leopold von Ranke.
Antonio García-Trevijano, 9 de mayo del 2014.
Fuente RLC: https://www.ivoox.com/rlc-09-05-2014-referendum-ucrania-elecciones-europeas-audios-mp3_rf_3101037_1.html
Música: Allegro vivace. Sinfonía en do mayor de Bizet.
https://www.ivoox.com/sinfonia-do-mayor-3-allegro-vivace-audios-mp3_rf_1248918_1.html
Rusia-Ucrania y el dilema del gas con Argelia
Hoy publicamos el capítulo nº 21 del programa «Escenario internacional», presentado y conducido por Marcelino Merino, donde han intervenido Fulgencio del Hierro y Aitor Céspedes Suárez. Estos han realizado un análisis de los últimos acontecimientos en el este de Europa, así como de la seguridad energética en España y los cambios o ajustes que se pueden producir tras el cambio de régimen en el este de Europa.
3ª Guerra Mundial
Hoy, en el trigésimo noveno capítulo de «La cátedra de Dalmacio», presentado y conducido por Enrique Baeza, Dalmacio Negro Pavón (catedrático de Ciencias Políticas y autor de numerosos artículos y libros) disertará sobre la situación de crisis mundial. ¿Estamos en una tercera guerra mundial? ¿Quiénes son los contendientes? ¿Qué papel juega la Iglesia católica? Dedicaremos más programas para que Don Dalmacio pueda desentrañar estas y otras preguntas que surgen.
Referencias:
– Hegel
– Donoso Cortés
– Tocqueville
– Nietzche
– Urs Von Balthasar
– Deep State
– Corporate socialism
– Putin
– Iglesia católica
– Iglesia ortodoxa
Europa partitocrática
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 99 de «La lucha por el derecho», nos habla del problema de la ausencia de democracia como un hecho que no sólo afecta a España sino también a Europa tras la II Guerra Mundial.
El derecho internacional público universal no existe
Al hilo de las noticias aparecidas en la prensa invocando el derecho como argumento a favor de uno de los bandos en la guerra de Ucrania, conviene recordar la afirmación de García-Trevijano señalando que el derecho internacional público no existe.
Matizaba el jurista granadino que, si bien existen unos tribunales y unas normas de derecho internacional, estas son de alcance limitado y fruto de tratados, pero que para que existiera un orden jurídico universal público, debiera concurrir la triple exigencia de una policía mundial, unos jueces mundiales y unos legisladores mundiales.
Al fin y al cabo, las relaciones internacionales se rigen por el principio del interés de los sujetos de éstas, los Estados, como regla de actuación suprema. El derecho internacional público es exponente máximo de la concepción desarrollada por Ihering del derecho como resultado de una lucha constante. Eso no significa que apriorísticamente los fines justifiquen los medios ni mucho menos. De hecho, Maquiavelo, a quien erróneamente se atribuye esa frase hecha, señalaba el proceso contrario: es el éxito el que consagra la licitud de los medios, como fruto de esa lucha constante.
Ad intra, el estudio de la aplicación de las normas competenciales del derecho público en cada Estado nos sirve para detectar la existencia de separación de poderes e independencia judicial. No es casual que sea un país como España, en donde no existe separación de poderes y la jurisdicción se encuentre sometida al poder político, donde se intente expandir una función que sólo puede tener el alcance del propio poder estatal del que necesariamente debe ser parte. Si no hay justicia independiente como facultad inherente al Estado, el alcance de la actuación de los órganos judiciales no encuentra el límite propio de la auctoritas estatal de la que emana su propia potestad para juzgar y hacer cumplir lo juzgado.
Así, desaparecida la justificación deslocalizadora del enjuiciamiento de terroristas fuera del País Vasco, el alcance competencial de la hoguera de las vanidades que es la Audiencia Nacional convirtió a un órgano jurisdiccional en una suerte de instancia internacional donde mendigar justicia sin el mínimo punto de conexión competencial jurídicamente exigible. Desde el Tíbet hasta Ruanda, pasando por Israel, Somalia, Chile, Argentina y los Estados Unidos, los hechos que allí suceden son despachados por nuestros jueces estrella.
Sin separación de poderes e independencia judicial el principio de unidad jurisdiccional es imposible, y si este principio no configura las reglas competenciales de la atribución de la potestas jurisdiccional, el salto a la universalización de lo judicial está a un paso de distancia. Tal principio de unidad jurisdiccional implica que la misma fuerza ejecutiva contienen las resoluciones firmes de un juez de primera instancia que las del más alto. De la misma manera que no existe una jurisdicción penal, otra civil, otra social y otra contencioso-administrativa, sino una sola jurisdicción y distintos órdenes jurisdiccionales, la competencia funcional de cada tribunal viene determinada por la ley y por la propia extensión de su aplicación territorial.
La ausencia de una auténtica función judicial estatal, lo que vulgarmente se llama poder judicial, difumina las fronteras de su actuación y entra en conflicto irremisiblemente con las normas del derecho internacional público. Sin conciencia nacional ni autoridad estatal, las puertas de la imaginación jurídica se encuentran abiertas hacia el infinito. Unas gotas de seca angostura en forma de soberbia y vanidad personal del titular del órgano, dan el toque final a este cóctel envenenado.
La inseparación de poderes y la dependencia judicial no sólo conllevan irremisiblemente la politización de la Justicia, sino también el proceso inverso, la judicialización de la política. Las querellas de orden ideológico tienden a desviar a procesos judiciales problemas cuya solución es de orden político, no jurisdiccional. La bondad del derecho se interpreta así por los signos políticos del momento, buscando una ratificación judicial que resulta imposible por el alcance de su propia potestad, si de verdad resultara el judicial ser una facultad independiente del Estado.
Realpolitik
La realpolitik parte de los hechos dados, pero prescinde del potencial que tiene la realidad en si misma.
Don Antonio pone ejemplos que ilustran su crítica a la llamada realpolitik.
Antonio García-Trevijano, 9 de mayo del 2014.
Fuente RLC: https://www.ivoox.com/rlc-09-05-2014-referendum-ucrania-elecciones-europeas-audios-mp3_rf_3101037_1.html
Música: Allegro vivace. Sinfonía en do mayor de Bizet.
https://www.ivoox.com/sinfonia-do-mayor-3-allegro-vivace-audios-mp3_rf_1248918_1.html
Europa, Europa

Siempre se ha dicho que la historia comienza en Sumeria, que allí, hace alrededor 5500 años nació la escritura y, que Egipto, China o India ocupan un lugar fundamental en el nacimiento del devenir histórico. Pero es el occidente europeo, tantas veces atravesado de muerte por ella, el verdugo y la víctima a partes iguales, de su devenir.
Tras el colapso del Imperio romano, su amable geografía alimentó las ambiciones expansionistas de los pueblos nómadas de las estepas y permitió la posición dominante y el asentamiento definitivo de las tribus germánicas, que en buena medida estaban ya romanizadas. A partir de ahí, una serie de rupturas acabarán conformando el germen del que surgirán las naciones. La primera de estas rupturas, en el ocaso del Imperio, fue la negación o el abandono del mundo antiguo, para emprender la tarea de la expansión por todo su territorio de la fe cristiana; sumergiéndose así en un milenio de reflexión y espiritualidad que conocemos como Edad Media (curiosa también la manera, única por su densidad, de concebir la historia, dividiéndola en períodos marcados por un acontecimiento o una serie de ellos).
Contrariamente a la extendida, pero falsa afirmación de que la Edad Media fue un período oscuro marcado por la barbarie y la superstición, la Europa medieval será la sólida base sobre la que se alce la gran cultura europea.
De Agustín de Hipona, (San Agustín) teólogo, filósofo, teórico político y pensador fundamental en los siglos IV y V, a Isidoro de Sevilla, (San Isidoro) considerado uno de los padres de la Iglesia que, entre los siglos VI y VII desarrolló una obra enciclopédica monumental que compilaría todo el saber y los conocimientos desde el mundo antiguo hasta sus días.
En el ámbito político y militar destaca en el siglo VIII, la figura de Carlomagno, configurador primigenio de la idea de Europa.
La desaparición del Imperio carolingio traerá consigo el feudalismo y la sociedad estamental. En 1188 se celebran las Cortes de León, las primeras cortes medievales, que engendrarán el concepto de la representación. Finalizando el siglo XIII aparece la figura de Marsilio de Padua, primer gran teórico del Estado y cuya influencia perdurará durante siglos.
Pero tiene que llegar el Renacimiento y la Edad Moderna para que fe y razón se encuentren y comience el proceso de aceleración histórica de Europa.
El Renacimiento, con su inteligente mirada al mundo antiguo, conmoverá los cimientos del medioevo y lanzará a todo el continente a una búsqueda progresiva de nuevas formas en el arte, el pensamiento político, la filosofía, los avances y descubrimientos científicos, la arquitectura o la música que, siendo la forma más abstracta del arte, no ha conocido un desarrollo similar en ninguna otra parte del globo. Este impulso iniciado en el Renacimiento, alcanzará su apogeo en el descubrimiento del Nuevo Mundo y la circunnavegación de la Tierra, que harán posible la extensión e implantación de la cultura europea en todo el continente americano y, que terminaría imponiéndose hegemónicamente sobre las demás en todo el orbe.
Pero, al igual que en la España de las taifas entre guerras y continua corrupción, se desarrollaron las artes, las ciencias y las letras de manera más que notable, todos los avances alcanzados por Europa en el mismo sentido, lo hicieron también entre hambrunas y guerras; el occidente europeo siempre ha estado en continuo conflicto y los períodos de paz han sido escasos a lo largo de su historia. Podríamos considerar este hecho como una prueba de dinamismo, de transformación constante. Detrás de cada guerra parece haber una enseñanza nueva, detrás de cada contienda civil, un nuevo concepto para intentar erradicarlas, Pero no hay freno para esa velocidad de crucero alcanzada por la historia europea, en la que las guerras parecen ser el motor de cada uno de los avances. Uno de estos logros es el de la representación política, alcanzado en Inglaterra a finales del siglo XVII, tras una serie de guerras civiles que duraron más de cuarenta años.
El llamado Siglo de las Luces, se me antoja que vino más a deslumbrar que a iluminar, unas luces que no solo no acabaron con las guerras, sino que las transformó y las convirtió en aún más crueles, dándole la extremaunción al lema de la Revolución francesa: Liberté, Égalité, Fraternité.
Una de estas luces, la encarnada en Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, sí fue a iluminar con éxito la Revolución americana que fundaría los Estados Unidos de América, tomando esta nueva nación la caña del timón de la historia, que había quedado sin gobierno en una Europa en permanente sangría, cuyo final aún no acertamos siquiera a intuir.
Cuando en la Revolución francesa se decretó el fin de la historia, se acertó en el enunciado, pero fallando en el resultado. Los acontecimientos posteriores dieron al traste con aquella absurda aspiración de la voluntad, y si a partir de su año cero comenzó el fin de la historia en Europa, también el principio de su decadencia. El viejo continente siguió dando a luz mentes claras e imaginativas que, con los materiales fundantes de su espíritu universalista, llegaron a producir nuevos conceptos e ideas, transmutadas después en sangrientas ideologías, anunciando el apocalipsis terrible del siglo XX.
Otros cantaron y predijeron su decadencia. Tema fundamental que dará lugar al nihilismo, la tristeza y el desencanto.
Nos cuenta George Steiner en La idea de Europa que, entre 1914 y 1945 «De Madrid al Volga y del Ártico a Sicilia, 100 millones de personas perecieron a causa de la guerra, las hambrunas, la deportación, las limpiezas étnicas y los brutales horrores de Auschwitz y el gulag».
Tanta sangre, ¿para qué? Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó destruida, dividida y rendida al vasallaje que le impusieron los dos hegemones. Las leyes de la apariencia, característica propia de la Inglaterra de la Edad Moderna, adquieren su forma definitiva en el occidente europeo.
«… La resbaladiza pendiente de silencio, humillación y soledad en el seno de una física social regida por las leyes de la competencia y la apariencia, donde el hombre se ve obligado a recomponer cada noche los profundos tajos de su rostro…», en palabras de Martin Walser.
Europa fue raptada, su cultura asimilada y su realidad reducida a un recuerdo lejano.
Huérfana de democracia representativa, la apariencia de democracia de los Estados de partidos impuesta por los EEUU al finalizar la guerra, anula y pervierte el principio de representación política, dejando de paso, inerme a la sociedad civil y, degrada la verdadera separación de los poderes del Estado, esto es: del ejecutivo respecto del legislativo.
Las socialdemocracias europeas, no son otra cosa que un híbrido entre un maquillado fascismo mussoliniano, en tanto que integra a las masas en el Estado a través de los partidos –que son estatales y no civiles– y un totalitarismo de baja intensidad, en el que el Estado se erige en demiurgo social traspasando los márgenes de la privacidad. Así podemos observar, la intrascendencia política actual de la vieja Europa, al tiempo que, con tristeza, contemplamos su intrascendencia cultural, basada en el mercado, el consumo masivo, la chabacanería más grosera y la manipulación. La Cultura en Europa, también es cultura de Estado.
Europa ha sido el verdugo de sí misma.
Presidencialismo duro versus oligarquía blanda
Hoy en el capítulo nº 38 del programa «Coloquio y análisis político» Álvaro Bañón y Carlos Villaescusa explican por qué en Europa no hay una democracia liberal sino una oligarquía en el Estado.
En segundo lugar hablan sobre la guerra en Ucrania centrándose en la forma de gobierno de la Federación Rusa, y también en la reinante en la Unión Europea.
Se insiste en la necesidad de un parlamento para la existencia de la ideología liberal. Supuesta defensora de la sociedad civil en España.
Para finalizar constatan y critican la imposibilidad de salir del siglo XX por intereses puramente políticos que pretenden prorrogar este fantasma ad calendas graecas.
Apuntes sobre derecho internacional
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 98 de «La lucha por el derecho», nos explica por qué no existe en realidad un derecho internacional público universal.



