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martes 23 diciembre 2025
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Dalmacio Negro. Maestro

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Di con el maestro Dalmacio Negro por casualidad (aunque no creo en ellas) leyendo el libro del profesor Miguel Ayuso ¿Ocaso o eclipse del Estado?: las transformaciones del derecho público en la era de la globalización, en el año 2018, topándome con diversas citas, pero, sobre todo una opinión del autor del libro en la página 34, nota al pie 1, del capítulo II en la que se desarrolla su reflexión titulada Del gobierno al Estado (¿y vuelta?). El profesor sostiene en dicho pie de página: «También son notables las páginas de Dalmacio Negro, La tradición liberal y el Estado, Madrid, 1995, no obstante, el discutible significado que el autor da al liberalismo». En aquellos años había terminado la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional, y aún mis intereses académicos estaban dispersos en lecturas propias de un reciente egresado. Desde el momento en que encontré esa cita, inicié una búsqueda en Internet de más materiales acerca del académico citado por el profesor Ayuso, teniendo en cuenta sus elogiosos conceptos.

Condensar en pocas líneas la enorme influencia que generó en mí desde el momento que tomé contacto con su producción intelectual, es tarea imposible. Desde aquellos días, entendí que estaba frente a un pensador que me ofrecía una gama prácticamente interminable de herramientas para iniciar la tarea que, en las anémicas facultades hoy día, está absolutamente fuera de las posibilidades. Pensar. Paradójicamente, inicié mis lecturas de las obras del maestro, con su magna obra El mito del hombre nuevo, el cual, a mi modesto entender, conecta al pensamiento del ilustre don Dalmacio con el nervio fundamental de la reflexión política que en sede occidental, es el de la naturaleza humana y por ende, el antropológico.

Con el maestro, empezó mi caminar por el sendero absolutamente inexplorado en mi país. Pensar la naturaleza humana no como una variable idealista o utópica dentro del arco de posiciones impolíticas, sino precisamente como una constante radical que permite la inmersión del hombre en la posibilidad de lo político y con él, la de la libertad que, a su vez, conllevará la posibilidad de los conflictos, abrió para mí un panorama novedoso, amplísimo. El panorama general que conduce a la tradición de la libertad. El panorama que conduce específicamente, al condensado profundo y medular de la llama del conocimiento del maestro que ilumina las tinieblas en un tiempo de absoluta oscuridad intelectual.

El trajín del día a día y mi historia particular de poder acceder a un pequeño espacio desde el cual contemplar el ejercicio del poder, logró poner la dilatada mirada del maestro y el conjunto de sus reflexiones en el centro de mis análisis para entender especialmente la nueva realidad que me tocaba iniciar, vivenciar. No obstante, mis lecturas continuas de los trabajos de don Dalmacio, me hicieron llegar hasta la web del seminario Luis Diez del Corral en el que, utilicé el formulario para intentar entrar en contacto con él. Debo confesar que nunca pensé en recibir una respuesta, no precisamente porque don Dalmacio no estuviera interesado, sino porque, dado el nivel principiante del pequeño escrito que envié a modo de presentación, no creí que fuera de ninguna manera relevante para ser considerado como miembro del seminario. De todas formas, no perdía nada en intentarlo.

El primer momento feliz llegó en mayo del 2020. Recibís en nombre del seminario, la respuesta del ilustre don Alonso Muñoz Pérez, de que el maestro estaba al tanto de mi existencia. Suena exagerado, pero con ese correo me sentí profundamente satisfecho, pues con el correr de los dos años que llevaba leyendo a don Dalmacio logré dimensionar a qué coloso del pensamiento estaba conociendo. Sé que, luego de casi dos semanas de la convocatoria suya a la casa del Padre, mejores plumas que la mía han expresado la hercúlea dimensión del maestro, pero, en mi caso debo admitir que no puedo encontrar los adjetivos correctos.

No puedo encontrar los adjetivos porque un par de semanas luego de recibir el primer correo de don Alonso, volví a recibir uno, pero ya con el enlace para acceder a las sesiones del seminario Luis Diez del Corral, dirigidas por el maestro Dalmacio Negro. Y ese correo lo cambió todo. Las sesiones del seminario de cada semana, académica, personal e intelectualmente representaron un antes y un después en todo sentido, para mi formación. No exagero.

No exagero porque pasé de leer a un gigante a poder saludarlo; de hojear sus libros a preguntarle directamente qué pensaba sobre determinados tópicos; de leer sus objeciones a algunas ideas a presentarle personalmente mis propias (infantiles y minúsculas) opiniones; de ver los vídeos que están colgados en la nube y tomar infinitos apuntes para armar esquemas a mostrarle personalmente algunas ideas acerca de las suyas… Pasé de estar en las gradas mirando a los gigantes a compartir con uno de ellos. Sencillamente sigo sin poder creerlo.

Don Dalmacio me acogió con entusiasmo en el seminario. Siempre, siempre me saludó preferentemente con un «¡Oscar! ¿Cómo está usted? ¿Qué cuenta el Paraguay?». Alguna vez le granjeé algunas risas al decirle que me sentía como una suerte de corresponsal del seminario desde la «España del otro lado del charco, pero al sur», y otras muchas veces, estoy seguro de que guardó un misericordioso silencio ante la catarata de ideas que le compartía. Con el correr de tiempo y a la luz de sus reflexiones, entendí que muchas de las reflexiones que compartí con él, las tenía presente. No puedo negar mi inmenso orgullo. Un gigante como él, tomando apuntes del último en llegar.

No puedo negar que cuando empezamos a charlar en el seminario sobre René Girard, sentí el mayor desafío de mi vida. Lo explico brevemente. No recuerdo qué libro habíamos terminado e iniciamos el siempre interesante debate sobre qué autor estudiar. Tampoco recuerdo quién lo propuso, pero sí claramente el maestro decidió que leamos Veo a Satán caer como un relámpago del antropólogo francés. Creo que por mi continuo uso de la palabra acerca de la obra del autor, don Dalmacio decidió que yo diese la exposición de apertura del libro y, con una reseña de las principales herramientas teóricas. Nunca estuve más nervioso, soy sumamente honesto. Debía no solamente hablar de quién es según varios referentes intelectuales «el nuevo Darwin de las ciencias sociales» frente a un académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Gracias a Dios todo salió bien y don Dalmacio estuvo conforme con la exposición.

Don Dalmacio, con el correr de estos maravillosos años compartiendo con él, moldeó mi manera de encarar las cosas. Permitió que pueda iniciar cada año, frente a un nuevo grupo de alumnos, con entusiasmo y pequeñas nuevas ideas. No podía ser de otra manera pues, el maestro con más de 90 años lo hacía cada semana conmigo. Don Dalmacio me hizo entender que lo verdaderamente real era discrepar de lo corriente, buscar la realidad de las cosas, ir a la esencia de lo político (leyendo a Julien Freund y a Bertrand de Jouvenel) para encontrar las regularidades en las que se asienta la posibilidad de la política de los hechos, en la que lo importante es la naturaleza y la razón, que escapa de la voluntad y el artificio (Oakeshott), en donde la libertad entienda que los deseos miméticos (René Girard) disponen al conflicto que el orden político, al ser la piel de todo lo demás (Ortega), debe gestionar.

Don Dalmacio me demostró que su generosidad estaba fuera de todo límite. En el año 2024, en medio de una postulación en la que estuve, le llamé por teléfono para consultarle si podía ponerlo a él como parte de mis referencias académicas. No solamente me dijo que sí, sino que puso a disposición su teléfono para que lo llamen si necesitaban referencias mías. Recuerdo emocionado, que no me salían las palabras de agradecimiento. Un absoluto gigante, a disposición de alguien que aún daba sus primeros pasos.

Querido maestro. Gracias. Gracias por darme la oportunidad de compartir contigo las más valiosas horas que pude tener en mi vida intelectual. Gracias por recibirme en medio de aquellos que ya llevan décadas incluso al calor de tus enseñanzas. René Girard, autor carísimo a mis afectos al que conocí gracias a usted, querido maestro, sostenía que el deseo mimético puede ser interno o externo. Internamente es fuente de conflictos por la mínima distancia, pero, en su dinámica externa, dada la lejanía física o espiritual, es fuente de locura, aprendizaje o admiración. Don Dalmacio, René Girard y su maravillosa obra sobre la filogénesis humana, me permiten entender la profundísima admiración que en vida le tuve y que ahora, no deja de crecer.

Gracias, maestro. La fe que profesamos nos augura encontrarnos un día. ¡Nos vemos!

Donde hay defensor del pueblo no hay democracia

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 246 de «La lucha por el derecho» nos explica por qué el defensor del pueblo permanece callado ante la ley de amnistía o la reforma prevista de la ley de enjuiciamiento criminal.

El Defensor del Pueblo y la retórica institucional del Estado de partidos

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En el entramado institucional del Estado de partidos, donde la separación de poderes no es más que un espejismo funcional, la figura del Defensor del Pueblo se alza como un emblema de la contradicción. Nacida para garantizar los derechos de los ciudadanos frente a los abusos de la administración, esta institución se encuentra, paradójicamente, atrapada en la misma maraña de dependencia política que pretende denunciar. Es imposible analizar su papel sin advertir cómo su razón de ser deviene del mismo sistema de poderes inseparados en que se inserta institucionalmente.

Ni la Ley de Amnistía, ni el proyecto de entrega de la instrucción penal a una fiscalía dependiente del gobierno, ni la enervación de la acción popular han conseguido que mueva un dedo. ¿Cómo puede este «árbitro de derechos» ejercer su función si su existencia misma depende de un consenso político que socava su credibilidad y capacidad de acción?

Es ejemplar el caso de la Ley de Amnistía, que plantea una amnesia legal frente a delitos graves, sacrificando la justicia en el altar de la razón de Estado. Esta norma, promovida bajo la premisa de la reconciliación política, es un ejemplo paradigmático de cómo el orden jurídico se instrumentaliza para servir a los intereses del poder, despojando a los ciudadanos de las garantías jurídicas esenciales. En este contexto, el Defensor del Pueblo no solo fracasa en su misión de defender a los agraviados, sino que su silencio lo convierte en cómplice de la anulación de principios básicos como la igualdad ante la ley o la tutela judicial efectiva.

Donde hay Defensor del Pueblo no hay democracia. Con representantes de distrito su papel sería inane, en tanto que éstos son los verdaderos defensores de los gobernados. Sin embargo, al estar su designación sometida al acuerdo entre partidos, se convierte en una figura más del reparto de cuotas de poder, alejada de la independencia que su función requeriría. Esta falta de autonomía no solo limita su acción, sino que es la negación de su supuesto rol de garante de los derechos ciudadanos.

Por otro lado, la entrega de la investigación penal a la fiscalía, cuya jerarquía obedece al gobierno de turno, profundiza en esta realidad. El Defensor del Pueblo, lejos de denunciar esta aberración, se limita a emitir informes que rara vez tienen consecuencias prácticas. Su papel, reducido a una función ornamental, refuerza la dominación de una clase política irrepresentativa.

En un Estado de partidos donde la voluntad política se impone a la razón de la ley, la figura del Defensor del Pueblo aparece como una promesa incumplida. Su incapacidad para actuar con independencia y eficacia no es solo un fallo de diseño institucional, sino una consecuencia directa de un sistema que subordina el Derecho a la conveniencia política. Y, lo que es peor, su existencia continuará sirviendo como coartada para legitimar un régimen de libertades meramente concedidas.

Una Constitución democrática, no partidocrática

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La clase política es producto del consenso político de la transición.

Los actuales males de España vienen de la carta otorgada de 1978. La falsa Constitución de 1978 no separa los poderes del Estado y anula la representación política. No es una monarquía constitucional ni parlamentaria, es una monarquía de partidos.

La sociedad civil hoy día está más avanzada que la sociedad partidocrática anclada en el Estado y que tiene como factor de gobierno la corrupción.

Antonio García-Trevijano Forte, 1 y 2 de mayo del 2016.

Fuentes:

https://www.ivoox.com/rlc-2016-05-01-la-abstencion-crecera-hasta-tercio-audios-mp3_rf_11369097_1.html
https://www.ivoox.com/rlc-2016-05-02-la-hegemonia-lo-economico-no-audios-mp3_rf_11378412_1.html

Música: Marcha fúnebre . 3ª sinfonía de Beethoven.

La conciencia de D. Dalmacio

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La distinción de D. Dalmacio entre consciencia y conciencia, no de la «razón pura» y «razón practica» como la que realizan Kant y compañía, es la que trasluce la situación de la transcendencia católica tradicional y su sentido de libertad. Y de derecho natural, en contra del positivismo puro y de la hermenéutica política de un Tribunal Constitucional comprado.

Para no enseñarse y ser una falacia, todo el mundo utiliza, aunque confusamente, el derecho natural. Lo utilizó hasta Kelsen, el mayor positivista, en los juicios de Nuremberg, pasándose el «nullum crimen sine praevia lege» por el arco del triunfo. Sin que hubiera ley que tipificara el delito, se podía condenar a los vencidos, naturalmente. ¿Y no se basa en un supuesto derecho natural, además de en la arbitrariedad ejecutiva, el indulto o la amnistía? ¿Acaso vamos a tener que legislar en el Código Civil que los contratos no deben ser cumplidos para, por fin, acabar de volvernos locos positivamente?

Al fin y al cabo, como decía Alessandro Passerin d’Entrèves, el derecho natural es el punto de intersección entre el derecho y la moral. Con el permiso de lo político, que deviene de lo religioso, al igual que lo moral y el propio derecho positivo. Por eso, el tema, en el fondo, es la religión. Y siempre hay una religión. Y si no la hay, solo queda la nada, por mucha ideología que la sustituya. El que no quede engullido por la nada será participe de esa clase de la bravura hegeliana, que no nace de la paz sino en la guerra, anticipo del superhombre nietzscheano, señala Aleksander Duguin. 

Don Dalmacio, lúcidamente, afirmaba un derecho natural tomista como Pharmakon y Katejon. En un tiempo de advenimiento de cyborgs, en conciencia y consciencia, D. Dalmacio era ejemplo y maestro en las dos cosas, pero su finura más aguda estaba en el ethos. Al fin y al cabo, es lo que Europa le debe al cristianismo.

De tan bueno que era, devino en sabio.

Como ya es costumbre en la salutación de tus alumnos: Grato animo, Dalmatius, donde Dios merecidamente te ha acogido.

La necesidad histórica de Dalmacio Negro

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En vez de con estoica sabiduría cerrarnos en lo propio, se nos suscita el interés por la cosa pública, por esa extraña pulsión que nos lleva (imprudentemente) por el interés común. Aquí nos engulle un océano inaprensible de discursos, donde toda inteligibilidad se disuelve en una galerna de palabras.

Allá unos reducen la política a la ética, moralizándolo todo, reduciendo la vida común a la antropología, cayendo en el hechizo del esteticismo. Otros, separan política y ética hasta el punto de no ver más que finanzas de poder, crato-cinismo, «realismo» político. Unos consumirán una mal llamada «filosofía política» como imaginación sin fundamento, una especie de «literatura» política, tan útil para entretener ciertos intelectos como para afianzar neutras y asépticas carreras académicas. Estudiarán el concepto de paloma en Kant o la idea de soberanía en Jefferson. Otros, aparentemente más realistas, aplicarán retazos mal entendidos de estadística al voto cruzado con la clase o el estatus social y añadirán algún intento ad hoc de clasificación de discursos políticos, ideologías o instituciones. Eso les permitirá llamar a su telaraña: ciencia política.

Unos, en medio de una confusión de metodologías, terminologías, taxonomías y modas académicas de incierto fundamento, acabarán por explicar lo que puedan como puedan, confirmando el nulo prestigio de los estudios sobre la política. Otros simplemente se plegarán a convertir su docencia en una extensión magnética del poder. Usarán el vestido de la ciencia, la lencería del aula universitaria y el corsé de sus artículos para vestir la prostitución del poder con el empaque del doctor y el perfume del pieichdí (Ph.D.).

Y en medio de esta falsa contraposición de lo mismo por falta de fundamento real, en medio de este zaquizamí mental, surgió D. Dalmacio, el maestro Dalmacio a partir de ahora, porque ahora sólo le va a incomodar dicho tratamiento en el Cielo. ¿Qué hace Dalmacio Negro para aproximarnos a la realidad escurridiza y ofídica de la política? Nos ofrece conceptos, pero no imaginados en el aire de la arbitraria especulación, como hacen los «filósofos políticos» profesionales, de los que abjuraba Hannah Arendt. Nos ofrece ciencia, saber riguroso, pero no la pseudociencia de cuya completa irrelevancia huía Giovanni Sartori. Dalmacio Negro ofrece una tercera vía entre el puro concepto sin res y la pura empiria sin forma. In politicis, la verdad es histórica, es real porque existió, porque así se forjó. Porque es imposible comprender la política en sí sin entender su realidad que es histórica. La política no es física o matemática, la política es historia. Análogamente a la salvación en Cristo, que es historia de la salvación. Hasta tal punto que un chino que se convierta al cristianismo debe de conocer la historia de Israel y comprender su existencia a la luz de Abrahán, Moisés, David y María (junto con una banda de pescadores judíos). Así la política, y más desde que el cristianismo se hizo historia, sólo puede entenderse desde esa misma historia. Es inútil hacer filosofía política si no se entiende qué significan realmente Estado, soberanía, politización/secularización, imperio, Parlamento, nación histórica y nación política o forma política distinta de régimen. Y eso no depende de una especulación imaginada sino de conocer con exactitud la historia de las ideas que las explican. Más inútil es, si cabe, hacer ciencia política si no se tiene un arsenal conceptual basado en la realidad existente, la histórica, y simplemente se usan los conceptos políticos como un periodista hablaría de democracia, legitimidad o poder.

Don Dalmacio nos ofrecía en el aula primero y en el seminario semanal después, el destilado conceptual de la historia de las ideas políticas. Pero no uno centrado en meras especulaciones sin fundamento, sino en lo que éstas tenían de cristalización de la realidad del mundo. No nos ofrecía una verdad ontológica ahistórica, ni tampoco una serie de posiciones subjetivas de carácter partidista o apegadas a la actualidad. Nos ofrecía una verdad histórica, unas verdades que, sin ser eternas, una vez que existen en la historia de la libertad humana, empiezan a ser. Comprenderlas desde el presente significa comprender cómo fueron y qué significaron y simultáneamente comprender nuestra época presente, nuestra situación política a la luz de aquellas categorías. Y es que es imposible hacer historia de las ideas sin iluminar el presente. Por ejemplo, comprender que ahora vivimos en una lucha espiritual de legitimidades religiosas, donde frente a la cristiandad se yergue no una sociedad liberal, neutra y que permite elegir al individuo sino una religión alternativa que pretende construir religiosamente un orden meramente humano y secular. Comprender tal situación es comprender simultáneamente que el proceso moderno de secularización es en realidad un proceso de politización lleno de mitos, plagado de guerras de religión: desde la revolución protestante hasta las guerras mundiales y el manifest destiny de la política exterior estadounidense.

Don Dalmacio quedaba así vacunado contra el modo de pensar ideológico. Cierto tradicionalismo o conservadurismo ontologiza ciertas concepciones políticas, midiendo la historia desde una medida ahistórica (algo así como juzgar a Mozart con el canto gregoriano) mientras que el liberalismo anglosajón se desentiende —con temor y temblor— de todo lo común y colectivo, de toda realidad conceptual, midiéndolo todo por el individuo (inexistente, ahistórico, irreal) del homo aeconomicus y abrazando un nominalismo resultante, a falta de algo mejor. Ninguna de estas Escilas o Caribdis han hecho naufragar el pensar histórico (real) de D. Dalmacio. Y, por tanto, asistir a sus clases o leer sus escritos, equivale a sumergirse en una monumental catedral conceptual que requiere del oyente aumentar a cada frase, a cada línea, su acervo cultural. Recuerdo comenzar a leer en segundo curso de la licenciatura en ciencias políticas, el año en que tuve la lotería providencial de tenerlo como profesor de Teorías y Formas políticas II, su discurso de ingreso en la Real Academia La tradición liberal y el Estado poniéndome como objetivo diario leer cinco páginas. Solía tardar entre una hora y media y dos horas en leerlas, por supuesto sin comprenderlas totalmente en aquel momento. Y es que al conocimiento de la historia y de la realidad política, por su dimensión permeadora de todo («la política es la piel de todo» gustaba de citar de Ortega) no se puede aprehender linealmente, cartesianamente. Hacer propia la historia política y utilizarla como instrumental conceptual del presente significa elevar el nivel personal propio hasta el mismo nivel de esa realidad política. Por tanto, significa nada más y nada menos que recibir en uno mismo la tradición política grecorromana, cristiana, moderna protestante e hispánica: absténganse quienes no quieran crecer personal e intelectualmente.

Muchísimos más aspectos se pueden y deben destacar del maestro, pero habiendo tantos, quizá convenía destacar este punto metodológico o, si se quiere, de epistemología política. Esta perspectiva tiene antecedentes, seguramente en su insigne maestro Luis Díez del Corral, pero cada vez resulta más claro que el maestro Dalmacio la abraza con toda decisión y revelando todo su potencial explicativo. Si se me permite el órdago, diría que Dalmacio Negro es el Copérnico del pensamiento político, y todavía estamos digiriendo que el saber sobre la política no gravita alrededor del poder establecido (con sus diversas ideologías), sino al revés: que podemos ser clarividentes con los planetas del poder y la política presente sólo si aprehendemos antes el saber histórico sobre la política, verdadero sol al centro del conocer político.

Saber histórico sobre la política que es la condición sine qua non para recuperar España, para acabar con la «revolución de los estúpidos» (vid. D. Negro, Razón Española, n. 232, julio-agosto 2022) reinante en el Régimen del 78. Y es que, como apostilla oportunamente Irene González, en un artículo que el maestro Dalmacio mandó repartir en una de sus conferencias: «En España no hay democracia, ni Estado de derecho, ni separación de poderes, sino un sistema de poder corrupto en manos principalmente del PSOE que identifica plenamente el partido con el sistema, con el Estado» (I. González, Voz Pópuli, 8-11-23). Es imposible ver el trampantojo de la situación política actual sin la vista entrenada en la verdad histórica de España.

Los demás, en el fondo sólo aspiran a formar parte del espejismo, de la matrix que está destruyendo a la nación. Los cipayos intelectuales creen que, mirando al poder actual, religándose a él, lo sobrevuelan como águilas del pensamiento cuando en realidad no son sino moscas destinadas a quedar atrapadas en la telaraña del poder presente: Disfrutad vuestro primer palco en la telaraña rodeados de semejantes. Por el contrario, la comprensión de la verdad histórica concreta, de esta tradición cristiana, produce claridades no sólo para el estudio del pasado sino para ser libres, personal y colectivamente, en el presente. La falta de reconocimiento por parte de esta sociedad cortesana, cratolátrica, es una laureada intelectual que el maestro Dalmacio se llevó como mérito. Ahora bien, quien se atreva a afrontar la exigencia y el reto del saber político de D. Dalmacio podrá degustarlo y disfrutarlo como la libación más destilada de cuanto se pudo hacer en política en los últimos 150 años hispanos. El maestro Dalmacio nos descubre la necesidad histórica y a su vez, su propia persona y obra, surge de una necesidad histórica: recuperar la libertad de España y de la cristiandad. Su labor intelectual entregada y constante en un rinconcito de una buhardilla, tan humilde como el despacho de Felipe II, nos debe ofrendar las armas literarias que revolucionen primero las mentes y luego la vida política existente. Armas literarias que, como sostenía don Quijote, son superiores a las letras de los mantenidos por el sistema depredador (Quijote, I, XXXVIII, «todos tienen en qué entretenerse»).

Fallecido el maestro, injustamente, el pasado 23 de diciembre, con las muletas-adargas en ristre, queda vivir del agradecimiento por sus fecundos 93 años. Gracias doloridas enviamos, desde el barro de la Historia a las mansiones de la eternidad, de donde confiamos seguir recibiendo el afecto cordial, la verdadera sabiduría y una revolución en las cabezas hispanas por mor del maestro: D. Dalmacio.

Sánchez y su Fiscalía General del Estado

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 245 de «La lucha por el derecho» nos explica lo que subyace detrás del comunicado de la asociación mayoritaria de fiscales acerca unas declaraciones de Pedro Sánchez.

El último clavo en el ataúd de la justicia

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«Después del informe de la UCO, la confianza del gobierno en su fiscal general es aún mayor» (Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno de España [20-12-24]).

«¿La fiscalía de quién depende? ¿De quién depende? ―Del gobierno―. Pues ya está» (Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno de España [6-11-19]).

La anunciada aprobación en el primer trimestre de 2025 de la reforma de la instrucción penal para sustraerla a los jueces y entregarla a los fiscales, no es sino un paso más en la consolidación del control político sobre la justicia. En un sistema que ya carece de independencia institucional de la justicia, esta medida termina con la personal del encargado de la investigación procesal, anclando a la fiscalía en su papel de comisariado político, al servicio de la voluntad del ejecutivo.

En un Estado de partidos, donde el poder no se separa sino que se reparte entre las cúpulas partidistas, resulta ingenuo creer que los fiscales, jerárquicamente subordinados a un jefe designado por el gobierno, puedan actuar con independencia. La promesa de un «fiscal imparcial» es tan creíble como la de una democracia sin separación de poderes en origen, en la que las leyes son elaboradas por diputados de lista. ¿Cómo esperar que el mismo órgano que se rige por los principios de unidad, subordinación y jerarquía, en cuya cúspide está un fiscal general del Estado nombrado por el gobierno, sea capaz de instruir con neutralidad causas que puedan implicar al poder político?

La instrucción penal, hasta ahora encomendada a los jueces de instrucción, se presentaba como el último bastión de independencia personal frente a la corrupción y el abuso de poder. Si bien tampoco estaba exenta de presiones, al menos ofrecía un ámbito de actuación relativamente autónomo, dependiendo de la probidad del juez. Con esta reforma, se cierra la puerta a esa residual resistencia, dejando al gobernado indefenso ante un sistema judicial completamente instrumentalizado.

El discurso oficial en favor de esta reforma apela a la «eficiencia» y la «modernización». Sin embargo, estas palabras vacías esconden el verdadero propósito: facilitar el control político de las investigaciones judiciales. Una fiscalía subordinada al ejecutivo no solo garantiza la impunidad de los poderosos, sino que también se convierte en un arma para perseguir a los disidentes y opositores.

La politización de la instrucción penal tendrá efectos devastadores. Por un lado, las causas que afecten a los intereses de los partidos gobernantes serán archivadas o dilatadas hasta quedar en la nada. Por otro, la fiscalía se convertirá en una herramienta para instrumentalizar causas contra los adversarios o gobernados incómodos. No se trata de mera especulación, sino de una realidad ya observada. La Fiscalía General del Estado, definida en la práctica como una prolongación del gobierno, ha demostrado repetidamente su disposición a actuar conforme a las directrices políticas. La reforma no hace sino consolidar este modelo perverso.

El juez de instrucción, aunque vulnerable, representaba un obstáculo frente al uso arbitrario del poder. Su eliminación en la fase de instrucción no solo debilita las garantías procesales, sino que también refuerza el carácter administrativo y burocrático de la justicia penal. En este nuevo escenario, el juez queda relegado al papel de notario de las decisiones de una fiscalía politizada, abandonando su función de garante apriorístico de los derechos.

Una Constitución para España

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La Constitución de 1812, llamada la pepa por promulgarse el día de San José, no separaba los poderes, no era una monarquía constitucional.

Los actuales males de España vienen de la carta otorgada de 1978. La falsa Constitución de 1978 no separa los poderes del Estado y anula la representación política. No es una monarquía constitucional ni parlamentaria, es una monarquía de partidos.

Ser funcionario no es contradictorio con pertenecer al tercio laocrático.

En un régimen representativo y con separación de poderes el ascenso de Pedro Sánchez o Pablo Iglesias hubiese sido imposible.

Antonio García-Trevijano Forte, 1 y 2 de mayo del 2016.

Fuentes:

https://www.ivoox.com/rlc-2016-05-01-la-abstencion-crecera-hasta-tercio-audios-mp3_rf_11369097_1.html
https://www.ivoox.com/rlc-2016-05-02-la-hegemonia-lo-economico-no-audios-mp3_rf_11378412_1.html

Música: Marcha fúnebre . 3ª sinfonía de Beethoven.

La senda iniciada por Alberto R. Gallardón, la culmina la Fiscalía del gobierno de Pedro Sánchez

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En este programa especial, último del año de La Lucha por el Derecho, presentado y conducido por Marcelino Merino, Pedro M. González y Adrián Perales hablan sobre la reforma de la ley de enjuiciamiento criminal, pretendida ya en su día por Alberto R. Gallardón, y las consecuencias que sobre el común puede traer.

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  3. Enviarte cualquier compra realizada en la Tienda a la dirección que nos proporciones.
  4. Generar facturas relacionadas con las compras realizadas en la Tienda.
  5. Atender cualquier solicitud de ejercicio de tus derechos que nos puedas hacer llegar, en cumplimiento de nuestras obligaciones legales.

¿Durante cuánto tiempo guardamos tus datos?

Sólo mantendremos tus datos durante el tiempo que sea estrictamente necesario para ofrecerte la información que requieras y poder realizar los envíos y realizar un seguimiento de los mismos, y posteriormente durante el periodo que resulte indispensable para poder cubrir eventuales responsabilidades o para la formulación, ejercicio o defensa de reclamaciones. No obstante lo anterior, podrás solicitar la eliminación de tus datos, y en caso de resultar aplicables dichos plazos legales de conservación, se mantendrán bloqueados durante el tiempo que la normativa establezca. En cuanto a nuestro boletín, conservaremos los datos proporcionados en tanto no manifiestes tu voluntad de darte de baja de los servicios.

¿Vamos a comunicar tus datos a terceros?

No cederemos tus datos a terceros excepto cuando se nos requiera por Ley, y en particular, podremos comunicar tus datos a las siguientes entidades, siempre en relación con las finalidades descritas:
  • A los órganos competentes de las Administraciones Públicas en cumplimiento de las obligaciones legales que nos sean de aplicación.
  • A nuestros proveedores de servicios auxiliares, necesarios para el normal funcionamiento de los servicios contratados, incluido el envío de las compras realizadas en el portal. En el caso de que algún proveedor se encuentre en una jurisdicción ajena al ámbito de aplicación del RGPD, te garantizamos que se encontrarán adheridos al Escudo de Privacidad (Privacy Shield) UE - EE. UU. Puedes aprender más haciendo click en este hipervínculo: https://www.aepd.es/sites/default/files/2019-09/guia-acerca-del-escudo-de-privacidad.pdf
    • A nuestros colaboradores, en el seno de prestaciones de servicios, los cuales estarán obligados a su vez a guardar la más estricta confidencialidad.

¿Cuáles son tus derechos y cómo puedes ejercitarlos?

  1. Derecho a acceder a tus datos personales para saber cuáles están siendo objeto de tratamiento y con qué
  2. Derecho a rectificar cualquier dato personal inexacto -por ejemplo, si necesitas actualizar la información o corregirla en caso de que fuera incorrecta-.
  3. Suprimir tus datos personales, cuando esto sea posible. Si la normativa vigente no nos permite eliminar tus datos, los bloquearemos durante el tiempo restante.
  4. Solicitar la limitación del tratamiento de tus datos personales cuando la exactitud, la legalidad o la necesidad del tratamiento de los datos resulte dudosa, en cuyo caso, podremos conservar los datos para el ejercicio o la defensa de reclamaciones.
  5. Oponerte al tratamiento de tus datos personales.
  6. Llevar a cabo la portabilidad de tus datos.
  7. Revocar el consentimiento otorgado -por ejemplo, si te suscribiste al boletín y ya no deseas recibir más información-.
  8. Ejercer tu derecho al olvido.
Podrás ejercitar tus derechos en cualquier momento y sin coste alguno, indicando qué derecho quieres ejercitar, tus datos y aportando copia de tu Documento de Identidad para que podamos identificarte, a través de las siguientes vías:
  1. Dirigiendo un correo electrónico a nuestra dirección: [email protected]
  2. Dirigiendo una solicitud escrita por correo ordinario a la dirección Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid.
  3. Además, cuando recibas cualquier comunicación nuestra, clicando en la sección de baja que contendrá esa comunicación, podrás darte de baja de todos envíos de comunicaciones del MCRC previamente aceptados.
  4. Cuando te hayas suscrito a la recepción de mensajes informativos a través de Whatsapp podrás cancelar la suscripción desde el formulario del Diario donde te diste de alta, indicando que deseas darte de baja.
Si consideras que hemos cometido una infracción de la legislación en materia de protección de datos respecto al tratamiento de tus datos personales, consideras que el tratamiento no ha sido adecuado a la normativa o no has visto satisfecho el ejercicio de tus derechos, podrás presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, sin perjuicio de cualquier otro recurso administrativo o acción judicial que proceda en su caso.

¿Están seguros tus datos?

La protección de tu privacidad es muy importante para nosotros. Por ello, para garantizarte la seguridad de tu información, hacemos nuestros mejores esfuerzos para impedir que se utilice de forma inadecuada, prevenir accesos no autorizados y/o la revelación no autorizada de datos personales. Asimismo, nos comprometemos a cumplir con el deber de secreto y confidencialidad respecto de los datos personales de acuerdo con la legislación aplicable, así como a conferirles un tratamiento seguro en las cesiones y transferencias internacionales de datos que, en su caso, puedan producirse.

¿Cómo actualizamos nuestra Política de Privacidad?

La Política de Privacidad vigente es la que aparece en el Diario en el momento en que accedas al mismo. Nos reservamos el derecho a revisarla en el momento que consideremos oportuno. No obstante, si hacemos cambios, estos serán identificables de forma clara y específica, conforme se permite en la relación que hemos establecido contigo (por ejemplo: te podemos comunicar los cambios por email).

Resumen de Información de nuestra Política de Privacidad.

Responsable del tratamiento MOVIMIENTO DE CIUDADANOS HACIA LA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL (MCRC) Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. NIF: G-86279259
Finalidades de tratamiento de tus datos personales - Atender tus solicitudes de información, comentarios, peticiones y/o consultas en el marco de tu relación con el MCRC. - Atender las solicitudes para el ejercicio de tus derechos. - Enviarte todas las comunicaciones a las que te hubieras suscrito, incluido el boletín (si te hubieras suscrito) y comunicaciones por Whatsapp. - Enviar cualquier compra realizada en la Tienda del MCRC.
Origen de los datos tratados - Nos los has facilitado libremente tú mismo o un tercero en tu nombre. - Los hemos recabado a través de nuestro Sitio Web mediante cookies. Puedes obtener más información sobre este tratamiento en nuestra Política de Cookies.
Base de Legitimación para el tratamiento - El tratamiento es necesario para la ofrecerte la información necesaria en atención a tu condición de asociado del MCRC. - Para determinados tratamientos, nos has dado tu consentimiento expreso (ej participación en una acción; boletín…). - Contrato de compra entre las partes.
Cesión de datos a terceros - Cedemos tus datos a proveedores de servicios, incluidos aquellos relativos al envío de las compras realizadas en la Tienda. - En ningún caso se cederán tus datos a personas ajenas a la actividad del MCRC (ya sean asociados o ajenos a la asociación) y los servicios que nos has sido solicitado. - Cedemos tus datos a determinadas autoridades en cumplimiento de obligaciones legales (ej. Administraciones Públicas).
Plazos de conservación - Conservaremos tus datos durante el tiempo que siga vigente tu relación con el MCRC. - Si nos pides expresamente que los eliminemos, así lo haremos salvo que exista una obligación legal que nos lo impida o que, por ejemplo, necesitemos utilizarlos para la formulación, ejercicio y defensa de reclamaciones.
Derechos del interesado Podrás solicitarnos el ejercicio de tus derechos por correo electrónico: [email protected], o por escrito a nuestro domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. Puedes pedirnos el derecho a acceder a tus datos, a solicitar su rectificación o supresión, a limitar el tratamiento de tus datos, o a oponerte a determinados tratamientos, a retirar el consentimiento que nos hubieras prestado, a la portabilidad de tus datos o a no ser objeto de una decisión basada únicamente en el tratamiento automatizado. Si no estás de acuerdo con el tratamiento que realizamos de tus datos, puedes presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos: www.aepd.es. Si tienes alguna duda sobre esta Política de Privacidad o el tratamiento de tus datos, escríbenos a nuestra dirección de correo electrónico [email protected], y estaremos encantados de atenderte.

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