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martes 23 diciembre 2025
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El anarquismo

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El anarquismo niega el Estado, el MCRC quiere un Estado con sus poderes separados en origen.

Fuentes:

Radio libertad constituyente: http://www.ivoox.com/rlc-2017-11-30-piensa-veras-audios-mp3_rf_22386747_1.html

Música: Vals de las flores, El Cascanueces, Tchaikovsky.

El rey y la separación de poderes

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El 14 de enero pasado el diario El Mundo publicaba un artículo de Marina Pina con el título Felipe VI reclama la “separación de poderes” como imprescindible para la democracia mientras el Gobierno carga contra el Supremo. Se trataba de una crónica sobre el discurso que el monarca pronunció en la conferencia de embajadores celebrada ese mismo día.

La lectura de dicho titular y posterior cuerpo de la noticia solo puede dar lugar a dos interpretaciones. O el rey no está tan preparado como se suponía, desconociendo lo que sea la separación de poderes, ausente en España, o se trata de un ejercicio más de confusión propagandística del régimen de partidos coronado. No hay otra. De hecho, si esa reclamación regia fuera coherente con lo que implica, debería desalojar la jefatura del Estado de inmediato.

La separación de poderes es un requisito elemental de la democracia explicado por Montesquieu en su obra El espíritu de las leyes (1748). Se trata del principio organizativo que garantiza que el poder no se concentre en un solo cuerpo político. Tales cuerpos políticos son dos: La nación y el Estado. De modo que la separación de poderes se materializa entre quienes respectivamente los encarnan: el legislativo y el ejecutivo. Para ello se precisa de la elección separada de ambos que la instituya en origen.

La independencia judicial, en cambio, concierne a la autonomía de la función jurisdiccional del Estado respecto de presiones externas, ya sean del ejecutivo, del legislativo o de intereses particulares. El judicial no es ni tiene que ser un poder político. Lo que tiene que ser es independiente. Esta independencia es una condición necesaria para que la justicia pueda ejercer su labor con imparcialidad, garantizando el respeto a la legalidad y protegiendo los derechos.

Independencia judicial y separación de poderes no son sinónimos, aunque estén intrínsecamente relacionados. La segunda es una condición estructural que permite la existencia de un gobierno limitado, mientras que la primera es una garantía funcional dentro del ámbito judicial. Sin una separación efectiva de poderes, la independencia judicial carece de fundamento, ya que el poder dominante puede corromper al órgano judicial mediante mecanismos de control político. Este es el caso español.

La confusión entre la separación de poderes y la independencia judicial es un error conceptual que persiste y que es utilizado instrumentalmente para asentar la legitimidad de las partidocracias, incompatibles con aquella, y es fomentada tanto por la ignorancia como por la manipulación. Solo queda resolver si quien escribe los discursos al rey es un manipulador o un ignorante.

El rey desconoce la separación de poderes

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 248 de «La lucha por el derecho» nos explica la diferencia que existe entre separación de poderes e independencia judicial a partir de la noticia que se indica a continuación.

– Felipe VI reclama la “separación de poderes” como imprescindible para la democracia mientras el Gobierno carga contra el Supremo. Edición digital de El Mundo del 14 de enero de 2025: https://www.elmundo.es/espana/2025/01/14/6786bd5de9cf4a2e438b4572.html

Facciones estatales

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En su lucha oligárquica, los partidos del Estado bloquean la libertad política de los gobernados.

Fuentes:
http://www.ivoox.com/rlc-2018-01-18-piensa-veras-audios-mp3_rf_23232128_1.html

Danza española nº10. Enrique Granados

Dalmacio Negro Pavón: maestro de maestros

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Se dice, comúnmente, que las casualidades no existen. Hace aproximadamente diez años estaba haciendo mi doctorado en Ciencias Políticas y por azares de la vida, deambulando por los pasillos de Internet, di con un concepto que, siendo honesto, se me hacía ajeno como abogado y doctorando: ≪la ley de hierro de la oligarquía≫. El mismo me sorprendió. Supe del mismo gracias a un debate, luego recogido en Internet, donde estaba el siempre elocuente profesor Miguel Anxo Bastos con Juan Carlos Monedero ―presumo que ninguno merece gran presentación, mucho menos el segundo de marras―. El profesor Bastos le acotaba a Monedero que su nuevo partido no iba a poder escapar de tal ≪ley≫. Quedé con la duda y en el mismo buscador escribí a ver qué podía encontrar sobre la misma. Les confieso que eso, por exagerado que suene, me cambió la vida.

Me encontré con un vídeo con el título exacto del tema, donde dos jóvenes profesores, los cuales desconocía ―ya luego me entere quienes eran, Armando Zerolo Duran y Alonso Muñoz Pérez―, presentaban la obra de un señor, ya bastante mayor, pequeño, con unos ojos achinados, con un tono serio y parcialmente solemne. Segun leí, un tal ≪Dalmacio Negro Pavon≫. ¡Qué sorpresa!

Al empezar a escucharle quedé atónito, ya que me resultaba imposible que alguien supiera tanto, con tanta claridad y sencillez, sobre una variedad de temas, saltando de uno a otro con una destreza casi olímpica, solamente digna de un atleta mental, un decatlonista de conceptos e ideas. Jamás olvidaré ello, a mediados del 2015, cuando aprendí que yo, de verdad, abogado y doctorando en Ciencias Políticas, simplemente era un ignorante más.

La Fortuna, esa que tanto citaba el maestro Dalmacio en relación con el florentino Maquiavelo ―no «maquiavélico» sino «maquiaveliano», según siempre acotaba siguiendo a Julien Freund, me había permitido conseguir un faro de Alejandría intelectual para guiarme en mundo donde los conceptos no siempre estaban claros, más aún, manipulados por lo hodierno y postmoderno, verdadera pandemia del pensamiento bienpensante y del fundamentalismo democrático ―Gustavo Bueno dixit―, esa religión política o secular ―Voegelin o Aron― que bien trató don Dalmacio en una de sus grandes obras: El mito del hombre nuevo (2009), gran vendaval en contra de lo ideológico y, en especial, de lo bioidelógico, como gustaba expresar a don Dalmacio, del cual, por cierto, mantengo una teoría, según la cual nació con el apelativo «don», antes de su nombre, dado que me resulta imposible referirme a él sin el mismo.

Una vez que yo, un joven venezolano, quien vivía en carne propia un régimen liberticida, fue capaz de ir aprendiendo nuevos conceptos y desaprendiendo otros ya contaminados, producto del magisterio, en aquella época ex lectione, de Don Dalmacio, ello me permitió ir haciendo una revisión y diagnóstico del mal que como nación ―todavía― padecemos, esto es, un régimen de corte autoritario que buscaba cada vez más desde el Leviatán hobbesiano, hoy ya Minotauro ―siguiendo a Jouvenel― apoderarse de cualquier resquicio de lo político y la política ―esa diferencia aprendida gracias al maestro, interlocutor más que autorizado del jurista político alemán Carl Schmitt y del sociólogo y filósofo de las esencias francés Julien Freund― para transitar paso a paso a formas totalitarias modernas, no necesariamente a lo Cuba o Corea del Norte sino en plena zona gris entre un autoritarismo y un totalitarismo clásico, todo producto de la caída de un sistema partitocrático ―igual que el régimen del 78, ese que carcome a la nación española, todavía vigente desafortunamente― en una especie de dictadura soberana schmittiana, arropada por la oligarquía chavista de turno. Sin más, una oligarquía autocrática, aliada a las peores causas de la humanidad ―con el perdón de la expresión, a la cual le tenía tirria el jurista de Plettenberg, ya que mi intención no es engañar― e, incluso, cómplice y financista de muchas causas ideológicas y perversas por el mundo, incluso la que aqueja a España.

Gracias a Dios, ese mismo Dios del que el maestro Dalmacio era un fiel creyente y gran católico practicante, pude conocer la obra de don Dalmacio, la cual no se puede comprender sin su pensamiento cristiano, el cual, aun con esa vena liberal, no luciferina, denunciada por Sardá y Salvany, sino en concreto generosa como defensor de la «tradición de la libertad», del gobierno limitado, no del Estado, artefacto y forma política moderna, expresión que abbastanza recalca en cada uno de sus escritos, desentraña lo que Occidente ―que no es más que el resultado de la herencia de Atenas, Roma y Jerusalén, como bien comenta el maestro en algún lugar― es gracias a la tradición cristiana, con mención especial al viejo continente, en su gran obra Lo que Europa debe al Cristianismo (2003), reflexión teológica, política, social, histórica y jurídica, cuya cultura europea, no olvidaba «nació en los monasterios», reprochando siempre el «rapto» de la misma, en continuidad con el magisterio de otro «don», su gran maestro ―con el respeto de Francisco Javier Conde y Gonzalo Fernández de la Mora, entre otross―, el eximio historiador de las Ideas y de las Formas Políticas, don Luis Díez del Corral, de quien heredó la cátedra complutense el maestro Dalmacio, siendo imposible un mejor y más meritorio legatario.

Ya aquí, con lo comentado, llegamos a uno de los puntos centrales de lo que me permito denominar: la Dalmatii quaestio. El problema o la cuestión dalmaciana, vale acotar, se fundamenta en lo Stato, esa forma política moderna que, en mímesis frente a la Iglesia ―y que me corrija un docto girardiano como Domingo González Hernández, también discípulo del Don in comento―, esa «complexio oppositorum» que define Schmitt en Catolicismo Romano y Forma política (1923), sin ser necesariamente política, condiciona y afecta lo político, como aclaraba don Dalmacio, ya que su función en cuanto a custodia de la verdad, en procura de una correctio de las almas para su paso al allende, propio de la auctoritas que siempre la caracterizó y que ha ido dejando de lado, usurpada por los poderes temporales ―potestas―, queda amilanada por el Great Artifice que Hobbes, previo puntapié bodiniano de su alma, la souveraineté maiestas, en la edición latina― esbozó: el Estado, ese «deus mortalis» bajo el Dios inmortal.

En este sentido, don Dalmacio Negro Pavón ha sido, sin sonar aventurado, el último genio hispano que logró desentrañar, cual titán intelectual, al gran Leviatán. Don Dalmacio, con su inconmensurable sapiencia, solamente superada por su magnánima modestia, pudo escapar del laberinto del Minotauro, que como bien decía él, sobre el Estado y Hobbes, en el brillante prólogo de Sobre el poder de Bertrand de Jouvenel (1945; 1998): «el Estado es el palacio que construyó Hobbes, moderno Dédalo, para albergarlo». Su Historia de las formas del Estado (2010), la cual considero personalmente su opus magnum, junto con su previa La tradición liberal y el Estado (1995), atestiguan el estudio enjundioso del maestro sobre el artificio estatal, aclarando ideas y conceptos, tales como: formas políticas, formas histórico políticas, formas de gobierno, formas de régimen, formas estatales, formas no estatales de lo político, etc.

Con el Maestro Dalmacio era imperativo aprender a diferenciar Gobierno y Estado (2002) ―opúsculo previo a su opus magnum, no obstante, sustanciosa sobremanera―, la primera, forma o institución por antonomasia natural de lo político, y la segunda, una forma política artificial, impersonal, abstracta, amoral, producto de la técnica y el racionalismo de la modernidad ―me excusan lo perogrullo― y, en consecuencia una forma histórica que tuvo una génesis y tendrá su final, como bien preveía Schmitt anunciando el fin de la «época de la estatalidad» ―en el prólogo de 1963 en su Der Begriff des Politischen― y don Dalmacio siempre refrendó, siendo un pensador de la «tradición estatal, no ciertamente estatista», como bien decía el maestro sobre el germano, jurista de lo político, quien desde el magisterio dalmaciano ha tenido excelsos defensores y verdugos de mitos contra la leyenda negra schmittiana, siendo el más destacado Jerónimo Molina Cano, discípulo a carta cabal de don Dalmacio, y a quien debo gracias a su generosidad y amabilidad haberme enviado y tener en mis manos Liberalismo, iliberalismo (2021) o el merecido liber amicorum titulado Pensar el Estado (2022), ambas obras producto del cariño y admiración al maestro, la primera, gracias a la recopilación del profesor de Murcia, y la segunda, tributo de amigos, discípulos y colegas, coordinada por el discípulo ya mencionado.

Debo señalar que, si bien es cierto que no tuve tristemente la oportunidad de tratarle en persona, pude asistir en diversas oportunidades a su seminario privado vía telemática, gracias a la invitación de José Luis Álvarez de Mora, a quien considero un buen amigo, al cual le debo sobremanera haber podido asistir, aun desde la frialdad de una pantalla, a escuchar y ver al maestro en conjunto con el resto de eximios asistentes del mismo, quienes todos, dignos amigos y discípulos ―por fas o por nefas, ya que cuando el maestro hablaba hasta el más docto hacía debido silencio― profesan una amabilidad muy dalmaciana. Y es que recuerdo prístinamente cuando asistí al mismo por primera vez, y que, apenas al ver al maestro y presentarme con entusiasmo le dije: «Don Dalmacio, soy el primer dalmaciano de Venezuela». Y cada vez somos y seremos más, pues su magisterio no tiene fronteras, ocupando y traspasando Grandes Espacios, si me entienden la referencia.

Don Dalmacio, sabio y maestro, profesaba amabilidad, la generosidad a raudales; pienso que, quizás, o mejor dicho, estoy seguro, era sabio y maestro porque era generoso, amable y atento. Y es que el sabio, cual verdadero maestro, no adquiere tal autoridad sólo por su conocimiento y experiencia, sino por la capacidad de transmitir su saber con una sencillez, claridad y humildad que permite al indocto alumbrarlo de su penumbra, cual faro alejandrino, y elevarlo, por un breve momento, a la categoría de sabio, como su igual, dado que no enseña para sorprender o por vanidad y mera condescendencia sino enseña para elevar a quien eventualmente dejará de ser su aprendiz. Y es que el verdadero maestro, más que descender al nivel de su aprendiz, igualándose hacia abajo, lo asciende para que vea el panorama desde lo alto, por sí mismo, alcanzando la verdad, esto es, como diría Jaime Balmes en El Criterio, «la realidad de las cosas». Y si la verdad es hija del tiempo ―veritas filia temporis―, sea por tutela, sea por curatela, dependiendo del nivel de experiencia vital, entonces llegará el momento en que el maestro cesará por el tiempo y el aprendiz, ya elevado, será el nuevo maestro.

En este sentido, siendo que don Dalmacio comentaba con sencillez en aquel sentido homenaje en virtud de su liber amicorum, mientras huía de los elogios, que sólo buscaba transmitir aquello que le enseñaron sus maestros, mas me permito afirmar para siempre y sin duda alguna a don Dalmacio como un verdadero magister magistri, un maestro de maestros. Con pesar nos deja físicamente un sabio, descrito con precisión por don Miguel Ayuso Torres como: «de aspecto sencillo y cachazudo, se torna volcánico por escrito». Claro está, que dicha obra volcánica y colosal seguirá entre nosotros para descubrir y redescubrir ese océano de saberes que nos legó, propio de su labor académica incansable, siempre precisa conceptualmente, con gran ojo avizor, aun con décadas de antelación, propio de su reflexión y estudio diario, así como visión aguda de lo político y la política, sin dejar de lado algún comentario divertido o irónico, característico muchas veces de quien ve lo que ocurre y a veces ríe para no llorar. Y es que entre risas e ironías, la personalidad de don Dalmacio era, más allá de su merecida autoridad, simpática y encantadora que, para muestra de los que lo tratamos, aun en la distancia, he aquí un botón:

Se me ocurre escribirle a su correo personal para, entra otras cosas, preguntarle sobre algunos casos de corrupción en España ―nada nuevo―, concretamente sobre la corrupción en el mundo del fútbol y sobre si consideraba que habría justicia o no sobre el asunto ―confieso que comparto pasión por el mismo equipo de mi querido Jorge Sánchez de Castro y el siempre elocuente Hughes, ambos queridos y allegados al maestro, de lo cual hay evidencias, incluso fotográficas―. La respuesta de don Dalmacio fue tan divertida como su personalidad, la cual, reproduzco íntegramente:

«Jugué al fútbol y era un delantero izquierda, en mi siempre acertada opinión, muy bueno, quizá el mejor que ha habido hasta ahora. Y los penalties, no fallé jamás ninguno. Hubiera podido ser “un Messi”, pero mucho mejor y hacerme multimillonario. Pero me dediqué a la pesca y a la caza, que me gustan más, y nunca me ha atraído verlo o seguir las informaciones deportivas, salvo en casos como éste.
Un escándalo completamente normal en el sistema de corrupción estructural establecido en España durante la “transición”. De vez en cuando salen a la luz casos así, bien por casualidad, promovidos por algún interesado o enemigo político, o para distraer a los súbditos y contribuyentes. Judicialmente se prolongan tanto, que no es raro que acaben olvidándose y mueran de muerte natural alguno o algunos de los implicados antes de la sentencia. Me da la impresión de que, en el caso actual, quieren taparlo tanto el gobierno como la oposición. Si sigue adelante, los chivos expiatorios serán gentes de menor cuantía».

Después de reírme a carcajadas, se me ocurre responderle:

«Maestro, es usted un verdadero genio del sarcasmo. Me he reído sobremanera. Un abrazo enorme. Mis mejores deseos».

Y, por si fuera poco, si no podría haber una respuesta más audaz y elocuente que la primera, la siguiente la superó. Decidan ustedes:

«Lo de que era delantero izquierda y que no fallaba los penalties no es ningún sarcasmo. Como pescador, del montón. Como cazador, dónde ponía el ojo ponía la bala. Todavía hoy».

Damas y caballeros, ese era don Dalmacio Negro Pavón, sin duda y orgullosamente mi gran maestro.

Hasta siempre, maestro.

Donde hay derecho no hay libertad

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Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 247 de «La lucha por el derecho» nos explica la diferencia que existe entre derecho y libertad.

Donde hay derechos concedidos, no hay libertad

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En las encrucijadas del pensamiento político y jurídico, pocos conceptos han sido tan tergiversados y confundidos como los de derecho y libertad. La modernidad nos ha acostumbrado a equipararlos, a asumir que el crecimiento del aparato jurídico es siempre un garante de la libertad individual. Pero esta presunción, nacida de una lógica que se ha alejado de la naturaleza humana y de las condiciones esenciales de la libertad política, no es más que un espejismo.

Para comprender esto, hay que entender primero que el derecho no es fruto de la evolución histórica de los pueblos, como enunciara Savigny, sino resultado de la lucha social constante de grupos de interés (Ihering). Así, el derecho no libera; constriñe. El derecho no emancipa; somete. Donde hay derecho, no hay libertad, porque la verdadera libertad política colectiva no necesita de un aparato normativo para florecer, sino que es previa y fundamento del sistema normativo e institucional.

Uno de los mayores engaños del régimen político actual es hacernos creer que las libertades civiles, consagradas en los textos legales, son equivalentes a la libertad política. Nada más lejos de la verdad. Las libertades civiles —como la libertad de expresión, la propiedad privada o el derecho al voto— son concesiones del poder, otorgadas bajo condiciones que el mismo poder puede modificar y suprimir a su antojo. La libertad política, en cambio, conlleva la facultad de participar directamente en la creación de las leyes. Esta participación solo es posible con la democracia formal, que sustituye la integración de las masas en el Estado de las partidocracias por la representación y la separación de poderes en origen.

El gobernado contemporáneo, privado de auténtica representación política, vive sometido a un régimen de leyes que no ha contribuido a elaborar ni a aprobar. Este sometimiento, revestido de legitimidad jurídica, convierte al derecho en el instrumento por excelencia del poder para disciplinar a la sociedad, limitando sus posibilidades de acción y reduciendo su libertad al estrecho marco de lo legalmente permitido.

La diarrea legislativa y reglamentaria es un indicador de la ausencia de libertad. En una comunidad verdaderamente libre, los principios rectores de la convivencia son simples, claros y universales, y no necesitan de un cuerpo legislativo interminable para su aplicación. En cambio, el Estado de partidos, genera un entramado jurídico tan complejo que el ciudadano queda atrapado en una red de obligaciones y prohibiciones que escapan a su comprensión y control, justificando incluso los privilegios, como la amnistía o el aforamiento.

Este fenómeno no es accidental, sino inherente a la lógica del poder. A medida que el Estado expande su dominio sobre la vida social, económica y cultural, necesita justificar su existencia mediante la producción incesante de leyes. Cada nuevo derecho concedido no es más que un nuevo eslabón de la cadena que ata al gobernado, disfrazada de garantía o protección.

La libertad no necesita del derecho para existir. Es anterior y superior a cualquier construcción jurídica. La libertad colectiva es fundante y fundadora primigenia de las instituciones y del derecho para participar activamente en las decisiones colectivas, transformadora de la potencia política en poderes separados del Estado y de la nación.

Donde hay derecho, no hay libertad, porque el derecho es el instrumento del poder para imponer su voluntad sobre los gobernados. Ya es hora de abandonar la servidumbre voluntaria que nos ata al mito del derecho como garante de la libertad. Mientras las sociedades contemporáneas sigan aceptando la confusión entre derecho y libertad, permanecerán atrapadas en una ilusión que beneficia únicamente a las oligarquías.

La ciencia del poder

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La política es la ciencia del poder y para ser politólogo hay que tener conocimientos de todas las disciplinas.

Antonio García-Trevijano Forte 4 de enero del 2015.

Fuentes:

Radio libertad constituyente: https://www.ivoox.com/rlc-2015-01-04-desmontando-a-prensa-audios-mp3_rf_3915246_1.html

Música: Allegro de la Suite para música acuática nº2 HWV349 de Handel

Un hombre bueno, un padre, un amigo, un maestro, un sabio

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Los catecismos de Ripalda y de Astete, al explicar el Cuarto Mandamiento, en ese antiguo y eficacísimo sistema didáctico de preguntas y respuestas, preguntaban con mucho tino que a quién se había de tener también por padres, además de los naturales (hoy diríamos biológicos). A esa pregunta respondían que a los mayores en edad, saber (o dignidad) y gobierno; entendido gobierno aquí, no tanto en su acepción cratológica de poder o autoridad gubernativa, como sobre todo en el sentido de conducirse, administrarse o gobernarse justa y ejemplarmente a uno mismo y a quienes de uno dependan. Ni que decir tiene que con estos breves libritos, editados por primera vez a principios del siglo XVII, se evangelizó toda la América española y aprendieron sus primeras letras y lo esencial de la religión y teología católicas los españoles de ambos hemisferios hasta al menos la mitad del siglo XX.

Pues bien, atendiendo a esa acepción del Cuarto Mandamiento, y tras abandonar don Dalmacio Negro Pavón este valle de lágrimas el mismo día en que cumplía 93 años de plena y fructífera vida de estudio y de magisterio público, los discípulos y amigos más cercanos al maestro (distinción ociosa en la práctica, por cierto; pues a todos sus discípulos nos honró don Dalmacio con su amistad y su cercanía) y más hábiles con la pluma han rendido durante estos días sentidos y hermosos homenajes en agradecimiento y reconocimiento al maestro, al mentor y al amigo. Es lo que corresponde hacer con un maestro y con un padre intelectual, cuando no espiritual: honrar a su memoria. Y es muy gratificante, y un gran consuelo ante su pérdida, que sus discípulos y continuadores sean tan numerosos y de tanta calidad tanto humana como intelectual, como justamente ha de corresponder a la talla humana e intelectual del maestro.

El que suscribe estas líneas tuvo su primer contacto con el pensamiento dalmaciano allá por 1998, a través de La tradición liberal y el Estado, su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pronunciado en 1995. Encontrarse uno, ya cumplida la treintena y acabados hacía unos cuantos años los cursos de doctorado en Economía, con una obra tan densa y compleja como inclasificable, fue una auténtica cura de humildad para un joven economista liberal que creía, si no saberlo todo, sí lo esencial en lo que tocaba a la política y al Estado. Craso error, frecuente, por cierto, entre los economistas y más frecuente aún entre los economistas liberales. Un error que casi es un marchamo de escuela entre los economistas liberales de la rama austriaco-libertaria, de inspiración rothbardiana. De ahí que leer a Dalmacio Negro fuera para mí, antaño un joven economista austriaco, como descubrir una Terra Ignota, con la añadidura de que ese nuevo continente ya había sido explorado y minuciosamente cartografiado por uno de los más grandes pensadores que ha dado el mundo hispánico en el último siglo.

Leer a don Dalmacio (tratamiento hoy en desuso por abuso, que antaño se reservaba a personas muy distinguidas y ameritadas, y que los amigos y discípulos del maestro reservábamos para él, pues, parafraseando a Sagasta tras el asesinato de Cánovas, con el fallecimiento de don Dalmacio, todos podemos tratarnos ya de tú) no es tarea fácil, ni mucho menos. Requiere tiempo, cierto nivel de conocimiento y formación histórica, filosófica, cultural y teológica previas; de esas que, muy raramente, se dan hoy en la universidad española. Y si no se tienen, como era mi caso, para leer y comprender una página del maestro hay que resignarse a consultar varias veces las obras de referencia. Sin embargo, para todos aquellos cansados de pensamiento ideológico, para aquellos que no se conformen con los lugares comunes de siempre y que de verdad quieran saber y decir algo coherente acerca de las dinámicas históricas; en pocas palabras, para todos aquellos que perciban lo precario, insuficiente, inexacto o, directamente, falso de gran parte del corpus doctrinal de lo que hoy llamamos ciencias sociales, verán recompensado más que con creces el esfuerzo. Comprobarán la diferencia abismal entre el vuelo gallináceo que practican la academia, los prestidigitadores políticos y los llamados «creadores de opinión», y el vuelo del águila.

Este extraordinario trabajo, donde ya se despliega el detallado mapa de esa Terra Ignota, y el extraordinario ensayo Lo que Europa debe al cristianismo, donde don Dalmacio, con el detonante de su justa cólera ante la supresión de cualquier referencia al cristianismo en la nihilista Constitución Europea, remató el exacto diagnóstico de la enfermedad senil que afecta a Europa y a Occidente, el nihilismo, transformaron para siempre mi forma de ver el mundo y de estar en él. Y fueron de enorme ayuda para mí durante mi paso por el periodismo y por la política, pues abrieron mi mente y me preservaron de cometer graves errores personales y profesionales.

Muchos años después, a principios de 2022, y ya fuera de la política y del periodismo, tuve la ocasión de conocer personalmente a don Dalmacio, que me acogió desde el principio, como a uno más y en plano de igualdad junto con sus veteranos discípulos, en el seminario Luis Díez del Corral, que tenía lugar todos los jueves ya por entonces online. Fueron muy pocas las sesiones que me perdí, porque en cada una de ellas aprendíamos algo nuevo unos de otros, y todos del maestro. Y por primera vez en muchísimos años, volví a experimentar algo que rara vez puede hoy experimentarse: el contacto directo con lo bueno, lo verdadero y lo bello.

Muchos han expresado ya con hermosas y sentidas palabras el afecto, la admiración y la deuda de gratitud que tienen con don Dalmacio, un hombre bueno y un auténtico sabio, un maestro, un padre intelectual y un sincero amigo. Las suscribo todas desde la añoranza de su magisterio semanal y desde la obligación (por orden directa suya) de poner por escrito algunas nociones sobre la naturaleza del dinero y del crédito y su influencia en el crecimiento del Leviatán que tuve ocasión de exponer en el penúltimo seminario previo a su fallecimiento, y que al maestro le parecieron interesantes. Dios mediante, esa será mi primer tributo a la memoria de don Dalmacio, que espero dé desde el Cielo su nihil obstat.

La fiscalía: peón de la partidocracia

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El artesano del derecho y asociado al MCRC Pedro Manuel González, que es articulista en este diario y autor del libro La Justicia en el Estado de partidos, va a charlar acerca del papel del Ministerio Fiscal en el entramado del Estado de partidos. Para ello ha sido emplazado a una entrevista en el programa radiofónico Una vuelta por el mundo del canal Informa Radio. La emisión comenzará a las 20:30 horas del día 11 de enero de 2025 y van a poder visualizarla en la cuenta @EstadodeAlarmaTV de YouTube. Disfruten de la retransmisión.

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Sólo mantendremos tus datos durante el tiempo que sea estrictamente necesario para ofrecerte la información que requieras y poder realizar los envíos y realizar un seguimiento de los mismos, y posteriormente durante el periodo que resulte indispensable para poder cubrir eventuales responsabilidades o para la formulación, ejercicio o defensa de reclamaciones. No obstante lo anterior, podrás solicitar la eliminación de tus datos, y en caso de resultar aplicables dichos plazos legales de conservación, se mantendrán bloqueados durante el tiempo que la normativa establezca. En cuanto a nuestro boletín, conservaremos los datos proporcionados en tanto no manifiestes tu voluntad de darte de baja de los servicios.

¿Vamos a comunicar tus datos a terceros?

No cederemos tus datos a terceros excepto cuando se nos requiera por Ley, y en particular, podremos comunicar tus datos a las siguientes entidades, siempre en relación con las finalidades descritas:
  • A los órganos competentes de las Administraciones Públicas en cumplimiento de las obligaciones legales que nos sean de aplicación.
  • A nuestros proveedores de servicios auxiliares, necesarios para el normal funcionamiento de los servicios contratados, incluido el envío de las compras realizadas en el portal. En el caso de que algún proveedor se encuentre en una jurisdicción ajena al ámbito de aplicación del RGPD, te garantizamos que se encontrarán adheridos al Escudo de Privacidad (Privacy Shield) UE - EE. UU. Puedes aprender más haciendo click en este hipervínculo: https://www.aepd.es/sites/default/files/2019-09/guia-acerca-del-escudo-de-privacidad.pdf
    • A nuestros colaboradores, en el seno de prestaciones de servicios, los cuales estarán obligados a su vez a guardar la más estricta confidencialidad.

¿Cuáles son tus derechos y cómo puedes ejercitarlos?

  1. Derecho a acceder a tus datos personales para saber cuáles están siendo objeto de tratamiento y con qué
  2. Derecho a rectificar cualquier dato personal inexacto -por ejemplo, si necesitas actualizar la información o corregirla en caso de que fuera incorrecta-.
  3. Suprimir tus datos personales, cuando esto sea posible. Si la normativa vigente no nos permite eliminar tus datos, los bloquearemos durante el tiempo restante.
  4. Solicitar la limitación del tratamiento de tus datos personales cuando la exactitud, la legalidad o la necesidad del tratamiento de los datos resulte dudosa, en cuyo caso, podremos conservar los datos para el ejercicio o la defensa de reclamaciones.
  5. Oponerte al tratamiento de tus datos personales.
  6. Llevar a cabo la portabilidad de tus datos.
  7. Revocar el consentimiento otorgado -por ejemplo, si te suscribiste al boletín y ya no deseas recibir más información-.
  8. Ejercer tu derecho al olvido.
Podrás ejercitar tus derechos en cualquier momento y sin coste alguno, indicando qué derecho quieres ejercitar, tus datos y aportando copia de tu Documento de Identidad para que podamos identificarte, a través de las siguientes vías:
  1. Dirigiendo un correo electrónico a nuestra dirección: [email protected]
  2. Dirigiendo una solicitud escrita por correo ordinario a la dirección Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid.
  3. Además, cuando recibas cualquier comunicación nuestra, clicando en la sección de baja que contendrá esa comunicación, podrás darte de baja de todos envíos de comunicaciones del MCRC previamente aceptados.
  4. Cuando te hayas suscrito a la recepción de mensajes informativos a través de Whatsapp podrás cancelar la suscripción desde el formulario del Diario donde te diste de alta, indicando que deseas darte de baja.
Si consideras que hemos cometido una infracción de la legislación en materia de protección de datos respecto al tratamiento de tus datos personales, consideras que el tratamiento no ha sido adecuado a la normativa o no has visto satisfecho el ejercicio de tus derechos, podrás presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, sin perjuicio de cualquier otro recurso administrativo o acción judicial que proceda en su caso.

¿Están seguros tus datos?

La protección de tu privacidad es muy importante para nosotros. Por ello, para garantizarte la seguridad de tu información, hacemos nuestros mejores esfuerzos para impedir que se utilice de forma inadecuada, prevenir accesos no autorizados y/o la revelación no autorizada de datos personales. Asimismo, nos comprometemos a cumplir con el deber de secreto y confidencialidad respecto de los datos personales de acuerdo con la legislación aplicable, así como a conferirles un tratamiento seguro en las cesiones y transferencias internacionales de datos que, en su caso, puedan producirse.

¿Cómo actualizamos nuestra Política de Privacidad?

La Política de Privacidad vigente es la que aparece en el Diario en el momento en que accedas al mismo. Nos reservamos el derecho a revisarla en el momento que consideremos oportuno. No obstante, si hacemos cambios, estos serán identificables de forma clara y específica, conforme se permite en la relación que hemos establecido contigo (por ejemplo: te podemos comunicar los cambios por email).

Resumen de Información de nuestra Política de Privacidad.

Responsable del tratamiento MOVIMIENTO DE CIUDADANOS HACIA LA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL (MCRC) Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. NIF: G-86279259
Finalidades de tratamiento de tus datos personales - Atender tus solicitudes de información, comentarios, peticiones y/o consultas en el marco de tu relación con el MCRC. - Atender las solicitudes para el ejercicio de tus derechos. - Enviarte todas las comunicaciones a las que te hubieras suscrito, incluido el boletín (si te hubieras suscrito) y comunicaciones por Whatsapp. - Enviar cualquier compra realizada en la Tienda del MCRC.
Origen de los datos tratados - Nos los has facilitado libremente tú mismo o un tercero en tu nombre. - Los hemos recabado a través de nuestro Sitio Web mediante cookies. Puedes obtener más información sobre este tratamiento en nuestra Política de Cookies.
Base de Legitimación para el tratamiento - El tratamiento es necesario para la ofrecerte la información necesaria en atención a tu condición de asociado del MCRC. - Para determinados tratamientos, nos has dado tu consentimiento expreso (ej participación en una acción; boletín…). - Contrato de compra entre las partes.
Cesión de datos a terceros - Cedemos tus datos a proveedores de servicios, incluidos aquellos relativos al envío de las compras realizadas en la Tienda. - En ningún caso se cederán tus datos a personas ajenas a la actividad del MCRC (ya sean asociados o ajenos a la asociación) y los servicios que nos has sido solicitado. - Cedemos tus datos a determinadas autoridades en cumplimiento de obligaciones legales (ej. Administraciones Públicas).
Plazos de conservación - Conservaremos tus datos durante el tiempo que siga vigente tu relación con el MCRC. - Si nos pides expresamente que los eliminemos, así lo haremos salvo que exista una obligación legal que nos lo impida o que, por ejemplo, necesitemos utilizarlos para la formulación, ejercicio y defensa de reclamaciones.
Derechos del interesado Podrás solicitarnos el ejercicio de tus derechos por correo electrónico: [email protected], o por escrito a nuestro domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. Puedes pedirnos el derecho a acceder a tus datos, a solicitar su rectificación o supresión, a limitar el tratamiento de tus datos, o a oponerte a determinados tratamientos, a retirar el consentimiento que nos hubieras prestado, a la portabilidad de tus datos o a no ser objeto de una decisión basada únicamente en el tratamiento automatizado. Si no estás de acuerdo con el tratamiento que realizamos de tus datos, puedes presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos: www.aepd.es. Si tienes alguna duda sobre esta Política de Privacidad o el tratamiento de tus datos, escríbenos a nuestra dirección de correo electrónico [email protected], y estaremos encantados de atenderte.

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