Si los legisladores fueran auténticos representantes de la ciudadanía, las leyes que éstos propusieran y aprobaran responderían eficazmente a las necesidades sociales. La demanda social de regulación de nuevas situaciones antes inexistentes se plasmaría en la propuesta legislativa correspondiente, cubriendo el vacío legal. Código Penal (Fuente Cosmonauta) En el Estado de partidos, donde éstos son los únicos agentes políticos, la producción normativa se caracteriza por la extravagancia ideológica del postmodernismo, obedeciendo sólo a razones particulares de casta política como la permanencia en el poder, el impacto mediático o la simple originalidad en la resolución de conflictos. Las sentencias que dictan los Juzgados y Tribunales inseparados de ese poder político adolecen de la correlativa extravagancia, siendo como son en muchas ocasiones la simple consecuencia de la norma en vigor, por mucho que luego escandalicen a la opinión pública. Si el control político del funcionamiento de la Justicia como mero departamento administrativo del poder resulta evidente y fácilmente demostrable por grosero e indisimulado, los efectos de la ausencia de representación en la producción normativa son igualmente perniciosos. Sin auténtica representación, la cadena de lo legal y lo justo se rompe irremisiblemente. Leyes absurdas o contrarias a los más básicos principios generales del Derecho se interpretan al hilo de una Jurisprudencia servil y dependiente, que necesita retorcer la letra y el espíritu de la norma para darles validez o aún su posible aplicación, siempre mirando y buscando el aplauso de la mayoría de turno. Desde Estatutos de Autonomía imposibles hasta la lesión del principio básico de igualdad por razón de sexo a la hora de castigar el crimen representan una voluntad ideológica, la partidista, ajena a necesidades sociales claras ya que, por su propia irrepresentatividad, los legisladores carecen de la información eficiente siquiera para intuirlas. Por la misma razón, las lagunas legales son la regla y no la excepción, siendo especialmente apreciables en el ámbito de las nuevas tecnologías, donde esa información imprescindible se genera a una velocidad de vértigo, es difícilmente articulable y notablemente más dispersa.
El vigía de la ley
El Sr. Garzón (foto: Univ. Internacional) En la presentación del libro de Baltasar Garzón “La línea del horizonte” se emitió un continuo ronroneo de respeto y lucha por el Estado de Derecho, que no deja de ser el pleonasmo más utilizado por los amigos de las expresiones hueras y rutilantes. Este concepto propio de legistas, políticos, y vividores de las formas y apariencias legales de la partidocracia, fue también asumido y desarrollado por los “juristas” del nazismo, puesto que ningún régimen político puede sustentarse únicamente en la desnuda brutalidad o en puras formas jurídicas. Todo Estado es de Derecho. ¿O acaso el Derecho es un ideal platónico que no se contamina ni en los ambientes estatales más infectos? Si las enfáticas declaraciones de inquebrantable fe en el Estado de Derecho, corresponden a un Estado maleado por una rapaz oligarquía, y a un Derecho que ampara o no castiga las arbitrariedades y crímenes que se perpetran en nombre de tal Estado, entonces, todo adquiere una esplendorosa claridad. Sin embargo el legislator e imperator Rodríguez Zapatero afirmó delante de Garzón, que “el sistema judicial español es uno de los más eficaces del mundo contra el terrorismo”. El apego al formalismo de los idólatras del Estado de partidos sólo produce leguleyos que enarbolan la bandera de la Justicia en la superficie civil; porque las galerías subterráneas son el ámbito donde los dirigentes estatales reafirman el suelo que pisan los ciudadanos, enfangándose en las cloacas y combatiendo a los más encarnizados enemigos de la nación con la fuerza incontestable de las leyes ad hoc. La frase de Zapatero sobre Garzón, “es un jurista de los Derechos Humanos”, guarda relación con la de aquel representante parlamentario del Ancien Régime sobre Luis XVI: sin éste nunca se habría llegado a la Revolución, y por tanto, a él hay que agradecerle la proclamación de los derechos del hombre. El Presidente también asegura que “Guantánamo no debería existir” y que EEUU rectificará porque “ese país es una democracia y dentro de poco hay elecciones”. Precisamente, dos de los fundadores de esa moderna democracia, Madison y Jefferson, denominaron “despotismo electivo” a un régimen con elecciones periódicas pero sin división ni contrapeso de poderes, tal como el español.
La construcción
La palabras reflejan ideas y el Monarca utiliza, por lo menos últimamente, la palabra “construcción” al hablar de España. Es decir, como si esta no existiese y hubiera que hacerla. O quizá, arrasada suficientemente la Nación se estaría procediendo a construir una nueva en su solar conforme a los planes del consenso. Quizá sea esta la tarea encomendada al partido socialista, a la que se quiere sumar el popular, pues ya se sabe que la construcción deja buenos beneficios, aunque el Sr. Rodríguez Zapatero, no debe tener precisamente vocación ni conocimientos de arquitecto. Lo que está pasado en España es asombroso. Constituye un tópico indiscutido de la historia de Europa que las naciones las hicieron las Monarquías, siendo esta en su conjunto, sin perjuicio de que lo hicieran con mayor o menor fortuna, su principal tarea histórica. Bajo ninguna Monarquía, salvo fuerza mayor o avatares históricos independientes de los reyes, la “fortuna” de Maquiavelo, jamás se concibió la posibilidad de deshacer una Nación preexistente, aunque fuera para hacer luego otra supuestamente mejor. Y menos sin mediar ninguna clase de presión sustantiva. Pero este parece ser el destino de la Instauración franquista. Precisamente uno de los argumentos más fuertes a favor de la Monarquía es que esta institución representa y garantiza la continuidad de la Nación. Nación que incluye todo lo que la constituye, desde su territorio hasta el consenso social y el êthos. Y esto es lo contrario a lo que está pasando en España. Desde la última Instauración monárquica la actividad política sustantiva parece dirigida contra la Nación. Se tiende a estigmatizar todo lo legítimamente nacional, es decir lo español. Estigmatización que no es sólo la de la propaganda nacionalista, que por lo demás es jaleada por los no nacionalistas que añaden lo que pueden de su cosecha. “Modernizar” se ha hecho sinónimo de desespañolizar más o menos sibilinamente. Últimamente, con ocasión del 2 de mayo, destacados personajes aparentemente desligados de los intereses nacionalistas separatistas –no de sus ideas porque no las tienen-, han hecho correr la especie de que España surgió entonces como Nación, cuando ocurrió precisamente al revés: por ser una Nación, la guerra en el suelo patrio sólo despertó su conciencia política. Es verdad que la incultura ha aumentado escandalosamente bajo esta Instauración, pero eso muestra la mentalidad de las clases dirigentes, cómo ha penetrado en ellas la idea de que España es algo por hacer, tarea que se reservan en exlusiva. Sello de Juan Carlos I (foto: minusbaby)
Reduccionismo político
Sr. Jiménez, reduccionista hermenéutico (foto: jmlage) Es curioso cómo los entregados a la pasión de conservar el entorno político, no importa si mediante el elogio o la crítica, oscilan entre dos posiciones intelectuales que se corresponden con sendas corrientes filosóficas que cabalgaron el paso entre los siglos XIX y XX: la fenomenológica y la hermenéutica. La primera consideraba que la pureza de la teoría daba acceso a la realidad (tomada como conciencia), sin intromisión de simbolismos o representaciones de los objetos de reflexión. La segunda decía imposible aplicar los métodos propios de las ciencias exactas a las sociales y consideraba destino de su discurso a las propias interpretaciones de los hechos. Si confiamos en la reducción fenomenológica a la hora de comprender la realidad del Estado español, su estructura institucional, las técnicas de gobierno, las declaraciones de los dirigentes y los resultados de sus acciones, pensando que constituyen en sí mismos discursos lógicos, objetos incausados de la conciencia, estamos declarando que el análisis no es medio sino fin y dando carta blanca a quienes mandan. En ese caso, por ejemplo, el señor Rodríguez Zapatero reinaría por toda la eternidad. Si, por el contrario, reducimos los hechos a su interpretación, es difícil que las teorías políticas sean algo más que los intereses que las estimulan a nacer y mantenerse en pie. Bajo ese prisma, cómo no negar que generen nuevos acontecimientos o expliquen aquellos que no habían sido revelados por anteriores análisis, es decir, que guarden en sí mismas la fuerza motriz de los hechos naturales; justificamos así la renuncia a mejorar las condiciones de vida de la Humanidad y tachamos de subversión el pensamiento especulativo. Entonces, por ejemplo, la tecnología militar debería ser maestra única de la infancia. Ambas extravagancias intelectuales anulan la acción libre per se, y perpetúan la servidumbre política. Cabe preguntarse cómo se deshace el círculo vicioso que supondría la combinación política de estos reduccionismos interesados. Si no conocemos a ciencia cierta el rumbo y la distancia a la costa, debemos dejarnos llevar por la marea; esto, filosóficamente hablando, significa rendirse ante la tozudez de la materia y no cejar en el empeño de conocer. En política, quiere decir aprender de los hechos, teorizar y someter a crítica todo lo creado.
Consulta a los vascos
El Gobierno vasco ha planteado la convocatoria de una consulta para el 25 de octubre, en la que se someterían dos cuestiones a la consideración de la sociedad de esa Comunidad Autónoma: si están de acuerdo con un final dialogado de la violencia y con una negociación entre los partidos vascos sobre el “derecho a decidir”. Ante la negativa del Gobierno central y la presumible interposición de un recurso de inconstitucionalidad, los impulsores del proyecto del lehendakari Ibarreche estiman que éste no precisa “la autorización del Estado” al no tratarse de una consulta por vía de referéndum ni ser jurídicamente vinculante, pero sí con plena validez política y social para recabar la opinión ciudadana sobre la apertura de un proceso de negociación para alcanzar “la paz y la normalización política”. Esta consulta se fundamenta en los principios (rechazo de la violencia y respeto a la voluntad de la sociedad vasca) que sostenían la oferta institucional al Presidente del Gobierno en la última reunión en La Moncloa entre Ibarreche y Zapatero. Ante el rechazo de éste, los sectores nacionalistas del País Vasco fueron muy críticos con la posición del Gobierno “de negociar con ETA y no con las instituciones vascas”. Asimismo, Ibarreche indicaba tras esa reunión que “no es aceptable que todos los presidentes españoles hayan negociado con ETA y que ahora se nieguen a dialogar sobre otras cuestiones con los lehendakaris”. El secretario general del PSE-EE Patxi López aseguró que el proyecto referido no condena expresamente a ETA, y por lo tanto que tal iniciativa “viene con rebajas” porque “ya no pregunta a la ciudadanía si rechaza a ETA, ni siquiera si desea que ETA desaparezca” sino que le pide que se pronuncie sobre el final dialogado del terrorismo en “plena ofensiva brutal de ETA”. Lo que no aclara el señor López ni el jefe nacional de su partido es si cuando cese la violencia etarra, será admitido o rechazado de plano el derecho de autodeterminación o la concesión estatal de una posible independencia del País Vasco. hechos significativos El vicepresidente del Gobierno catalán, señor Carod-Rovira defiende la celebración en 2014 de una consulta en la que "hable el pueblo catalán" sobre su secesión de España. Bear Stearns desaparece a causa de la crisis. Los accionistas del histórico banco han aprobado hoy su venta a J.P. Morgan por 10$ cada título. La Junta Militar de Birmania permite la entrada en el país al personal de la ONU. Más de dos millones de personas permanecen sin vivienda ni agua potable desde hace casi un mes.
Tarzán
Johnny Weissmüller (fotografía: sidewalk story) Tarzán Juanito Weissmüller fue siempre un anarquista kantiano. Naturaleza y Libertad, quién podía comprenderlo mejor que él, eran conceptos inmiscibles pero perfectamente compatibles en el tiempo; la naturaleza se ajustaba al dictado de la libertad para desarrollarse y la libertad sólo podía realizarse en la naturaleza. Cuando su musculatura comenzó a resbalar hacia el suelo, los patrocinadores de la comunidad autogestionada que había creado junto a la O'Sullivan decidieron desaparecer y tuvo que mentir a África para abandonarla: estoy cansado de ti. Por fortuna, la convivencia pecaminosa con la holgazanería sí era mecenable; sentía ilícito el trabajar a sueldo para vivir, ajustarse al capricho de dueños de casino y burócratas del deporte internacional, así que encontró una salida digna en la carrera de embajador, empresario y representante, todo honorífico, y consuelo en la alegría de los niños que veían acercarse al héroe y en la complicidad callada de tantos ácratas emboscados a través de las regiones; el filántropo reinaba sobre lo salvaje otra vez. Pero ocurrió en un avión. La libertad se le apareció como una categoría surgida de la convivencia cuyo antecedente sólo estaba en la oscura diversidad de la materia, lugar que no podía ni quería explorar. Entonces, si permaneció en el error tantos años, cada vez que decía ¡amgaua! medio reino animal, incluido Hollywood, se moría de risa. Si la libertad exige entrega como lo hace la verdad, su familia recóndita sólo fue un monstruo de misantropía; la selva un plató, el amor de Jane atrezzo para la tranquilidad del creyente en una libertad ni humana ni divina. La organización espontánea del poder fue conservadurismo onírico. Y, en ese caso, todos habían gobernado sobre el rey de los monos, ad unum. Hasta los ridículos cocodrilos de plástico que había acuchillado una y otra vez y los mostachitos codiciosos de los cazadores lo habían sometido… La jungla volvía a nacer en el cerebro roto de Weissmüller a seis mil metros de altura, poco antes de aterrizar en Los Ángeles, 1977. El enfermero que lo arrastraba por los pasillos le apretó el brazo con fuerza y musitó: otra vez eres libre… has vuelto al numen, amigo. Después se escuchó un cerrojo de celda hospitalaria y acolchado, pero nítido, el grito eterno de Tarzán.
Renegados-abnegados
El gobierno Ibarreche ha propuesto a su Parlamento que legitime, mediante ley, una consulta al pueblo vasco para que éste exprese su aprobación o su rechazo del derecho a decidir su futuro, o sea, a su autodeterminación. Este término filosófico no equivale a independencia. En el campo de la política significa, exactamente, derecho a la independencia. Lo que el nacionalismo vasco quiere, por ahora, no es independizarse de España, sino el derecho de hacerlo cuando lo considere oportuno o posible. Para entender la propuesta sustantiva de Ibarreche hay que separarla del tema adjetivo de ETA, cuyo desarme, a cambio de que sea legalizado el derecho de autodeterminación, solo es un anzuelo para incautos ignorantes de que el terrorismo vasco se basa en la visión de la independencia como derecho natural de liberación, frente a un ocupante extranjero, y no como derecho positivo derivado de la existencia legal en el pueblo vasco del derecho a decidir su futuro. Pero Ibarreche no es el creador de la amalgama de lo sustantivo -el derecho de los vascos a decidir su futuro- con lo adjetivo -la negociación con ETA para que se desarme, como contrapartida al reconocimiento por el Estado español de ese derecho. La consulta popular propuesta por Ibarreche se limita a copiar, casi al pie de la letra, la fórmula ideada por Zapatero en la frustrada negociación directa con ETA. La única diferencia está en que ahora el negociador quiere ser el PNV. La igualdad de la fórmula no expresa, sin embargo, un mismo sentimiento reaccionario contra la identidad y la integridad de España. En el PSOE predomina la ambición de prolongar indefinidamente su hegemonía, mediante la confederación de autogobiernos territoriales en un solo Estado. El PNV quiere retirar al terrorismo la exclusiva de la independencia estatal del País Vasco, asumiendo la causa de ETA, pero no los efectos de su acción terrorífica . La diferencia sentimental que separa al PSOE del PNV es la que existe entre la abnegación y la renegación. Mientras que el renegado nacionalista expresa la doble negación de España y de lo español, para dotarse de una nueva identidad mediante la construcción de una nueva nación con Estado propio, el abnegado socialista realiza el doloroso sacrificio de negarse a sí mismo, para afirmarse en el poder gubernamental que los nacionalismos le propicien en un Estado laico en cuestión de nacionalidades. florilegio "El sacrificio que implica la abnegación no depende de la aparente nobleza o vileza de la causa a que se inmola. En realidad, no hay tipo alguno de altruismo que, sin ser monstruoso, pueda justificar la negación de sí mismo."
Física nacionalista
Los presocráticos como Pitágoras observaban las esencias divinas del universo a través de los números; Desde Pascal a Husserl, pero también Max Planck, Einstein y Heisenberg, se traza una línea que hace de la matemática la ciencia de las ciencias. Ésta delimita el fenómeno y concentra en fórmulas precisas las leyes que gobiernan el universo. Los nacionalistas han encontrado la fórmula que rige el cosmos, la esencia de la física del poder, una nueva epistemología, la perfecta manera de enfocar lo político: el principio de autodeterminación, o como se expresa en la consulta de Ibarreche, “el principio democrático de respeto a la voluntad de la sociedad vasca”que permita abrir “un proceso de resolución definitiva del conflicto político entre todas las partes implicadas y sin exclusiones”. Principio de incertidumbre (3dphoto.net) La materia no es más que una sistematización de acontecimientos energéticos que poseen la doble potencialidad contradictoria de la homogeneidad y la heterogeneidad, y que coexisten en un permanente dinamismo antagonismo. Tal como el aparato lógico y matemático se mostró incapaz de expresar las nuevas realidades de la física cuántica, los nacionalistas creen que debemos proceder a una eliminación radical de las categorías que hemos acumulado en nuestra inteligencia a lo largo de los siglos, y que nos han separado de las raíces básicas. Aplican el principio de la incertidumbre a la realidad microfísica de Euskadi, situada fuera de la ley de la causalidad, de la no contradicción y de la identidad española: nunca podremos prever el sitio de la partícula dentro del átomo ni conoceremos su velocidad. Otro principio fundamental de la física actual, el de la exclusión, formulado por Pauli, explica la oposición nacionalista a la tendencia homogeneizante de la entropía española: hay una raza de partículas como la de los fotones, que pueden encontrarse en mucha cantidad y siempre en el mismo estado cuántico. La otra especie está constituida por electrones y otras partículas, que al ocupar un estado cuántico cualquiera, en un átomo o en un gas, excluyen del mismo a las demás partículas. A los ojos de los nacionalistas vascos la luz que despide España es la imagen misma de la entropía en su fase de degradación, en contra de lo que se pudiera pensar en términos poéticos, históricos y democráticos.
Lo que hay (I)
No es necesario un elevado grado de erudición o estudio para poner de manifiesto la naturaleza mentirosa y manipuladora de una partidocracia que, por haber entregado sin reservas la gestión del poder a los partidos políticos, no ha hecho más que exasperar, haciéndolos extensivos a las propias instituciones pretendidamente representativas, los vicios y taras inevitables de unas organizaciones cuyo fundamento constitutivo es la disciplina. Un somero repaso a la doctrina oficial difundida por los medios de comunicación afectos al Régimen, permite comprobar hasta que punto se ha aceptado sin reservas la confusión entre Estado, Gobierno, Grupo parlamentario y Partido. Y se ha hecho hasta el extremo de asumir, en las instituciones estatales, reglas de funcionamiento que, si son lícitas, solo pueden caber en los partidos políticos, nunca en unos órganos de pretendida legitimación democrática. Esta situación es un circuito de realimentación positiva que fomenta el descontrol del poder en la misma medida en que ahonda la sima del caudillismo propio de unas organizaciones obligadas, por el artículo 6 de la Constitución Española, a adoptar una estructura y un funcionamiento democrático. Lo cual prueba, al mismo tiempo, tanto la mentira del propio precepto constitucional como el efecto catastrófico de convertir a los partidos políticos en instituciones estatales. Para ejemplificar el desastre, es suficiente con acudir a las hemerotecas, o a los archivos audiovisuales de las grandes cadenas: En 1995, don José Luis Corcuera, entonces ministro del Interior, entrevistado sobre los problemas por los cuales funcionarios y ex funcionarios de su ramo se encontraban encausados por presuntos delitos de colaboración con banda armada y malversación de fondos públicos, manifestaba que él tenía “el deber de defender” a los suyos; sabía, mejor que nadie, que esa respuesta, aun siendo una tropelía desde el punto de vista legal, podía darla en la misma medida en que el público tenía interiorizada –el peso de la costumbre pasa factura- la virtud de la disciplina y el deber de jefes y súbditos de protegerse mutuamente: en suma, el estólido y cerrado corporativismo que se opone, por naturaleza, a la regla más elemental de control del poder. “Los suyos” es, aquí, una categoría desprovista de cualquier contenido discernible: como la pertenencia a una fratría, a una secta, o, mejor dicho, la ciega incondicionalidad de la hinchada futbolística en la defensa de “sus” colores. Los militantes y simpatizantes que acudieron a la cárcel de Guadalajara a manifestar su “solidaridad” también contaban con la costumbre de unos modos y maneras de proceder propios de un sistema para el cual, el control del poder, fuera de las instancias judiciales, es una pura entelequia retórica. Mejor que nadie lo sabía Felipe González cuando remitía la petición de responsabilidades a la emisión de la correspondiente sentencia judicial: es decir, eliminaba, lisa y llanamente, el propio concepto de responsabilidad política.
Qué triste
Wie traurig dieser Abend “Qué triste es esta tarde” dijo profundamente el poeta George Trakl: lo mismo podría pensarse ayer en Madrid ante el acaecimiento del juicio penal contra Federico Jiménez Losantos, periodista y conductor del programa de la COPE La Mañana, acusado de injurias al Alcalde Gallardón, cuya actitud política representó como “obstáculo para averiguar el 11-M”, calificándolo de “traidor”. Es triste ver en soledad ante un Juez, a un periodista que dice su opinión y al que se le quiere imponer el silencio para que no la manifieste más. Aunque sea una opinión recalcitrante en el error. Es triste comprobar, a la mañana siguiente, que los únicos periodistas que defienden al acusado, son sus amigos y compañeros de tertulia radiofónica: Gabriel Albiac, P. J. Ramírez & cia. Y que los políticos, Zaplana, Acebes, Aguirre (¿testigos de la defensa?), a los que él defendió y publicitó durante cinco años le abandonan. Es más triste aún contemplar el “campo de rastrojos” de los intelectuales del Estado de partidos español que no defienden las libertades de opinión y de expresión ajenas. Sin embargo, las opiniones deben ser llevadas al ágora para que todos puedan debatirlas, criticarlas y sustentarlas; de lo contrario la sociedad no podrá mejorar nunca (John Stuart Mill) y no podrán evitarse males sociales peores (Tocqueville). Es más triste aún no entender que no habrá libertad de expresión auténtica ni canalización de la libertad de pensamiento hasta que no se constituya en España la libertad política. Sin libertad pública, colectiva, política, las libertades individuales son ilusiones, placebos o coartadas de la inexistencia de aquélla. Sr. Ruiz Gallardón (Chesi_FotosCC) ¿Por qué sucede el fenómeno (caso jurídico) Losantos? Porque La Mañana no es republicana, ni en ella es defendida la instauración de la democracia. En una República Constitucional, en la que existiera la libertad política, serían inadmisibles e inconcebibles las censuras a la libertad de expresión. Mañana La Mañana, en la aurora de la libertad ¿será verdaderamente republicana? O seguirá a expensas de los intereses bastardos de la Monarquía de partidos.

