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jueves 18 diciembre 2025
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EL DIARIO EN 2008

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La preocupación por conseguir un distinguido y claro diseño de nuestro Diario, que considero ya definido, salvo en la página 2 (Panóptica), no debe hacernos olvidar la urgencia de que las ideas políticas y culturales que lo fundamentan comiencen a influir en los núcleos sociales creadores de opinión, antes de las próximas elecciones, gracias a la novedad periodística, rigor analítico, calidad literaria y propuestas razonables de sus criterios democráticos.

La escasez de escritores educados en el espíritu crítico de la libertad de pensamiento; la falta de profesionales de la información que hayan sufrido en sus conciencias la ocultación de la verdad oligárquica del Estado de Partidos, por las empresas a las que han servido para agrandarlas, sin engrandecerlas; la pobreza de la cultura universitaria en humanidades; la comercialización de las ideas tan falsas como vulgares, que impuso el consenso de la Transición; y, en fin, la desconfianza de la inteligencia solitaria en las posibilidades de su acción, fuera de los cauces corrompidos del partidismo, en una sociedad que nunca la ha admirado, explican los lamentables retrasos en la inauguración de un Diario digno de la República Constitucional y de la democracia representativa.

Nuestro problema ya no está en el diseño, aunque todavía están pendientes de diseñar las páginas de Cartas al editor (reservada a los miembros del MCRC) y la de comentaros libres. Esto no lo podremos hacer hasta que, consolidado la edición del Diario los Lunes, Miércoles y Viernes, publiquemos su numero 1. No puedo adelantar fechas, pues aun tenemos problemas para cumplir la edición de dos números semanales, con artículos de calidad literaria y analítica de la actualidad politica. Muchos de los artículos que recibo no son publicables. Sea porque son intemporales, como si el Diario pretendiera ser, lo que no quiere ser, una Revista intelectual, sea porque dicen la verdad como si ésta fuera una simple opinión, sin fundarla en criterios de razón o en hechos de evidencia.

Todos estos defectos se habrían evitado a tiempo, si los comentaristas de mis ensayos en este blog hubieran continuando haciendo aquí esa labor, respecto de los artículos aparecidos en los números ceros del Diario. De ese modo se habría evitado que algunos de los articulistas se consideren discriminados, o crean erróneamente que he puesto demasiado alto el listón de calidad. Pido una vez más a los lectores del Diario que mientras no esté en funciones la página de Cartas al editor y la de comentarios libres, hagan aquí la crítica sistemática de todo lo que aparece en el Diario.

Nosotros no pretendemos informar sobre todo lo que se puede leer, ver y oír en los medios de comunicación, sino solamente de aquello que se silencia o se deforma por ellos. He querido dar ejemplo no solo con los editoriales del Diario, y algunos artículos publicados en Panóptica y Criterio, sino sobre todo con la creación de una cuarta página sobre noticias excepcionales. La respuesta de los lectores potenciales ha sido fulminante. Los dos artículos, sobre el asesinato de Bhutto y la metedura de pata de El País, han recibido más nuevos lectores en una semana que el resto del Diario en el mes anterior.

Las cifras estadísticas en este momento, a los 50 días del primer número cero, son éstas: 21 mil páginas vistas; 8.260 visitantes y 2.300 lectores diferentes. Considerando que el Diario aun no tiene un sitio propio en la Red, y que no lo hemos anunciado, esas cifras me sorprenden agradablemente, pues el grado de compromiso de nuestros lectores no admite comparación con los de las demás publicaciones.

Es muy difícil que el autor reconozca la falta de originalidad o de interés de sus textos. Para evitar injustificados disgustos cuando los artículos no sean publicados, y ahorrarme el esfuerzo añadido de corregir textos de otros, he decidido delegar todas las funciones de Director del Diario en Oscar Martínez, porque creo que es el que mejor ha comprendido la finalidad Diario y el tipo de artículo que se debe publicar. Miguel le ayudara en todas las tareas administrativas. A partir del número que editaremos esta noche y mañana, todos los autores de textos publicables (por su extensión, pertenencia a la actualidad, calidad intelectual y relación con la columna a donde se destina) deben enviarlos al correo de Oscar. Si no lo tienen, Miguel se lo dará. Por supuesto, estaré en estrecho contacto con Oscar.

Cuando hayamos consolidado la publicación del Diario tres veces a la semana, crearemos una quinta página con el epígrafe “Noticias esperadas”. Donde se pueda ver como sin libertad politica ni de pensamiento, nada nuevo o imprevisible sucede en el mundo de la partitocracia, ni en el de la cultura. Y en ese momento pasaremos a la publicación diaria, pues sin esa constante presencia es muy difícil influir en la opinión publica.

Contestaré a todas vuestras preguntas, sugerencias o juicios críticos sobre los números ceros publicados.

FUNCIÓN DEL DISEÑO

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Los buenos diseños de un periódico, además de procurar las sensaciones agradables y las funciones utilitarias de los diseños industriales, cumplen una función pedagógica para los que lo escriben y leen. Les enseñan como hacerlo para que la lectura sea más rápida y el mensaje transmitido, mejor asimilado. Cuando nacieron los modernos periódicos, el diseño de la parte informativa apenas se diferenciaba de los ideados para opiniones y recreos.

Poco a poco se ha ido olvidando que la invención de la página escrita en varias columnas, obedecía tanto a facilitar la rapidez de lectura, como a la ordenación de las materias en una clasificación de las noticias y opiniones según el orden de valor que les daba el editor. Cuando los titulares que encabezan las noticias se extienden sobre el mismo número de columnas en diversos periódicos, se evidencia que, por encima de la competencia, hay un consenso informativo.

El nacimiento de un Diario de la verdad=libertad está obligado a dar a su diseño la estructura que permita comprender, sin dificultad, cual es el método adoptado para clasificar las materias tratadas. Una claridad que, en la complejidad de las sociedades actuales, no se desprende de la simple separación de noticias y opiniones, ni de la división del periódico en las tradicionales páginas de política nacional, política internacional, sucesos, sociedad, cultura, economía, deportes, espectáculo y recreaciones o pasatiempos. Por ejemplo, las noticias internacionales, de economía o deportes, tienen dimensionas políticas nacionales. La distinción entre sociedad y cultura es un misterio periodístico que nadie descifra.

El Diario español República Constitucional obedece al diseño de la triada. Las ciencias comenzaran a existir cuando separaron en clasificaciones diferentes los géneros y especies de los reinos animal, vegetal y mineral. Las tres funciones sociales de los pueblos indoeuropeos (guerrera, sacerdotal y productiva) determinaron la estructura trinitaria de la mitología y la teología. El pensamiento siempre ha sido subyugado por el equilibrio dinámico de la tesis, la antítesis y la síntesis. El número tres simboliza el equilibrio básico de la pluralidad. Derecha, izquierda, centro.

El numero tres de la futura forma republicana del Estado me dictó el logotipo de la cabecera; la elección del tipo de tres columnas en toda la estructura del Diario; la división de la portada en tres secciones (la crónica del como si, lo enemigo de lo natural y el editorial); la programación de la página titulada Panóptica política, para que se desarrollen en tres columnas diferentes las tres ideas-fuerza del MCRC (unidad nacional, sistema electoral mayoritario, presidencialismo en la forma de gobierno); y finalmente, las tres perspectivas de los principios y valores del MCRC (lealtad, verdad, libertad), que inspiran el Criterio democrático desde el que se mira y se juzgan, en tres columnas de la pagina 3, la deslealtad del Estado a la sociedad civil (deslealtad institucional de los organismos y órganos del Estado de Partidos), la impostura mediática que oculta esa deslealtad con ideologías estatales, y la deslealtad de los propios particulares a sí mismos y a su dignidad, mediante actos continuos y masivos de servidumbre voluntaria a la deslealtad de sus gobernantes. .

Son normales las dificultades que encuentran los escritores del MCRC para acomodar sus criterios de verdad, instalados en sus conciencias, a las exigencias de esta nueva estructura científica del periodismo, que rompe las formas tradicionales de redactar crónicas de actualidad y artículos de opinión. La manera mas rápida de llegar al dominio de los géneros periodísticos exigidos por el Diario español de RC, es procediendo de la misma manera que al desarrollar, en este blog, la Teoría de la República Constitucional. O sea, comentar aquí los textos de la portada, y estudiar minuciosamente los motivos de cada corrección, supresión o complemento a los artículos enviados para su publicación en el Diario.

DISEÑO DEFINITIVO

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En el último diseño de la portada del Diario he realizado algunos cambios que han mejorado sensiblemente la estética. Siguiendo las sugerencias de los comentaristas más expertos, he reducido la dimensión del logotipo, hasta el límite que no altera la calidad de la creación original de Miguel. También se ha degradado el azul de la cabecera y del faldón hasta fundirlo con el blanco marfil de la página. He disminuido y equilibrado los título de conexión a las paginas 2 y 3, para dejar un espacio entre Panóptica y Criterio, destinado al anuncio de las columnas de la página 3. Para que el diseño de la portada sea definitivo, solo falta eliminar las líneas de la ventana de la fotografía y degradar sus bordes, si fuera posible, hasta que parezca surgir de la propia página.

En dieciocho días, los datos estadísticos del diseño y contenido de la portada del Diario son estos: 3.400 visitantes, muy poco más de 1.000 lectores diferentes y 8.300 páginas leídas. La cifra de lectores confirma mi cálculo sobre el número actual de miembros y simpatizantes del MCRC. Teniendo en cuenta que el Diario se reduce por ahora a una sola página y que aun no lo hemos anunciado, estamos en la misma situación de una revista que comenzara su publicación teniendo 1000 suscriptores. No es mucho, pero es una base firme de partida. Todo dependerá de la riqueza de contenido de la página (on line) Panóptica y de la calidad de los artículos de la página Criterio.

No quiero ocultar mi desencanto con los cronistas y articulistas que pretenden escribir en el Diario. Esperaba que fueran más conscientes de su responsabilidad. Tanto en el envío a tiempo de los textos, como en la calidad exigida. Hoy he tenido que componer casi por completo la portada. El texto de Fernando, muy corto, pero muy bueno. La crónica de Tony, demasiado larga, poco estructurada y sin ir acompañada de los hechos significativos, que debe seleccionar el cronista. Así no puedo continuar. Sería engañarnos. Hasta ahora solo Oscar, David Serquera y Fernando no han necesitado mi supervisión. Me cuesta más tiempo corregir y completar, respetando el punto de vista del autor y su estilo, que escribir nuevos textos. Y sigo sin comprender por qué no se ajustan las crónicas al espacio dedicado a ellas en el Diario.

Los cuentos de Tony son excelentes para la página 3. Puede hacer uno diario. Y sería una sección fija, con foto o caricatura, muy atractiva. Mientras no esté diseñada esa página, ruego a los comentaristas que no pongan en este blog sus artículos. Solo contestaré a los comentarios sobre el diseño, contenido de la portada y propuestas de crónicas del como sí.

La página 3 comenzaré a diseñarla tan pronto como vea los diseños que están preparando, los más expertos, sobre la página “on line” Panóptica. El trabajo de Miguel es muy bueno y alentador. Me satisface por completo. Pero me preocupa la dispersión que observo en los últimos comentarios. Dan la impresión de que consideran más urgente la difusión del Diario que su creación. Y me alarma la falta de noticias sobre el estado en que se encuentran los proyectos de diseño de la página Panóptica.

Retrasaré la publicación del número 1 del Diario todo el tiempo que haga falta hasta contar con un buen diseño de las páginas 2 y 3, y con unos escritores que no solo digan la verdad, como lo hacen, sino que la expresen con la originalidad, el vocabulario, el rigor gramatical y la finura de estilo que requiere la elevación cultural de los primeros repúblicos. Creo que lo podemos conseguir si os empeñáis en esa tarea. Y si releéis varias veces en tiempos separados lo escrito, veréis que está sobrado de frases hechas y repeticiones, hasta de palabras en un mismo párrafo, Para mí, lo más urgente es recibir textos que no tengan necesidad de correcciones. El cuidado en la escritura consiste en llevar al teclado lo que está bien concebido, bien pensado y redactado con la claridad de la oración sujeto-verbo-predicado. El propio acto de escribir bien obliga al proceso de estar pensando bien cada frase. Pues en la forma de construirla se compromete la singularidad mental y cultural del escritor.

He recibido algunos ejemplares de mi libro Ateismo Estético, editado en Méjico e impreso en China. Creo que estará en librerías hacia mediados de Enero. La edición es muy lujosa. Aunque la letra es un poco pequeña, resulta fácil de leer y la portada es muy atractiva. Espero que el peso del papel couché corresponda al del cuerpo literario “echado” sobre él. Y recomiendo a mis amigos que lean con mucho detenimiento el capitulo dedicado al “Arte de pensar y de mirar el arte”. Tal vez les sirva para escribir como se puede esperar de su inteligencia y cultura.

ENMENDAR ERRORES

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En todos los procesos de creación de una obra, sea ésta artística, científica o cultural, se cometen errores. La propia dinámica del proceso los descubre y la intuición del impulso creador, los enmienda. A las gentes vulgares les humilla reconocer que se han equivocado. Los gobernantes jamás confesarán sus errores de gobierno. Los ignorantes, tampoco. La unión de ambas categorías produce el fenómeno de la infalibilidad del imbécil.

La creación de un Diario digital, basado en la identidad de la verdad politica con la libertad colectiva, es una obra cultural extremadamente compleja, porque debe encontrar la síntesis de lo revolucionario y lo tradicional. Creí que lo tradicional podría incorporarse al formato, y que lo revolucionario estaría en el contenido. ¡Qué error de concepción! ¡Como si la forma y la materia pudieran juntarse sin inherirse! Este grave error
ha causado la mediocre calidad de las colaboraciones, pese a estar escritas con claridad y pensadas desde la original perspectiva de la libertad politica.

Entristecido por la falta de comprensión a lo que estoy pidiendo, caí de repente en la cuenta de que la única responsable de la falta de excelencia en los diaristas, era mi mediocre idea sobre el diseño y las secciones fijas de la primera página. Primero tuve la estúpida ocurrencia de suprimir los títulos de las secciones para ganar espacio, dada la imposibilidad de recibir textos muy breves. Pero no era el Diario quien debía de adaptarse a los escritores, sino éstos a él.

Recordando la mayor calidad de rigor y de expresión de algunos comentarios a las reflexiones de la Teoría de la República Constitucional, comparados con los textos enviados al Diario, comprendí enseguida cual había sido mi error. Frente a conceptos nuevos y difíciles, se producían comentarios excelentes. Frente a la nada, a solas con la imaginación crítica, nacían productos algo originales, pero mediocres. Y ahí pude ver cual era la solución al error cometido en el formato del Diario.

Lo ilustraré con el ejemplo de la palabra crónica, como título de una sección fija. Tenía razón nuestro amigo D’Anton cuando decía que no sabíamos escribir crónicas políticas. Jaime demostró que sabía hacerlas. Pero al dar coherencia a distintas noticias sin aparente relación, la crónica convierte en sistema a todo mero régimen de poder (dictaduras, oligarquía de partidos estatales). La crónica es, por su género literario, eminentemente conservadora. En España, las crónicas de la actualidad política son todas monárquicas, aunque algunos cronistas sean republicanos. Nuestro Diario no puede practicar los géneros de periodismo de los últimos 70 años.

Tuve vergüenza de haber pedido a los escritores repúblicos lo que no me podían dar, sin tener un lema que orientara sus pensamientos hacia una crítica profunda de la obscura situación actual, contrastándola con la brillante solución de los problemas estrictamente políticos que ofrece la verdad = libertad. Ese lema no podía salir de la conservadora idea periodística de la crónica. Lo comprendí al leer las injustas criticas de un comentarista, que nos acusaba de querer retirar del Gobierno al PSOE para poner al PP, como si fuéramos sucursal de la COPE o de El Mundo.

Por esas razones y otras, que no tengo tiempo de explicar, he concebido el que espero sea el diseño definitivo de la portada. Haré todo lo que sea posible, pues no depende mí, sino de David López, para publicar mañana por la tarde el Diseño 000; con editorial, otro titulo para la columna destinada a la actualidad, que yo mismo escribiré para que sirva de pauta, y el texto de Oscar con la primera fotografía ad hoc.

Para no cometer nuevos errores, la página 2, que se está diseñando, se anunciara en el faldón de la portada, con el título de “Panóptica del Régimen”; y la página 3, con el título de “Criterio Político”, se concibe bajo este prisma para distinguirnos de todas las secciones de Opinión de los periódicos. Pues el criterio, al tener que fundamentar las meras opiniones, las convierte en otra categoría periodística. Los repúblicos no tendrán opiniones, sino criterios.

Como es natural, mientras los diseños de las páginas 2 y 3 no estén definitivamente aprobados, he ordenado retirar de la portada las conexiones a los artículos ya publicados.

DISEÑO 00

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Todavía necesitaremos varios números de ensayo hasta que el diseño responda al contenido y la finalidad editorial. Hasta hoy he trabajo solo para poder presentar un esquema gráfico sobre el que discutir colectivamente para mejorarlo. Si no lo hubiera hecho de este modo, todavía estaríamos hablando en el vacío. Sé lo que busco, pero carezco de los conocimientos técnicos mínimos, que el arte gráfico requiere, para encontrarlo.

De ahí la temeraria novedad de que haya lanzado a la publicidad algo que normalmente debe quedar secreto hasta su definición última. Una temeridad que escandaliza a todo experto profesional del periodismo, como si estuviera cometiendo un acto de profanación de los misterios de la creación mediática. La competencia para fundar un nuevo medio no es diferente de la exigida para cualquier otra empresa editorial. No hay razones objetivas, salvo las de mercado, para mantener en secreto el proceso de su creación.

En mi caso, la necesidad de ser ayudado en público ha obtenido el concurso de la virtud colectiva que se desarrolla ante lo necesario. Las críticas de carácter estético, tienen fundamentos objetivos. Por eso he comprendido en el acto las que deben ser obedecidas. No tienen, en cambio, justificación funcional las sugerencias que he recibido para aproximar nuestro diseño al que parece gustar a los usuarios habituales de Internet. Pues nuestra finalidad no es adaptarnos a los gustos imperantes en la cantidad, sino difundir los adecuados a la calidad.

Es irrenunciable mi propósito de que el Diario se parezca más a la prensa tradicional que a la digital. Y que nuestros lectores, pudiendo imprimir en un solo folio la portada, puedan leer su contenido sin necesitad de buscar continuaciones en otras páginas. La ausencia de publicidad nos permite disponer de mayores espacios que los demás medios digitales. Si llegamos a editar un Diario de 8 páginas, como es mi propósito, equivaldría en espacios informativos y reflexivos a los medios digitales de 16.

El verdadero problema que no esperaba encontrar es la resistencia de los articulistas a respetar las instrucciones sobre la dimensión de sus textos. Aunque no tengan experiencia de escribir en periódicos, me resulta incomprensible que no entiendan la imperatividad de las directrices del editor. A partir del diseño nº 000, no leeré siquiera los textos que excedan de dos páginas del ordenador, ¡aunque fuera Nietzsche quien me los enviara!

Los de portada tendrán la dimensión que se ajuste al formato de las tres secciones, tal como hago hoy en la columna editorial. Los títulos de las columnas ya no son necesarios puesto que todos saben ya cual es el género periodístico de cada una. Y al suprimirlos ganamos hacia arriba el espacio suficiente para que la portada coincida con las medidas de la impresora.

Cada día podremos un punto rojo, naranja o verde, como si fuera un semáforo político, a los hechos más significativos de la jornada, como valoración de los mismos, según el criterio de la lealtad-verdad-libertad.

Seguiré presentando en este blog cada variación de diseño, para que de este modo no se acumulen los comentarios y sea más fácil el trabajo de seleccionar críticas y textos. Como veis, el Diseño 00 es mucho más estético y funcional que el 0. La frase “veritas sive libertas” no es necesaria. Está contenida en las iniciales del Logotipo y en el faldón que anuncia a los escritores de la Libertad. El acento rojo sobre República no solo tiene valor simbólico de la sangre derramada por ella. Es un punto estético de vitalidad, con funcion análoga, en la composición de la cabecera, a la diminuta imagen blanca que ponía el gran pintor holandés, Joaquín de Patinir, en todos sus paisajes.

A partir del siguiente nº, Oscar se hará responsable de la columna central de la portada, y Rafael Serrano de la edición de los seis escritores diarios de la Libertad. También habrá enseguida un responsable de la primera columna de la portada. Así podré concentrarme en la concepción de una nueva página para los diaristas de la lealtad, con diseño más cercano a los de Internet.

DIARIO ESPAÑOL

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Ha llegado el momento que esperábamos. Estamos preparados para emprender la edición de un Diario Español de la República Constitucional, digno de su nombre. Hemos necesitado 18 meses para formar un equipo de escritores leales a la verdad, la libertad política, la libertad de pensamiento, la competencia profesional y la finura de espíritu. No porque diéramos por supuesta una falta de inteligencia, honestidad y cultura entre los españoles actuales. Defecto imposible de existir en una sociedad civil que ocupa una destacada posición mundial en la esfera de la economía. Pero si porque damos por comprobado, y a la vista está, que a la Monarquía de Partidos la sostiene una sociedad pública caracterizada por la mentira, la incompetencia y el cinismo. Ni una sola Institución politica o cultural es merecedora de respeto.

Hoy tengo la satisfacción de presentaros el diseño del nº 0 del Diario Español de la República Constitucional. La sencillez de su formato obedece a la propia naturaleza de una publicación diaria, que no se propone competir con los periódicos de información, ni aumentar la intoxicación ambiental producida por la avalancha de noticias y la repetición propagandista del pensamiento único.

Sin una jerarquía de valores culturales, objetivamente valiosa, los personajes y los hechos no se sitúan en el sitio que les correspondería, según el orden de méritos o de trascendencia positiva de las acciones, sino en el lugar propiciado por el oportunismo rampante del arbitrio de los poderes mediáticos y políticos. Un inteligente ministro de Franco, supremo traidor a la causa dinástica de la Monarquía, me explicaba la alta posición politica y social de los pequeños hombres de la dictadura, del mismo modo que la ubicación de las escupideras en las copas de los árboles. Sin saber que allí las había puesto una riada, nadie lo comprendería. Antes de que las mangueras de la verdad limpiaran los residuos de aquella épica de sangre y barro, otra inundación exorbitante de mentiras y corrupciones, la farsa monárquica del continuismo sin continuidad, colocó las letrinas de la urbe en los áticos del poder, la cultura y el prestigio. Las olemos cada día.

Todo diseño es un objeto de arte, en funcion de la virtud que pretenda desarrollar con su contenido. Ninguno es objetivo o neutro. Su belleza estética es funcional. Nuestro diseño no esta concebido para propiciar el atractivo de las virtudes éticas, que se presuponen en el lector de este Diario, sino la utilidad social de las virtudes dianoéticas o intelectuales. Las que no se adquieren por instinto o hábito, sino por la instrucción o la experiencia. Las virtudes que orientan o dirigen la acción politica y cultural de la verdad y la libertad. Por esa razón funcional, nuestro diseño no podía imitar, ni parecerse, al formato de ningún periódico digital.

Tanto el grafismo como la tonalidad del color evocan, en el logotipo y el diseño, sentimientos de serenidad mediterránea ante los acontecimientos que han jalonado de sufrimiento y esperanza la historia de la acción humana. El respeto a lo natural, se une en un solo cuerpo de escritura, a la crónica de la verdad, la reflexión editorial de la libertad y los escritores de la lealtad. La república de los repúblicos y la democracia politica de la modernidad germinan ya en el formato del periódico. Por eso me parece bello.

El logotipo ha sido dibujado por nuestro Miguel, siguiendo paso a paso las instrucciones de mi concepción. Las tres columnas griegas evocan la democracia y el hecho de que la instauración de un nuevo tipo de República sea la tercera expresión republicana.

Lo demás no necesita ser explicado. Salvo que me hago editor personal para hacer frente a los gastos financieros y a las responsabilidades legales que se deriven de la publicación. Pues de sobre conocéis la dificultad de encontrar un director valeroso. Que sigo buscando para cumplir ese requisito legal.

Para acceder al diseño debéis pinchar en la conexión que figura a la cabeza de los enlaces puestos en mi blog, con el titulo “Diario de la RC”. Los que tengan el navegador Mozilla también pueden acceder a través de la web http://www.exedoo.com Pues el Explorer comete muchos errores, entre otros reproducir la cabecera dejando todo lo demás en blanco, o juntando renglones en las páginas de los escritores. Para volver a la portada se debe pinchar el logotipo.

Espero con impaciencia vuestros comentarios. Leeré con suma atención todas las sugerencias que puedan mejorar el tipo de letra, o cualquier detalle del diseño, por mínimo que sea.

A partir de este artículo no escribiré nuevos ensayos en mi blog, que permanecerá abierto para que, en los comentarios a este último escrito, expreséis vuestras opiniones sobre los números 0 del Diario, y redactéis artículos para las distintas secciones del periódico, salvo el editorial y el florilegio.

Este sistema provisional durará hasta la publicación del ejemplar nº 1, donde ya funcionaran los enlaces a los comentarios y las cartas al editor. Éstas se reservan para los miembros actuales y futuros del MCRC, previa petición de la clave al coordinador administrativo de la edición, puesto que ofreceré a Miguel. Esto supone que el solicitante expresará que es ya miembro conocido del MCRC, o que lo hace en el instante de la petición, por aceptar sin reservas la Declaración de Principios y Valores del “Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional”, indicando el lugar de su residencia, para que se vaya formando un archivo de miembros por mónadas de distrito, que será la base orientativa del momento en que debe convocarse la Asamblea Constituyente del MCRC.

Sólo queda por expresar mi profunda gratitud a todos los que me han ayudado a la elaboración gradual de la Teoría de la República Constitucional y, ahora, contribuyen activamente al éxito de este excepcional y único Diario de la lealtad pública y la adhesión intelectual a la verdad=libertad. Gracias. Gracias. Gracias.

SOMOS REPÚBLICOS

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Desde la muerte del Emperador del Sacro Imperio y Rey de Sicilia, Federico II de Hohenstaufen (1250), hasta la obra de Marsilio de Padua (“Defensor pacis”, 1324), en tan solo 74 años, se desarrolló la revolución intelectual, social y política que dio lugar al nacimiento del Estado y del republicanismo moderno.

La vivacidad y brillantez del Renacimiento amortiguaron las resonancias de las innovaciones políticas de la época que lo engendró. Y las luminarias medievales de Roger Bacon, Aquino, Dante, Giotto, Escoto, Occam, Lulio o Marco Polo, dejaron en las sombras del olvido a los creadores de aquel republicanismo que sintetizó el gran Marsilio, como concepto diferente de la virtud romana, idealizada por Maquiavelo siglo y medio después.

La investigación histórica realizada por N. Rubistein (1982), sobre la ideología de las ciudades italianas que se independizaron del Imperio, tras la muerte de Federico II y la traducción de “La Política” de Aristóteles, ha facilitado el acceso a la originalidad del pensamiento republicanista, especialmente en las obras de Brunetto Latini (canciller del primer gobierno popular de Florencia); Ptolomeo de Lucca (prefería la República por analogía de las ciudades italianas con la polis griega); y fray Remigio de Girolami (“quien no es ciudadano no es hombre”).

Lo más interesante y aleccionador fue el hecho de que un nuevo concepto de República, diferente del romano, se anticipó a la ideología monárquica, tan pronto como aquellas ciudades italianas se encontraron liberadas, sin proponérselo, de la potestad del Emperador fallecido. Donde no había un “suzerain” feudal, la Ciudad tuvo que levantar la autoridad política sobre la estructura de la sociedad civil, dividida en las categorías correspondientes a la tripartición funcional de los pueblos indoeuropeos (sacerdotes, guerreros y productores). La modernidad de los repúblicos unió la estabilidad política de la ciudad a la estructura gremial de su economía. Las Repúblicas gremiales se sentaron en una civilidad natural que luego rompió la soberanía de los Príncipes.

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua distingue con precisión lo que significa ser republicano o republicana, respecto de lo que supone ser repúblico. Mientras que lo republicano se refiere a todo lo perteneciente o relativo a la República, lo repúblico solamente designa las personas capaces de desempeñar oficios públicos, versadas en la dirección del Estado y competentes en materia política.

Basándome en ésta distinción, justifiqué la impropiedad de llamar republicanos a los que, estando bajo una Monarquía, se declaran promotores de un tipo de República radicalmente diferente de todos los que existieron en el pasado. La voz republicano se refiere, en la España monárquica, a los partidarios de restaurar la segunda República Parlamentaria, o la primera Federal, es decir, a personas no versadas en la dirección del Estado, ni competentes en materia política. El sentido de la voz “repúblico”, un neutro sin femenino, lo expliqué en los artículos “Repúblico” y “República en potencia”, publicados aquí los días 1 y 3 de junio de este año.

Fueron forzosamente repúblicos, y no simples republicanos, los revolucionarios que, siendo competentes en materia política, por haberla extraído de las experiencias de la historia y de los grandes pensadores antiguos, tuvieron que crear Estados independientes, como sucedió a los republicanistas medievales y a los fundadores de EEUU. También lo son quienes ahora han ideado y asimilado un tipo democrático de República Constitucional, que supera las impotentes Monarquías y Repúblicas de Partidos, para resolver los problemas de la libertad política y de los nacionalismos interiores, dejados sin solución europea por, y desde, la Revolución Francesa.

Sorprende el paralelismo existente entre los repúblicos medievales, que prefiguraron el Estado, dando potestad política estable a la sociedad civil de las Ciudades independizadas del Sacro Imperio, y los repúblicos americanos que crearon el Estado Federal estadounidense, dando su control a la sociedad civil de las colonias independizadas del Imperio británico. La conciencia de la necesidad de una sola autoridad política se derivó de la exigencia de dar status permanente, o Estado, a la sociedad civil.

En Europa, la historia de las vicisitudes del Estado y de las ideas políticas, a partir de la Revolución Francesa, no solo ha sido diferente o divergente, sino opuesta. No es momento de explicar las causas materiales o espirituales que desviaron al Estado de su fuente original. Me limito a llamar la atención sobre la nefasta ideología que construyó el concepto de soberanía, en lugar de potestad, desconocido en la antigüedad y en los estadistas norteamericanos, y que lo ha mantenido bajo todas las formas de Estado y de Gobierno. Pues la soberanía no solo fue “leitmotiv” de las monarquías y las filosofías que las legitimaban (Bodin, Hobbes), sino también del pensamiento revolucionario que las combatió (Rousseau, Robespierre, Lenin).

La soberanía, cualquier soberanía -la popular, la de clase social, la parlamentaria, la de partido único y la de partidos estatales- es incompatible con la libertad política y con la democracia política. La simple idea de separación y equilibrio de poderes estatales hace imposible la soberanía indivisible de alguno de ellos.

El Estado de la República Constitucional tendrá la potestad exclusiva de sancionar las leyes, de darles fuerza coercitiva y de ejecutarlas, pero ninguna soberanía sobre la sociedad civil que lo fundamenta y legitima. Por eso tiene tanta importancia, para los actuales repúblicos españoles, conocer la filosofia de la sociedad civil (económica), sobre la que Marsilio de Padua construyó la teoría del moderno Estado, laico y republicano. Pues la “res publica” es la sociedad civil; la República, su ordenamiento político; el Estado, la representación legal de su potestad.

Marsilio definió la sociedad civil y el Estado, con la ayuda de Jean de Jandun, profesor del Colegio de Navarra: “Para vivir de modo suficiente, los hombres se han asambleado a fin de buscar y entrecomunicarse naturalmente los diversos productos necesarios. A esta asamblea, así realizada y con suficiencia para satisfacerse, se la ha llamado Ciudad. Como el hombre de una sola profesión no puede procurarse las cosas para la suficiencia de su vida, ha sido precisa la reunión de diversos oficios u órdenes, que son las partes de la sociedad, en su multiplicidad y diferenciación”.

Consciente de la división tripartita de las funciones sociales, Marsilio excluyó el orden sacerdotal y el guerrero de la potestad politica, para atribuírsela al tercer orden, el de productores, la “melior pars”. La parte que Locke consideró la más inteligente, y Friedrich, la más valiosa. El tercer estado de Sièyes. La parte que, después de la perversa transformación de los órdenes funcionales en tres mentalidades sobre el sujeto de la soberanía, he llamado tercio laocrático.

El afán de conquista de la soberanía politica transformó la tripartición natural de las funciones sociales, en las tres mentalidades ideológicas que martirizan el mundo moderno. El autoritarismo militar-eclesiástico tradicional o de partido único del Estado Totalitario; el liberalismo de la mano visible de los planificadores y dominadores del mercado económico; el socialismo o socialdemocracia de la economía de bienestar, que redistribuye las rentas según las apetencias oligárquicas del mercado político.

Pese a creerse moderna, la polémica anarco-liberal, sobre el Estado mínimo, continúa en la anacrónica órbita astral de la soberanía. Y es lógico que se mantenga hasta que la sociedad civil recupere el control del Estado. Pues si ningún poder estatal fuera soberano, y el poder legislativo correspondiera a la sociedad civil, como en la República Constitucional que proponen los repúblicos españoles, la mayor o menor extensión de las competencias estatales sería indiferente para la libertad politica.

La embriología explica en qué estado del germen se producen las mutaciones que originan la progresión individual de las especies. Para crear una nueva especie democrática de Estado, debemos retroceder, en la evolución del pensamiento político, hasta los repúblicos medievales que desconocieron la soberanía, y dieron la potestad a la representación civil. Más que por su idea profana del poder, Marsilio ocupa el más alto rango en la ideación del mundo moderno, por haber descubierto la representación política. Algo inconcebible en el mundo greco-romano. La representación monádica de la sociedad civil, en la Asamblea Legislativa de la República Constitucional, retira del Estado la soberanía, y le da la potestad ejecutiva de las leyes y de la Administración pública.

ACCIÓN GRADUAL

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Si no es utópica ni puramente descriptiva, si contiene algo de orden normativo o prescriptivo, toda teoría política es una llamada o convocatoria social para realizarla en la sociedad y en el Estado. Entendida como los pensadores franceses que la crearon, la filosofia de la acción no tiene esa finalidad. Solo se interesa por la naturaleza metafísica y óntica de la acción humana. Para evitar repeticiones sobre la acción política que reclama la teoría de la República Constitucional, me remito a los artículos “Esquema Republicano” y “Proceso Republicano” (dos y cinco de julio pasado), de los que el presente ensayo es su continuación.

Una teoría que ha identificado la verdad política con la libertad de acción colectiva, comienza a ser activa con ese descubrimiento. A diferencia del efecto contemplativo causado por las verdades puramente teoréticas o estéticas, el conocimiento de la identidad verdad-libertad produce al instante una verdadera con-moción, es decir, un impulso instantáneo de moverse hacia los demás, en busca de compañía para vivir en la verdad con la acción colectiva de la libertad. Una conmoción mental y espiritual que se traduce en determinación para la acción, en estar dispuestos a la libertad.

Esa determinación es, por sí misma, una acción espontánea y horizontal, distinta de las acciones basadas en la verticalidad de las relaciones organizativas. El impulso para la acción colectiva que haga obrar a la libertad política, no proviene de tendencias altruistas carentes de otros campos de satisfacción. Ni lo causan sentimientos de culpabilidad sublimados en un deber social. Tampoco responde a la aspiración existencialista de una vida auténtica, creyente de que hacer “algo” es hacerse a sí mismo. Pues si ese algo es libertad colectiva, todos se hacen a sí mismos y a los demás.

El ímpetu del nuevo saber, el de la verdad-libertad, sale de una inspiración intuitiva. La de que es posible realizar lo tanto tiempo deseado, y que parecía imposible: una creación cultural y política, donde se disuelva la servidumbre voluntaria y se resuelvan los conflictos sociales, en la polaridad opositiva Estado-Sociedad. Una polaridad que engloba y supera las explicaciones hegelianas o marxistas de la historia, al ser explicativa y resolutiva de conflictos sociales de carácter funcional o mecánico que no tienen naturaleza dialéctica.

Una obra de tal envergadura requiere un agente social de potencia similar, y un proceso de realización dictado por la propia obra en cada una de sus fases de ejecución, como en la creación de las grandes obras de arte. El tipo de actividad de una acción gradual.

La primera fase comenzó con la creación, asimilación, difusión y divulgación, en Internet, de la verdad-libertad. Esta etapa no terminará hasta que la importancia difusora del Diario digital, de pronta edición, la distribución de mi nuevo libro “Hacia la República Constitucional”, las conferencias, seminarios, folletos y toda clase de intervenciones en actos públicos, que realice el excelente equipo de escritores y oradores, formado durante la creación articulada de la Teoría, aseguren la participación de miles de repúblicos de toda España en la asamblea fundadora del “Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional”. Con un trabajo inteligente y constante, esta meta puede alcanzarse aproximadamente en un año.

El segundo grado del proceso se iniciará con la concreción de la acción colectiva que ha de conquistar la libertad política constituyente. La definición de esa acción específica no se puede abandonar a la espontaneidad horizontal de una serie de repúblicos. Para que se integre en una acción gradual y progresiva, esa serie ha de transformarse en agrupación, y ésta en movimiento social y cultural. Su acción específica será definida en la ponencia estelar que deberá aprobar la asamblea constituyente del MCRC. Ahora no podemos concretarla, tanto por desconocer el estado de la situación política en ese momento, como por obvias razones estratégicas de prudencia, de las que no se debe excluir una acción original y sorprendente.

El aplazamiento de la acción decisiva no impide, a la actual serie de repúblicos, participar en iniciativas tendentes a crear un ambiente social y político propicio al cambio de la Monarquía por la República Constitucional, como la abstención electoral; la deslegitimación de la clase política; la denuncia de la corrupción endémica de la Monarquía de Partidos; la explicación de las causas del independentismo y del modo de superarlas, con las Instituciones de la democracia en la República Constitucional.

Sin claros antecedentes históricos sobre el tipo de acción, continua y pacífica, que pueda llevar al tercio laocrático de la sociedad hasta la conquista de un verdadero periodo de libertad constituyente -donde la sociedad gobernada elija, en referéndum plural, la forma de Estado y de Gobierno-, no podemos imitar las acciones políticas que tipificaron los movimientos anarquistas hacia la huelga general revolucionaria, ni las derivadas de las estrategias del doble poder, definidas por Lenin y Gramsci, en coyunturas históricas de excepcional violencia civil, como métodos de conquista del Estado, mediante la praxis de un partido de la clase obrera, en lucha abierta contra las clases pequeño burguesa, burguesa y capitalista. Tampoco nos sirve de ejemplo, pese a que no hubo víctimas, la marcha fascista sobre Roma.

Nuestra teoría de la verdad-libertad, y la propia naturaleza democrática de la República Constitucional, son incompatibles con cualquier tipo de acción que se proponga la conquista del Estado, pues su único objetivo es la conquista de la sociedad civil o, mejor dicho, la conquista de la hegemonía política en todos los ámbitos culturales de una sociedad plural y moderna.

Por ser pública, continua y gradual, la acción república se separa abismalmente de las acciones secretas, repentinas, discontinuas y técnicas, que Malaparte consideró típicas de los golpes de Estado.

Por ser ciudadana, se distingue ontológicamente de la praxis marxista, que pretendió dar conciencia de clase al movimiento obrero, frente a la identificación de la clase burguesa con el Estado. Una conciencia unitaria de clase autosuficiente que el movimiento sindical no podía dar, al estar basado en la obtención paulatina de mejoras laborales, mediante huelgas parciales y pactos con el enemigo patronal, a quien legitimaba en tanto que parte contractual propietaria de los medios de producción.

Y por ser coherente con la teoría de la que se desprende, la acción república combinará el principio de individuación con el de individualización, para hacer del distrito electoral la mónada de coordinación del movimiento ciudadano por la libertad política.

Principio de individuación

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Si tuviera que elegir una sola perspectiva desde la que contemplar la aventura del pensamiento en la civilización occidental, la situaría en el eje de la polaridad que enfrenta a los individuos entre sí y con la nación estatal. Pues la historia de los acontecimientos gira en torno a este conflicto, y la historia de las ideas se ha centrado nuclearmente en los modos de resolverlo. Esos modos, cuando fueron asimilados por una parte significativa de las colectividades nacionales, se convirtieron en las concepciones del mundo llamadas ideologías.

En las pequeñas comunidades primitivas no existía la polaridad causante del conflicto. Sus miembros, siendo individuos orgánicos, no podían tener conciencia de su singularidad. Pensaban y obraban en función del grupo. La tensión aparece cuando la insuficiencia de recursos alimenticios determinó la división, en mitades, de las comunidades trashumantes, si pasaban de 200 miembros, aproximadamente. Una mitosis social análoga a la celular, e incluso a la que parece producirse en la fisión atómica, según la teoría física de cuerdas. Y la tensión latente se convirtió en conflicto declarado, cuando la suficiencia de recursos despertó la creencia de que el bienestar del individuo no tenía por qué coincidir con el de la comunidad.

Esta creencia se exacerbó en la mentalidad optimista de los emigrantes que colonizaban las fértiles praderas norteamericanas. Lo que extrañó a Tocqueville fue que allí se estaba desarrollando un individualismo posesivo a la par que la igualdad social. La Gran Depresión elevó a la Presidencia de EEUU a Hoover, que hizo la apología del «individualismo puro», base de la atomista ideología liberal, mientras que en Alemania la holista ideología del «nacionalismo total» creó a Hitler. Basta recordar estos hechos elementales para comprender que la sabiduría política requiere un profundo conocimiento de la polaridad individuo-nación. El pensamiento occidental no la podía entender porque redujo el individuo a una sola de sus dimensiones, la de su singularidad, sin considerar la primaria, que es su indivisibilidad nativa.

El individuo, sustancia indivisible, fue la base de su unión hipostática en la persona. Cicerón le dio sentido enigmático al hablar de individuos frente a «dividuos», sin explicarlo. Jacob Burckhardt, autor de la voz Renacimiento, vio en él «el impulso hacia el supremo desarrollo individual», sin percibir que el individuo medieval, de donde venía el renacentista, aún imponía un sentido individuacional a la vida dependiente del Creador.

Leibniz, el pensador que más atención prestó al tema, analizó el principio de individuación como si fuera el de individualización. Y toda la filosofia posterior, incluso la de Kant, no pudo salir de esa confusión. La ideología liberal ha pagado, con el precio de su fracaso político, la concepción de la sociedad en términos exclusivamente individuales, al tomar el modelo de hombre económico como arquetipo del hombre político. Los creadores del individualismo metodológico (Popper, Isaiah Berlin) pretenden ser científicos y, sin embargo, no pueden explicar por qué en la sociedad, que es anterior al individuo, hay comportamientos sociales que no están en las conductas individuales.

La libertad política, diferente de las libertades personales, sería utópica si la antropología hubiera demostrado que los rasgos orgánicos del antiguo individuo, indivisible e integrado en su especie grupal dividua, han desaparecido por completo en el individuo singular y egotista del mundo moderno, que proyecta su indivisibilidad hasta la globalización individua de la economía mundial. El altruismo, que sería absurdo en el campo económico, nuclea la familia, la vecindad, la amistad y el patriotismo. La afirmación de que todos los comportamientos sociales se explican por los individuales sería, como dijo Durkheim, el primer paso hacia la negación de la comprensión sociológica. La libertad colectiva, difícil de idear por seres totalmente individualizados, aparece en la evolución de la especie como necesidad vital de las personas individuacionales, que conservan el instinto de lealtad genética a la humanidad que las produce. Solo Hegel, al analizar al individuo desde el punto de vista de la posibilidad de su individualización, consideró al hombre meramente particular como un ente incompleto, que no llega a ser universal.

Me propongo desembrollar este espinosísimo asunto partiendo de seis postulados, que trataré de definir sintéticamente al modo geométrico de Spinoza.

1. Si los idiomas indoeuropeos han expresado, con vocablos distintos, las ideas de «individuar» y de «individualizar», será porque, desde su origen, sintieron la necesidad de distinguir entre la acción de hacer, de lo dividuo, algo indivisible, y la acción de hacer, de lo individuo, algo particular o singular; entre la acción de producir seres de igual naturaleza, y la acción de dotarlos de predicados diferentes; entre la acción de multiplicar el número de seres sustancialmente indiscernibles, y la acción de discernirlos por sus accidentes singulares.

2. La especie humana es divisible. Puede imaginarse su exterminio casi total, y el residuo seguiría siendo no una especie distinta, sino «la» especie humana. Como todas las especies, la nuestra procura sobrevivir, mientras dure la naturaleza que la hizo nacer y crecer, con la multiplicación indefinida de seres indivisos que la mantengan viva.

3. La inmortalidad relativa de la especie humana requería la producción incesante de seres mortales que la individuaran. Esta operación evolutiva precisaba de un código genético que transmitiera a todos los seres indivisos un mismo instinto de lealtad orgánica a su especie. La inmortalidad de la especie resultaría, así, de la mortalidad de sus individuos.

4. Los factores de la evolución no actúan sobre la especie, sino en los individuos. Pero la «unidad de evolución» no está en el individuo singular, sino en el binomio heterosexual que lo crea. Mientras que haya una pareja reproductora, habrá especie. Los mitos diluvianos definieron esta necesidad en el reino animal. El principio de individuación humana opera en el cigoto. Mientras que el de individualización actúa en el individuo inmerso en su entorno cultural. La pareja dividua produce individuos. La sociedad, personas individualizadas.

5. La adaptación a cada nicho ecológico y cultural ocasionó el desigual desarrollo individual, a costa de la amortiguación gradual del instinto individuante de lo colectivo. Instinto universal que la especie trata de perpetuar mediante un mecanismo asombroso: para crear individuos, la pareja dividua se hace la ilusión carnal de que ella misma se individua para siempre en el amor reproductivo.

6. Lo individual creó los derechos de la persona, la riqueza y pobreza de las naciones en el mercado de los átomos económicos, la ideología liberal y el anarquismo. Lo colectivo segregó la ideología nacionalista, la socialista y la comunista. Individualistas y colectivistas no han visto la necesidad de mantener el equilibrio, en la polaridad que los enfrenta, al ignorar las funciones mediadoras que realiza el universal principio de individuación.

A lo largo de la historia cultural, distintas ideas filosóficas quisieron identificar el factor individuante de la especie humana, cuando la ciencia biológica no había nacido. El pensamiento griego lo encontró en uno de los dos componentes de la sustancia individual. Pero la materia, al ser una potencia no conocible sin el concurso de la forma específica, solo distingue clases genéricas de individuos, a un hombre de un árbol. Y la forma humana no distingue a Pedro de Pablo. De ahí que el pensamiento medieval creyera que el principio de individuación no se podía demostrar, sino solo mostrar con la existencia de cosas singulares (Duns Escoto), puesto que se suponía que la propia entidad individual era el factor individuante. Tomas de Aquino, como policía de Dios, lo buscó y encontró en las «notas individuantes», o sea, en lo que se hace constar en partidas de nacimiento y documentos nacionales de identidad. Estas ideas escolásticas, filtradas por el tamiz de Suárez, llegaron a Leibniz. Quien, sin acudir a su propia concepción monádica del mundo, no salió del escotismo ni del aquinismo, al fundar la individuación en la entidad individual o, en clara contradicción, en los factores de lugar y tiempo, como haría después Kant al situarla, fuera de la cosa, en esas categorías. Lo moderno no se distinguió de lo medieval. Y ahí continuamos.

El descubrimiento de que los procesos de individuación y de individualización se diferencian y complementan en la evolución de las especies, trastorna los presupuestos que hasta ahora han condicionado las ideas políticas sobre la relación del individuo con la sociedad, y la de ésta con el Estado. Pero eso no implica que la ciencia política pueda o deba ser un calco de la ciencia natural, como pretendieron los defensores del darwinismo social, de la «física social» y de la «ética evolucionista». La libertad actuante en el proceso de la individualización de la persona, orientado por la cultura, no puede ser explicada con el proceso de individuación, determinado por la genética. Donde hay determinismo no puede haber libertad.

La lucha de clases sociales no está basada en la lucha por la supervivencia de la más apta, ni el nacionalismo lo está en la superioridad genética de una comunidad sobre otra. Pues la evolución natural no actúa sobre las clases o las naciones, sino exclusivamente en los individuos singulares. Y cada vez es más patente, en las ciencias del comportamiento humano, que el entorno cultural es tan decisivo como el código genético neuronal. Por lo que la política, como fenómeno colectivo, ni puede copiar simplemente las leyes naturales, ni tampoco ir contra ellas.

Sería muy largo ilustrar, con ejemplos históricos o ideológicos, la antinaturaleza política de considerar a las personas como átomos de la masa social. Bien para hacerlas iguales (socialismo), como si el principio de individualización no las hiciera forzosamente diferentes, o bien para mantenerlas en la diferenciación social (liberalismo), como si el principio de individuación no las hiciera sustancialmente iguales. El subterfugio de los derechos sociales y los derechos individuales no oculta la hipocresía congénita de la ideología socialdemócrata de los actuales partidos europeos, sean de la derecha o de la izquierda convencional, ni el primitivismo de la mitosis nacionalista, ¡en tiempos de abundancia de recursos!

La aplicación del principio de individuación a la política, sobre la que ahora sólo actúa el de individualización, obliga a discernir la unidad irreductible de la acción colectiva que, como unidad de evolución cultural, constituye el fundamento del progreso.

Es evidente que esa unidad irreductible no puede ser la persona individual, como creyó la Revolución francesa. Ni tampoco los sofisticados partidos estatales, impuestos por las Constituciones europeas, como legado de los Estados totalitarios. Esa unidad elemental debe buscarse allí donde la acción de la libertad política puede despuntar, con posibilidad real de producir efectos en la configuración y funcionamiento del Estado. Por esa precisa razón, tal unidad no la puede constituir la representación municipal, familiar y sindical, que pretendieron eternizar las dictaduras ibéricas de la «democracia orgánica».

Como ya saben los lectores de mi pensamiento político, esa unidad individuante de la acción política está concentrada, como el dividuo amor reproductivo de individuos, en la conjunción de las afinidades electivas de la comarca vecinal, en la mónada individuante de la res publica, es decir, en la mónada de cada distrito electoral. Nada social más pequeño puede ser operativo en la acción política de la libertad. Lo que es dividuo en la población de la comarca, engendra individuos-actores de la representación e integración de sus genitores civiles, que unen las mónadas individuales en una Asamblea Nacional.

El poder legislativo emerge así de la sociedad política con un movimiento ascendente, que modera la energía descendente desprendida de la naturaleza coactiva del Estado. Mientras que en las mónadas electorales se elige un representante, con mandato imperativo susceptible de revocación, en la monada nacional se designa directamente la persona que ha de ocupar la jefatura del poder ejecutivo, para aplicar las leyes de la Asamblea y dirigir la Administración Pública.

La relación entre ambas instituciones, la legislativa y la ejecutiva, se rige por el principio de reciprocidad, según las reglas garantistas de la separación de poderes. Y la composición de la Asamblea, con mónadas divergentes o contrarias, la resuelve no solo el pluralismo interno de cada mónada, similar al de las demás, sino el hecho ontológico de que las mónadas no son solo realidades políticas posibles, sino realmente composibles.

El concepto de composibilidad se opone al de componibilidad. Solo son componibles las entidades previamente descompuestas o rotas. Las Restauraciones son vanos intentos de recomponer los restos de un pasado muerto, con el pegamento de palabras modernas, que traicionan las ideas que las pusieron de moda en el lenguaje de los nuevos tiempos. La Transición española hizo esta recomposición de la dictadura, de modo tan demagogo y chapucero, que ella misma se vio obligada a cubrir sus fallas y remiendos bajo el manto del consenso. Una idea tan primitiva que no solo niega la libertad política, sino la posibilidad de la política. La idea de república federal en una sola nación, es otro ejemplo de componibilidad sin composibilidad. Una composición musical no es una componenda de sonidos.

Sólo las posibilidades son compatibles entre sí, en tanto que no sean realidades. Pero no todas las realidades son compatibles. Para serlo han de tener una naturaleza compositiva que les permita ser sometidas a leyes uniformes. Lo cual presupone que las realidades contrarias, no las contradictorias, estén en la misma relación de polaridad opositiva, como sucede en los campos magnéticos creados por el eje polar terráqueo.

El principio de polaridad afecta a todas las categorías humanas de contrariedad, oposición, complementariedad y tensión. Carlos Marx, pese a su descomunal talento, no quiso saber que la lucha de clases producía una dialéctica social que no escapaba del campo de influencia de la rotación de la humanidad, en torno a la polaridad libertad-servidumbre. Se olvidó de lo que él mismo creía: «los individuos solo constituyen una clase si sostienen una lucha común contra otra clase» (Ideología alemana). Una idea condicional que hace imposible el determinismo histórico y la dialéctica material, como factores ineludibles del progreso hacia una sociedad sin clases o de una sola clase.

Al resolver el problema de la libertad política, la república constitucional es la brújula indicativa del campo magnético donde se pueden superar los conflictos sociales. Pues en ella se unen, de modo natural, la lealtad del principio individuante de la sociedad, con la verdad-libertad del principio individualizante de la persona. La teoría de la república constitucional es la teoría del continente invariante en la polaridad de los conflictos sociales.

AZAR Y CONTINUIDAD

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El azar es a la Naturaleza lo que la suerte a los asuntos humanos. Así como la teoría de la evolución ha dado valor constitutivo al azar y la necesidad, la teoría política no tendrá valor predictivo hasta que integre la suerte como factor de continuidad de la sociedad civil en el Estado. Eso permitiría prevenir aquellas situaciones donde factores ajenos a la voluntad de los agentes del orden repúblico, como guerras, pandemias, catástrofes naturales, depresiones económicas o terrorismos imprevisibles, alteren el equilibrio dinámico mantenido con el principio de mediación en la continuidad de la relación normal de la sociedad con el Estado. Pues nada que sea previsible puede legitimar, en la República Constitucional, la declaración del estado de excepción.

Esta reflexión sobre la influencia de la fortuna en la política no extrañaría a los hombres del Renacimiento. Pero puede parecer extravagante a la tradicional mentalidad del positivismo causal. Dos ejemplos bastarán para disipar esa creencia. El atentado de las Torres Gemelas cambió la política occidental. El de Atocha, con diferente grado azaroso que los previsibles de ETA, aumentó repentinamente la opinión contraria a la continuidad del partido gobernante. Pero la fortuna del partido de oposición no hizo del actual Jefe del Gobierno, un Presidente “per accidens”. La presidencia de Zapatero es tan legítima como hubiera sido la de Aznar, sin la intervención de aquel azaroso atentado. La contemplación expectante de la fortuna, y su introducción en el principio de continuidad, habrían evitado las reacciones histéricas de Bush, los extravíos internacionales de Aznar y el despiste táctico del PP, en su oposición al PSOE durante esta legislatura.

A diferencia de los sistemas políticos perfectos, los incompletos y los meros regímenes de poder (Monarquía española) pueden peligrar por alguna circunstancia azarosa. “Si el azar de una batalla, o sea, una causa particular, arruina un Estado, había una causa general que lo debía hacer perecer por una sola batalla” (Montesquieu). Donde dice batalla léase cualquier causa pequeña o personal que tuerza la “barraca” de los gobernantes.

La intuición de Montesquieu ha sido confirmada en las modernas investigaciones sobre la relación del azar con la contingencia. El determinismo se asoma como ley de la generalidad, mientras que el azar reclama sus dominios sobre la particularidad. La realidad política es tanto más azarosa cuanto más particular. La contingencia de los Estados de Partidos, su ocasionalidad posbélica, los hace vulnerables a los dardos de la fortuna que, en situaciones de libertad política, solo acertarían en las dianas privadas o particulares del personal de la gobernación estatal.

Un accidente fortuito de la familia real, o un indeseable magnicidio, imposibilitarían la continuidad de la Monarquía. Y el principio de la continuidad de la sociedad en el Estado realizaría, de modo ordenado y pacífico, la instauración de la República. La previsión de esta continuidad social, en el paso de un régimen de poder a un verdadero sistema político, es una exigencia moral que obliga a tener disponible, para su aplicación inmediata, el más perfecto de los sistemas de poder que hoy se puede concebir. Urge acabar y difundir, por ello, la teoría de la República Constitucional. Una teoría de la acción política que debe incluir la previsión del azar en el método natural de su realización, para alcanzar cuanto antes la libertad política de la democracia.

En contraste con la importancia que dio Maquiavelo a la fortuna del Príncipe, los apologistas de la Monarquías de origen divino rechazaban la intervención del azar. Bossuet no creía en la suerte: “no hay azar en el gobierno de las cosas humanas, y la fortuna no es más que una palabra sin sentido”. Y para la refinada ironía de Chamfort, la Providencia era el nombre de bautismo del azar y éste, el apodo de aquella.

Los católicos partidarios del PP no han aceptado con resignación los designios socialistas de la Providencia, a través de la segunda causa islamista. No son senequistas. Desconocen el poder del azar y de la fortuna sobre los asuntos humanos. Ignoran que vivimos por sus gracias, y que “su sagrada Majestad el Azar lo decide todo” (Voltaire). Todo lo que siendo previsible por la inteligencia resulte imprevisto a causa de la miope necedad de los gobiernos.

En una carta de 13-6-1907, William James dijo a Bergson que ambos estaban salvando, con el tiquismo (afirmación del azar), un mundo en crecimiento: “yo, con armas intelectualistas, mediante adición o sustracción espontáneas de elementos discretos del ser; usted, pone las cosas en su sitio de un plumazo mediante la idea de la naturaleza continuamente creadora de la realidad”.

La doctrina llamada tiquismo estudia la contingencia y el azar como causas escondidas a la razón humana. Fue creada por Peirce, colega de James en la Universidad de Harward, para dar al azar el rango de categoría cosmológica, muy relacionada con el principio de continuidad (sinequismo) y con la categoría fenomenológica correspondiente a la facticidad o actualidad de los modos de existencia. Peirce descubrió que el azar, al engendrar hábitos, hace evolutiva la continuidad. Lo cual abre una perspectiva desde la que se podrían distinguir los grados de azar en los modos de existencia política. Por ahora, me limito a meter en la teoría política los ámbitos habituales de los efectos del azar.

Casi todo el mundo atribuye a sus méritos personales los éxitos sociales, y al infortunio, sus fracasos. Pero si en la famosa sentencia de Dilthey, “la vida es una misteriosa trama de azar, destino y carácter”, el destino de los individuos y los pueblos es sustituido por la cultura colectiva, estaremos más próximos al conocimiento de las discontinuas determinaciones del azar en la normal continuidad de la vida de personas y sociedades.

Si no podemos dominar del mismo modo los grados del azar, al menos podremos domesticar sus habituales efectos, diluyéndolos en la continuidad de la materia social, sin dejarlos repercutir directa y concentradamente sobre la estructura política. Para ello, es condición necesaria y suficiente que la forma del Estado no haya sido determinada por la voluntad de un dictador, ni por el consenso de un grupo de oligarcas, que son causas particulares, sino por la libertad política actuante sobre la materia societaria, que es la causa general de la inmunidad, frente al azar, del principio de continuidad, donde se crea y reproduce el equilibrio dinámico de la res publica en la forma constitucional del Estado.

No se trata de aplicar la teoría de las catástrofes a la previsión de las discontinuidades o rupturas políticas. El propio René Thom declaró a “El País” que su teoría matemática no era aplicable a la realidad ni a la previsión de desastres, aunque se enseñara en escuelas de bomberos. La polémica (1830) entre el catastrofismo de Cuvier y el uniformismo de Saint-Hilaire, la resolvió el principio de continuidad en la evolución de las especies y de la materia inorgánica, donde la discontinuidad del azar contribuye al desarrollo continuo de la necesidad material.

El factor de la fortuna puede incorporarse a la ciencia política, cuando afecta al tránsito de un régimen de poder a un sistema político, si se hace al modo como Spencer explicó, con la teoría darwinista de la evolución de las especies, “la integración de la materia y la disipación concomitante del movimiento por el que pasa de un estado a otro”.

Los efectos del azar se disipan cuando el modo de existencia política absorbe los desperfectos causados por la discontinuidad de la fortuna, o cuando se consolida el nuevo modo de existencia a que dio lugar con su concurso. Esta diferencia de grado en el azar explica la mayor inseguridad de las voluntades, y la generalidad de la incertidumbre de las inteligencias, en las Transiciones de una forma de Estado a otra, respecto de las que produce la fortuna en los cambios de gobierno.

La teoría de la República Constitucional no tiene en consideración la influencia del azar en los cambios de gobierno. El principio de continuidad de la sociedad civil en el Estado, y el de la mediación que realiza la representación política de aquella, no resultan afectados por el azar que tal vez obligue a cambiar de gobierno. En cambio, la ruptura de la Monarquía, aún producida por azar, responde al progreso evolutivo que supone el paso de la “res publica”, desde su estado de homogeneidad incoherente en el Estado de Partidos, a la coherente heterogeneidad del pluralismo social, traducida en la necesidad moral de libertad política, que es precisamente la garantía institucional que presta la democracia a la República Constitucional.

Pero a la teoría constitucional pertenece el tratamiento político de los desastres causados por las catástrofes naturales, según el grado de azar que intervenga en ellas. Si todos los años, en las mismas épocas y en los mismos lugares, incendios forestales o inundaciones pluviales producen víctimas mortales y daños cuantiosos a la economía nacional, no se puede culpar de ello al azar de un dudoso cambio climático, sino a la imprevisión de los planificadores estatales, que no calcularon, porque no sabían, las consecuencias de sus irresponsables audacias con la Naturaleza.

La declaración de zona catastrófica no puede quedar en manos de los causantes de la catástrofe, cuando esta no viene del cielo, sino del suelo edificado por metro cuadrado, en sitios donde antes transcurrían las aguas por sus cauces naturales. La tragedia de Nueva Orleáns dispensa de más explicaciones.

Debe ser el diputado de cada mónada electoral quien dirija “in situ” la investigación de las causas del siniestro y la valoración de los daños. Si es procedente, y sin perjuicio de la facultad del gobierno para decretar medidas urgentes, la Asamblea Nacional declarará la zona catastrófica, y las responsabilidades políticas si las hubiere. Así se evitaría la corrupción administrativa que suele incluir daños ficticios y aumentar el valor de los sufridos por la clientela del partido gobernante.

La Constitución de Monarquía (art. 116) entrega al Gobierno la administración del azar. La Ley orgánica de los Estados de alarma, excepción y sitio, concede al Gobierno la facultad discrecional de restringir o suspender derechos y libertades fundamentales, en caso de catástrofes, calamidades o desgracias públicas, sin necesidad de ser autorizado por el Congreso de los diputados. En compensación, el art. 17.5 de esa Ley realiza el sueño de Locke y Condorcet, haciendo obligatorio y coactivo el derecho de resistencia a la Autoridad: “la resistencia de los vecinos requeridos para presenciar el registro (domiciliario) será obligatoria y coactivamente exigible”. Este inaudito precepto revolucionario justifica la fama de la Monarquía española como “democracia avanzada”.

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Sólo mantendremos tus datos durante el tiempo que sea estrictamente necesario para ofrecerte la información que requieras y poder realizar los envíos y realizar un seguimiento de los mismos, y posteriormente durante el periodo que resulte indispensable para poder cubrir eventuales responsabilidades o para la formulación, ejercicio o defensa de reclamaciones. No obstante lo anterior, podrás solicitar la eliminación de tus datos, y en caso de resultar aplicables dichos plazos legales de conservación, se mantendrán bloqueados durante el tiempo que la normativa establezca. En cuanto a nuestro boletín, conservaremos los datos proporcionados en tanto no manifiestes tu voluntad de darte de baja de los servicios.

¿Vamos a comunicar tus datos a terceros?

No cederemos tus datos a terceros excepto cuando se nos requiera por Ley, y en particular, podremos comunicar tus datos a las siguientes entidades, siempre en relación con las finalidades descritas:
  • A los órganos competentes de las Administraciones Públicas en cumplimiento de las obligaciones legales que nos sean de aplicación.
  • A nuestros proveedores de servicios auxiliares, necesarios para el normal funcionamiento de los servicios contratados, incluido el envío de las compras realizadas en el portal. En el caso de que algún proveedor se encuentre en una jurisdicción ajena al ámbito de aplicación del RGPD, te garantizamos que se encontrarán adheridos al Escudo de Privacidad (Privacy Shield) UE - EE. UU. Puedes aprender más haciendo click en este hipervínculo: https://www.aepd.es/sites/default/files/2019-09/guia-acerca-del-escudo-de-privacidad.pdf
    • A nuestros colaboradores, en el seno de prestaciones de servicios, los cuales estarán obligados a su vez a guardar la más estricta confidencialidad.

¿Cuáles son tus derechos y cómo puedes ejercitarlos?

  1. Derecho a acceder a tus datos personales para saber cuáles están siendo objeto de tratamiento y con qué
  2. Derecho a rectificar cualquier dato personal inexacto -por ejemplo, si necesitas actualizar la información o corregirla en caso de que fuera incorrecta-.
  3. Suprimir tus datos personales, cuando esto sea posible. Si la normativa vigente no nos permite eliminar tus datos, los bloquearemos durante el tiempo restante.
  4. Solicitar la limitación del tratamiento de tus datos personales cuando la exactitud, la legalidad o la necesidad del tratamiento de los datos resulte dudosa, en cuyo caso, podremos conservar los datos para el ejercicio o la defensa de reclamaciones.
  5. Oponerte al tratamiento de tus datos personales.
  6. Llevar a cabo la portabilidad de tus datos.
  7. Revocar el consentimiento otorgado -por ejemplo, si te suscribiste al boletín y ya no deseas recibir más información-.
  8. Ejercer tu derecho al olvido.
Podrás ejercitar tus derechos en cualquier momento y sin coste alguno, indicando qué derecho quieres ejercitar, tus datos y aportando copia de tu Documento de Identidad para que podamos identificarte, a través de las siguientes vías:
  1. Dirigiendo un correo electrónico a nuestra dirección: [email protected]
  2. Dirigiendo una solicitud escrita por correo ordinario a la dirección Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, Pozuelo de Alarcón, 28223, Madrid.
  3. Además, cuando recibas cualquier comunicación nuestra, clicando en la sección de baja que contendrá esa comunicación, podrás darte de baja de todos envíos de comunicaciones del MCRC previamente aceptados.
  4. Cuando te hayas suscrito a la recepción de mensajes informativos a través de Whatsapp podrás cancelar la suscripción desde el formulario del Diario donde te diste de alta, indicando que deseas darte de baja.
Si consideras que hemos cometido una infracción de la legislación en materia de protección de datos respecto al tratamiento de tus datos personales, consideras que el tratamiento no ha sido adecuado a la normativa o no has visto satisfecho el ejercicio de tus derechos, podrás presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, sin perjuicio de cualquier otro recurso administrativo o acción judicial que proceda en su caso.

¿Están seguros tus datos?

La protección de tu privacidad es muy importante para nosotros. Por ello, para garantizarte la seguridad de tu información, hacemos nuestros mejores esfuerzos para impedir que se utilice de forma inadecuada, prevenir accesos no autorizados y/o la revelación no autorizada de datos personales. Asimismo, nos comprometemos a cumplir con el deber de secreto y confidencialidad respecto de los datos personales de acuerdo con la legislación aplicable, así como a conferirles un tratamiento seguro en las cesiones y transferencias internacionales de datos que, en su caso, puedan producirse.

¿Cómo actualizamos nuestra Política de Privacidad?

La Política de Privacidad vigente es la que aparece en el Diario en el momento en que accedas al mismo. Nos reservamos el derecho a revisarla en el momento que consideremos oportuno. No obstante, si hacemos cambios, estos serán identificables de forma clara y específica, conforme se permite en la relación que hemos establecido contigo (por ejemplo: te podemos comunicar los cambios por email).

Resumen de Información de nuestra Política de Privacidad.

Responsable del tratamiento MOVIMIENTO DE CIUDADANOS HACIA LA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL (MCRC) Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. NIF: G-86279259
Finalidades de tratamiento de tus datos personales - Atender tus solicitudes de información, comentarios, peticiones y/o consultas en el marco de tu relación con el MCRC. - Atender las solicitudes para el ejercicio de tus derechos. - Enviarte todas las comunicaciones a las que te hubieras suscrito, incluido el boletín (si te hubieras suscrito) y comunicaciones por Whatsapp. - Enviar cualquier compra realizada en la Tienda del MCRC.
Origen de los datos tratados - Nos los has facilitado libremente tú mismo o un tercero en tu nombre. - Los hemos recabado a través de nuestro Sitio Web mediante cookies. Puedes obtener más información sobre este tratamiento en nuestra Política de Cookies.
Base de Legitimación para el tratamiento - El tratamiento es necesario para la ofrecerte la información necesaria en atención a tu condición de asociado del MCRC. - Para determinados tratamientos, nos has dado tu consentimiento expreso (ej participación en una acción; boletín…). - Contrato de compra entre las partes.
Cesión de datos a terceros - Cedemos tus datos a proveedores de servicios, incluidos aquellos relativos al envío de las compras realizadas en la Tienda. - En ningún caso se cederán tus datos a personas ajenas a la actividad del MCRC (ya sean asociados o ajenos a la asociación) y los servicios que nos has sido solicitado. - Cedemos tus datos a determinadas autoridades en cumplimiento de obligaciones legales (ej. Administraciones Públicas).
Plazos de conservación - Conservaremos tus datos durante el tiempo que siga vigente tu relación con el MCRC. - Si nos pides expresamente que los eliminemos, así lo haremos salvo que exista una obligación legal que nos lo impida o que, por ejemplo, necesitemos utilizarlos para la formulación, ejercicio y defensa de reclamaciones.
Derechos del interesado Podrás solicitarnos el ejercicio de tus derechos por correo electrónico: [email protected], o por escrito a nuestro domicilio social en Calle Alondra 1, Prado de Somosaguas, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid. Puedes pedirnos el derecho a acceder a tus datos, a solicitar su rectificación o supresión, a limitar el tratamiento de tus datos, o a oponerte a determinados tratamientos, a retirar el consentimiento que nos hubieras prestado, a la portabilidad de tus datos o a no ser objeto de una decisión basada únicamente en el tratamiento automatizado. Si no estás de acuerdo con el tratamiento que realizamos de tus datos, puedes presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos: www.aepd.es. Si tienes alguna duda sobre esta Política de Privacidad o el tratamiento de tus datos, escríbenos a nuestra dirección de correo electrónico [email protected], y estaremos encantados de atenderte.

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