Don Gaspar Llamazares dimite de su cargo en una rueda de prensa ofrecida tras la debacle electoral del partido que acaudilla. Izquierda Unida ha obtenido los peores resultados de su historia, pierde la posibilidad de crear un grupo parlamentario propio y deja de percibir los millones de euros que reciben los partidos que cumplen esa condición. La renuncia no conlleva el abandono de la diputación. Decía ayer el señor Llamazares: "Tengo una obligación, que es la que da un electorado mayor al de cualquier diputado del Congreso, ya que yo tengo medio millón de electores, que es lo que ha costado el escaño de Izquierda Unida. Me siento obligado con esos electores". La malograda campaña electoral de Izquierda Unida se ha centrado en cuatro corolarios a duras penas ligados a los axiomas ideológicos que fundamentan la doctrina del partido: La izquierda tiene un espacio natural en la sociedad, el bipartidismo es nocivo, la política no puede ser una subasta de promesas y la participación masiva en las elecciones es necesaria. Ninguna crónica o artículo de opinión explica que la oligarquía política española tiende a la diarquía por razones de estricta economía mediática y financiera. Poca gente conoce que en la democracia formal, el bipartidismo es síntoma de estabilidad social y que sería maravilloso que los políticos tuvieran que aplicar todo su ingenio en convencer a los electores con suculentos proyectos que permitieran mejorar sus vidas, si luego fueran responsables de haberlos ofrecido. Los dirigentes de Izquierda Unida actúan como si la izquierda social, igualitaria, no fuese en sí misma la promesa más imposible de cumplir; como si la izquierda española no se hubiera apropiado falsamente de la libertad para después traicionarla; como si la única posibilidad para el florecimiento de un nuevo concepto de izquierda no estuviese en la libertad política, que su coalición ha contribuido a sepultar. Como si don Gaspar no hubiera dado la espalda a esos electores que dice respetar permaneciendo en un escaño producto del copo que los partidos políticos han hecho del poder del Estado. hechos significativos El equipo politico de Hillary Clinton dice que Obama va ganando porque es hombre y negro. Por primera vez un español, don Mauricio Lucena, presidirá, durante los próximos dos o tres años, el consejo de la Agencia Espacial Europea.
Detrás de la luna
Fotografía: vimal Detrás de la luna Desde que el ser humano pudo hacer abstracción mental de sí mismo, ellos habitan allí. Quienes niegan la aceptación a lo desconocido, los que no reconocen lo aceptado por todos, desaparecen ahora en el antiguo destino de los aventureros, en el espanto de los analistas y los asesores de campaña. Nadie los ve, aunque algún astrofísico haya escuchado una risa, o atisbado una nube de polvo como un estornudo olvidado. No es un escondite, un refugio o un retiro. Es el punto de fuga de su propia perspectiva ante la vida, perseguida, cansada de soledad. Desde allí, La Tierra sigue siendo un objeto invisible que emite una luz azul, muy tenue. Y si todo esto: lo que no se ve, un estornudo silenciado, un color en el orto lunar… no constituye la respiración de la libertad, Dios no la puso en el Cosmos. Don Roberto McNamara, el Secretario de Defensa más duradero en la historia de los Estados Unidos, héroe durante la Crisis de los Misiles, villano del Vietnam, reconoció lo cerca que estuvo de producirse una guerra nuclear en aquel año 1962. Fidel Castro, tres décadas después, le narró cómo había recomendado al presidente Kruschev disparar las 162 cabezas nucleares que la Unión Soviética ocultaba en la isla, en el caso de que fuese invadida. Incluso si ello suponía la total aniquilación del país caribeño. El peligro había pasado, pero los Jefes del Estado Mayor seguían pidiendo a Kennedy que atacara; sin más, ahora que contaban con una superioridad estratégica de diecisiete a uno. No podían confiar a una moratoria en los ensayos el mantenimiento de aquella posición superior. Insistían en que los soviéticos mentirían, no respetarían las restricciones. Cuando McNamara, consciente de que cualquier prueba de armamento atómico podía ser detectada inmediatamente, preguntó cómo lograrían sus enemigos hacer algo así, la respuesta estuvo a punto de descubrir el lugar donde duerme la mirada: "Las harán detrás de la luna".
¿Y ahora qué?
Muy pocas personas tienen clarividencia política. Lo normal es proyectar hacia el futuro las rutinas del pensamiento pasado. Es lo que harán todos los partidos y lo que dirán todos los medios. Pero este Diario sólo juzga las situaciones políticas desde el único punto de vista de la verdad, sin dejarse influir por las opiniones dominantes, ajenas a la valoración de la libertad. Es difícil de percibir la dirección de los cambios pequeños que se producen paulatinamente en la conciencia social. Pero algunos de esos cambios se han hecho visibles en el comportamiento del voto a partidos minoritarios, que dicen tener intenciones regeneradoras del Régimen, reformándolo desde dentro. Es el argumento de los que, reconociendo la degeneración partidocrática y la falta de libertad de elección de representantes, se oponen a la abstención como modo de acción deslegitimadora del Régimen. Lo sucedido a IU, ERC, Ciudadanos y a la reformista, Rosa Díez, demuestra que la regeneración es imposible. La abstención no ha sido derrotada. Ha sido detenida en su crecimiento porque la inmensa mayoría de los votantes sabía que, de hecho, estaba eligiendo de modo directo al Presidente del Gobierno. Así se lo hizo ver la tremenda campaña contra la abstención y la propuesta presidencial de los dos candidatos. No han sido elecciones legislativas ni representativas, sino presidenciales. Educada en la tradición del Estado autoritario, la masa gobernada está feliz de elegir a una sola autoridad que la gobierne, sin importarle la ley electoral, la Constitución ni la existencia de un poder legislativo que controle al ejecutivo. Se les ha dado la oportunidad de parecer, en las urnas, franceses o estadounidenses, y la han aprovechado. Esas dos evidencias -imposible regeneración del Régimen partitocrático desde dentro y vocación irresistible de votar directamente al Presidente del Gobierno- confirman los fundamentos sociales de la estrategia del MCRC: promover una abstención significativa del descrédito irreversible de la partidocracia, no para destruir a los partidos, sino para generar una tranquila situación de libertad constituyente, donde los españoles, sin tener que violar las leyes políticas, como sucede ahora, puedan elegir de modo directo al Presidente de la República, y separadamente a sus representantes de distrito, a fin de evitar los abusos de poder y la corrupción. florilegio "Resulta más fácil transformar las situaciones de hecho en normas jurídicas, que crear costumbres sociales con nuevas leyes. Ese fue el sabio secreto del éxito de los EEUU. Representacion de lo real, gobierno de lo unido y enmiendas constitucinales para ir acomodando la norma a la realidad."
El mito del ciudadano
Una de los mitos más engañosos de la revolución francesa es el del ciudadano. Lo sustantivo es el hombre libre y la ciudadanía es adjetiva. Si no hay hombres libres, con libertad política, ser ciudadano es una ficción. En la Unión Soviética por ejemplo todos eran ciudadanos pero no había hombres libres. La revolución hizo en cambio suyo el mítico ciudadano de Rousseau, una mezcolanza del polités (ciudadano) de las pequeñas ciudades griegas de la antigüedad clásica, y el creyente de la Iglesia calvinista -de la comunidad calvinista-, de su Ginebra natal, y la ciudadanía pasó a ser lo sustantivo en lugar de la libertad política. En Grecia la ciudadanía era un derecho de la minoría de hombres libres que podían participar en la formación de la voluntad y la razón común de la ciudad, en los asuntos públicos, como electores y candidatos a las diversas magistraturas. El creyente calvinista era el miembro de una comunidad religiosa –las Iglesias cristianas son comunidades- en la que participaba por razón de fe, y en este sentido desinteresadamente y en conciencia, no por razón de intereses. El citoyen inventado por la revolución francesa anteponía desinteresadamente los intereses públicos de la Nación Política, concebida como una comunidad emocional, a los privados. Esta forma de la nación, inventada por la revolución, sustituía a la Nación Histórica como un fetiche en torno al cual giraba todo y se agrupaban con fervor religioso los ciudadanos: el nacionalismo. La Nación Política, una creación de las oligarquías, sustituía así al monarca como titular de la soberanía. El soberano era ahora el pueblo como una masa de creyentes laicos –la voluntad general- dirigida por los oligarcas, que se organizaron en seguida en partidos. Fue la primera forma del consenso político oligárquico legitimado por los votos de los ciudadanos. Esto ha creado un peligrosa mentalidad, que concibe la participación en las votaciones a la vez como un derecho, como en el caso griego, y como una obligación en conciencia, igual que en las iglesias. En Europa, la gente piensa que votar es una obligación moral como contrapartida del derecho a participar. Desmitificando: el ciudadano, agradecido a la oligarquía, se cree en el deber de votar para que aquella siga haciendo su juego. Así se vota, aunque no se sepa ni qué votar, ni porqué votar ni para qué votar ni a quien votar. Basta la formalidad de votar para tranquilizar la conciencia ciudadana, como si lo sustantivo fuese el ejercicio de la ciudadanía, y no la expresión de su libertad previa a cualquier organización política de la convivencia. La ciudadanía es solo el corolario de la libertad política. El hombre libre es lo sustantivo; el ciudadano es adjetivo. Cuando vota, el hombre libre lo hace como un ejercicio de razón, una de cuyas opciones legítimas es la libertad de abstenerse. Abstenerse es una obligación en conciencia cuando no se tiene a quien votar o no se sabe qué votar.
Mendacidad política
Fotomontaje (Jaume D'Urgell) Cuando Maquiavelo fija los límites de la acción política, que se justifica por su exigencia de conducir a los hombres, adoptando medios exitosos, a una forma ordenada de convivencia, este filósofo renacentista separa la política de la moral y la religión. Desde aquel momento fundacional, la difusa ciencia política se ha caracterizado por una tosquedad intelectual que ha encontrado en la razón de Estado, la utilidad de la mentira en política. El prejuicio sobre la necesidad de mentir en los asuntos públicos está tan arraigado, que obstruye la pertinente reclamación social de veracidad política. El origen de la mentira colectiva de la clase política se remonta a la huida de Luis XVI, que es presentada como un rapto, durante una Revolución Francesa en la que los partidos políticos son prohibidos porque ninguna organización colectiva podía condicionar las voluntades individuales, al margen del Estado, depositario de la voluntad general. Y precisamente, serán los partidos, abandonando su matriz social, los que se incardinen en el Estado para tutelar a una ciudadanía a la que se le niega la representación política. Zapatero y Rajoy, ajenos al deber de ser veraces desde el Estado, circunscrito por Croce a los momentos de necesidad histórica, han desplegado su red de falsedades sin pretensiones de ser creídos, salvo cuando han insistido en acusarse de mentir, tal como han hecho sobre casi todo en el último debate televisivo: terrorismo, precios de los productos básicos, índices macroeconómicos, vivienda, agua, gasto social, salarios, obras públicas, la guerra de Irak, etc… Más allá de las tópicas abstracciones, ridículas grandilocuencias y etiquetas de identificación electoral con las que tratan de cautivar a los votantes, los arbitristas de la partidocracia no pueden desempeñar la vocación transformadora del Estado que tenían asignada unos partidos, cuya financiación militante, les permitía ser independientes y reflejar la imagen ideológica de la sociedad civil. Los partidos, que ya no son instituciones civilmente necesarias, se han convertido en centros oficiosos de reclutamiento de personal burocrático y ministerial. Aparte del elemento clásico, el monopolio legal de la violencia, habrá que añadir a la estructura del poder político, la impunidad ilegítima de la mentira de los partidos, como órganos estatales.
Hunos y hotros
Los empresarios Alberto Cortina y Alberto Alcocer, "Los Albertos”, obtuvieron con el negocio cuatro mil millones de pesetas de beneficio. Tiempo después, se les persiguió penalmente por estafa y falsedad mercantil. Resultaron condenados por el Tribunal Supremo, pero el Tribunal Constitucional los ha absolvió en beneficio del sagrado principio de seguridad jurídica: los delitos habían prescrito. No importa que le interpretación de la prescripción que realiza el alto tribunal haya sido contestada y considerada aberrante. El criterio “supremo” es el que prevalece. Cosa juzgada. "Los Albertos” pueden disfrutar de sus consolidadas ganancias. Caso Botín. Se inicia procedimiento penal por medio de la acción popular en el caso de las cesiones de crédito. No se llega a la apertura del juicio oral, porque no hay acusación del fiscal. El caso queda archivado. No importa que algunos de los magistrados del T.S. consideren un atentado contra la esencia del derecho, o que “conduce al absurdo” esta actuación que exonera al banquero porque no fue acusado ni por el fiscal ni por los perjudicados. El “partido” fue disputado por los Magistrados del alto tribunal. Don Emilio absuelto con nueve votos a favor y cinco en contra; “goleada”. Caso resuelto y cerrado. Delincuente condenado a dos años de prisión por robo sacrílego de imagen en el interior de un templo. Permanece varios años sin cumplir la pena impuesta. En éste tiempo se reintegra a la sociedad, se casa, tiene una hija, se convierte en un trabajador ejemplar que incluso es ascendido en su empresa. Hace pocos días la inexorable justicia por fin lo ha detenido e ingresado en prisión. No importa que su esposa e hija pequeña, dependientes económicamente de él, tengan ahora acuciantes problemas de subsistencia, primero es la justicia. “Dura lex, sed lex”. Así pues, la ciudadanía puede respirar tranquila, las leyes y sentencias se cumplen; nuestra justicia sigue funcionando independiente e igual para todos. Aunque según algunos malintencionados, resulte más “igual” para los “hunos” que para los “hotros”, como diría Unamuno. Don Miguel de Unamuno
Abstención criminalizada
Papeleta milagrosa Desde el asesinato del exconcejal Isaías Carrasco, los medios de información, alineados con los partidos políticos, se lanzaron a una brutal campaña de llamada al voto como respuesta a la acción terrorista. Como si las papeletas pudieran, por sí mismas, parar las balas o constituir la libertad política Entre bambalinas, socialistas y populares negociaron el contenido de un comunicado en el cual se incluyó un llamamiento a los españoles para que respondieran cívicamente al asesinato de Carrasco con una afluencia masiva a las urnas en la jornada electoral. Alegaban los socialistas que, habida cuenta de que ETA promueve la abstención como fórmula de boicot a estas elecciones, una alta participación en toda España, y en particular en el País Vasco, sería el mejor modo de demostrar su aislamiento. Un editorial del Periódico de Cataluña dice tajantemente: “Frente a ETA, participación masiva”. Otra noticia señala: <<La hija de Carrasco pide que no se ''manipule'' el asesinato y que se acuda ''masivamente'' a votar>>. De este modo, los partidos políticos han rentabilizado al máximo un acto terrorista, utilizando de nuevo el miedo y los sentimientos, vendiendo los comicios como una acción antiterrorista cívica, “un arma democrática de que disponen los ciudadanos para defenderse de quienes les agreden, de quienes llevan décadas tratando de que descarrile el proyecto de futuro compartido de los españoles”. Además, han criminalizado la abstención presentándola como un apoyo implicito a ETA al coincidir con su estrategia frente a las elecciones, “¿Quién puede seguir absteniéndose en el País Vasco tras la atrocidad de ayer?” La partitocracia española ha marcado un hito en su historia de manipulación y deshonestidad disfrazada de buenas intenciones y lágrimas de cocodrilo: convencer a la sociedad para que apoye a un régimen en el que se nutre, crece y reproduce ETA.
Isaías Carrasco Miguel
Seamos, por una maldita vez, valientes; digámoslo sin tapujos; hablemos claro: hace mucho tiempo que ETA dejó de ser una organización terrorista que lucha contra el Estado español. ETA es, mientras dure el régimen actual, una institución más que influye, no sólo en el devenir político, sino en el vientre de los ciudadanos. Esta mezcla de frío organismo pseudo-estatal y de cálido percutor de pasiones la convierte, bajo la apariencia de enemigo de la "democracia", en una de las herramientas más útiles del poder establecido, al que todo servirá de alimento, aun esos momentos aparentemente decisivos en los que alguien cae con el cráneo cosido a balazos. Atiéndase, si no, a lo ocurrido estando el cadáver tibio todavía: El PP precisa públicamente que, a pesar de haber apoyado la declaración de condena de los partidos políticos con representación en el Congreso, seguirá reclamando que se comprometan a no negociar en lo sucesivo con ETA. Don Patxi López, Secretario General del PSE, reprocha a don Mariano Rajoy, en plena capilla ardiente, que dijera en uno de los debates televisados que el PSOE traiciona a las víctimas. Libertad Digital, en los blogs de sus periodistas más conocidos, alimenta la hipótesis de que la muerte de don Isaías Carrasco forma parte de un plan para llevar otra vez al PSOE a la victoria el 9 de marzo. La Cadena Ser no cesa de insistir, en sus noticieros y tertulias, que el último atentado de ETA es fruto de la crispación opositora del PP durante esta legislatura y que resulta deplorable que aún se diga que el PSOE está negociando con ETA. El Mundo publica, al día siguiente del asesinato, que el etarra que lo ordenó se sentó a negociar con el gobierno. Izquierda Unida condena el atentado pero, en Mondragón, no retira su apoyo a la alcaldesa de ANV. Pero todos, por supuesto, coinciden en algo: ¡sería una monstruosidad que alguien pretendiera beneficiarse políticamente del atentado! Don Isaías Carrasco Miguel, descanse en paz. "ETA" (foto: zen)
Elecciones del pasado
Going Down Droste, por Josh Sommers Anteayer se votó para no elegir nada. Tampoco nada se resolvió. Naturalmente, unos partidos han salido más favorecidos que otros del reparto. Pero, con todo lo acontecido durante los últimos cuatro años, ¿ha cambiado algo en los aledaños del poder? ¿Podría haberlo hecho? O, ¿mediaría alguna decisión de los ciudadanos al respecto? Sin entrar en una discusión ontológica sobre la existencia de una decisión colectiva, sí existen decisiones individuales. La democracia resuelve el problema al dar el rango de tal decisión colectiva a la decisión individual de la mayoría. En estas “elecciones” del 9-M se ha instrumentalizado la voluntad individual. Decisión personal, en cuanto a tal, sí ha existido: los ciudadanos han podido votar una lista A, una B, o una C. Sin embargo, la decisión colectiva en cada circunscripción no ha sido A, B, o C; sino la lista P, una elaboración proporcional a la que nadie pudo votar porque no se presentó a las elecciones y ni siquiera existía antes. He ahí el engaño: los españoles nunca pueden ser responsables de un resultado imprevisible que individualmente no pueden decidir. Ciertamente, el sistema proporcional de listas de partido no es motivo eficiente ni final para decidir quiénes nos han de representar, ni quién nos gobierna, ni siquiera la composición de alguna institución. Tampoco lo pretende. Por el contrario, la causa final de esta forma de votar es un previo acuerdo de reparto del Estado entre los partidos. Todo el que votó, consciente o inconscientemente, no hizo sino refrendar estas listas de partido; cuyo mérito es la reconstrucción de una clase política oportunista, desleal y descontrolada, similar a la de la II República (la “legitimidad democrática” había de buscarse en los partidos supervivientes de aquella), incrustada en un Estado autonómico totalitario, sólo que ahora bajo la Monarquía heredada del Franquismo, que esto es lo que supuso la Transición. Los sufragios de los ciudadanos se utilizan para señalar la proporción en que los partidos se reparten el poder. ¡Puede existir mayor infamia!
Día de reflexión de la idiotez política
Cratonauta busca inteligencia en el solar de la partidocracia (foto: Eugene Cernan. Misión Apolo 17) DIA DE REFLEXIÓN DE LA IDIOTEZ POLÍTICA La diferencia entre idiotez e imbecilidad es notable. Aquella añade, a la escasez de razón en ésta, la falta de entendimiento. La inteligencia reconoce muchas limitaciones a su potencia individual y a las posibilidades de su expresión social. La idiotez, un rasgo exclusivo de la especie humana, no conoce ninguna. Su campo de acción es ilimitado y su manifestación, universal. Nada es tan potente y constante como ella. La encontramos en cada casa, en cada profesión, en cada centro docente, en cada medio de comunicación, en cada partido y en cada esquina de la calle. El entretenimiento de un rorro, por ejemplo, idiotiza por completo a honestas parejas que sin él habrían sido quizás simples imbéciles. La imbecilidad de hablar a los enfermos como si fueran niños, o retrasados mentales, idiotiza el trato social en el mundo hospitalario. Pero donde la idiocia encuentra el terreno propicio para su imperio omnímodo, como si hubiera sido creado para ella, es en la vida política de las masas sometidas a las dictaduras o a las oligarquías de partidos estatales. Al no tener libertad de acción colectiva ni de pensamiento individual, la sociedad civil actúa y piensa, ante el Estado de Partidos, con la misma disciplina que ordena la convivencia en guarderías, hospitales y asilos. La nueva consigna para el sagrado día de reflexión del voto orante en los reclinatorios de cada partido, el lema que todos ellos y los medios de comunicación lanzan al unísono, “votos frente a pistolas” (El País, 8 de marzo), demuestra que la clase dominante infantiliza, amedrenta y envejece mentalmente a los españoles, porque ella misma, obsesionada por la conservación de su poder sin control, es infantiloide, miedosa y seniloide. Hace treinta años que la imbecilidad comenzó su asalto a la conciencia politica de la sociedad española. Aunque era fácil de predecir, muy pocos intelectos tuvieron la osadía de imaginar y decir que, convertida mediante el consenso en idiotez sistemática, llegaría a anular por completo la posibilidad de reflexión individual y la capacidad de acción colectiva inteligente. A pesar de que en la civilización de la cantidad, los menos inteligentes dominan por el número, son los idiotas asociados quienes gobiernan, en virtud de la audacia que la ignorancia presta a la ambición de poder y de la constancia que el vicio comunica a la insatisfacción. Fortunas y afortunados por la corrupción pueden llamar imbéciles a la pobre gente que vota. Todos los partidos estatales celebrarán sus resultados electorales, que les permitirán seguir viviendo de los impuestos pagados por la imbecilidad servil. Y los medios de comunicación confortarán la opinión pública con reflexiones de idiota. A diferencia de las jornadas de reflexión imbécil, por inútiles y escasas de razón, que precedieron a otras elecciones, la meditación decretada por el poder político, económico, social y cultural para esta jornada, bajo el lema “votar es derrotar a ETA”, rebasa el umbral de la imbecilidad y entra de lleno en el ámbito de la idiotez declarada y consagrada, por absoluta falta de entendimiento. A su tradicional inutilidad, y sólo por llevar la contraria a cualquier cosa que diga el enemigo ETA, esta vez la reflexión por decreto acude al disparate de la razón, a la locura del pensamiento, a la insania de la mente, a la esclavitud de la voluntad, al abandono de la inteligencia y al amor a la servidumbre voluntaria. Tan servil es asumir los odios ajenos, como abstenerse de vocablos y actos recomendados por el enemigo. El mundo occidental se abstuvo de usar la palabra Paz cuando era sospechosa de simpatía con Stalin, quien la había escogido como lema de propaganda del sovietismo. Si nuestra conducta estuviera dictada por el gusto de contradecir lo que diga el enemigo, si dejamos de votar para no hacer lo que ETA aconseja a sus partidarios, renunciaríamos a saber y hacer lo que más conviene a nuestros propios intereses. Si ETA quiere lo mismo, mejor para nosotros y peor para ella, que no podría capitalizar la abstención si esta fuera más numerosa en el resto de españa. Gramsci sostuvo que la libertad de pensamiento y acción no pueden depender de lo que diga o haga el enemigo, sino del propio interés, sea convergente o divergente del que le atribuyamos. A ETA le interesaba reunirse y dialogar con el Gobierno de Zapatero, y éste no se opuso al deseo de aquella. Lo mismo sucedió con el Gobierno Aznar. Esto significa que la inusitada campaña contra la abstención obedece a otros motivos particulares del PSOE, que trata de disimilar con el pretexto ETA. La brutal campaña contra abstencionistas y abstencionarios comenzó antes de la nueva postura de ETA. El PSOE cree que la abstención le perjudica y el PP que le beneficia. El asesinato de Isaías Carrasco permite al PSOE presentarlo como prueba de que no ha negociado con ETA, ¡como si no fuere explicable como venganza por no haber accedido a lo que el terror esperaba obtener! Toda la clase política sabe que una abstención extraordinaria en las elecciones generales obligaría, por lo menos, a cambiar la ley electoral. Ante ese temor, partidos y medios han decidido tratar a los españoles como si fueran belgas obligados a votar.

