Es cierto que España atraviesa malos momentos, es cierto que es una pieza codiciada por los especuladores, atentos a cualquier debilidad para ir a por ella. En la sabana financiera actual no hay piedad para los rezagados, son bocado exquisito, máxime si es sustanciosa en estos tiempos de escasez de caza. A estas alturas todos sabemos que muchos especuladores financieros apuestan a la destrucción del euro como forma de sacar tajada y se han dado cuenta de que nuestro país, debido a la política económica practicada por los actuales dirigentes, es bocado perfecto para el festín.   En estas circunstancias conviene saber que la política económica de un país es el conjunto de medidas adoptadas por el Gobierno Nacional en el ámbito de la economía con el propósito de orientar a la sociedad por el sendero de un desarrollo económico (productivo), que no genere alteraciones en los precios de los productos y de los factores productivos (estable), ni grandes desigualdades en la distribución de la renta obtenida (equitativo) y que no ponga en peligro a las generaciones futuras (sostenible). Por eso la política económica no sólo es economía aplicada sino política (sustantivo) económica (adjetivo) y todos los gobiernos conocen su funcionamiento, la jerarquía de los objetivos que persiguen y las medidas que se deben adoptar. Un Gobierno democrático, elegido directamente por los ciudadanos, que tenga medios para afrontar las adversidades, es menos vulnerable y más eficaz en la resolución de los problemas de la sociedad.   Si hoy día nos va mal es por la ausencia de esa “política económica adecuada” y por falta de instrumentos con los cuales realizarla. Gran parte de ellos están en manos de los gobiernos regionales, que restan operatividad al Gobierno central como se ha visto de forma palmaria estos últimos días. Para atajar el déficit público sólo puede tomar medidas en aquellas parcelas que controla, como las pensiones de la Seguridad Social o los gastos corrientes del Estado, pero es incapaz de atajar los males del gasto público en los lugares donde se produce: las Comunidades Autónomas. ¿Por qué no ha propuesto recortar de forma drástica los gastos administrativos de los gobiernos regionales? Porque es una medida política incorrecta. ¿Por qué no ha propuesto cortar de forma drástica los gastos suntuarios de muchos gobiernos locales? Porque es otra medida política incorrecta. ¿Por qué no ha propuesto liquidar los miles de entes y empresas públicas que solamente sirven para mantener actividades improductivas? Porque también es una medida política incorrecta. Mientras no se quiera ver el verdadero germen del mal, no habrá solución. Una cosa debe quedar clara: una poda de todos estos gastos sería más que suficiente para atajar la crisis que padecemos y alejar a los depredadores que nos vigilan.

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