Por vez primera en esta Monarquía de Partidos, un canal de televisión, el de Intereconomía, ha tenido la honradez informativa y la valentía política de invitar, y dejar oír sin censura, la inequívoca y potente voz de la República Constitucional, en tres de los cinco participantes en una interesante tertulia sobre la Transición. Los otros dos, Fernando Suárez (ex vicepresidente del Gobierno) y el periodista-historiador Jesús Palacios, manifestaron que compartían sin reservas el diagnóstico de los repúblicos De Diego, Peralta y Trevijano, de la imposibilidad institucional de controlar la acción de gobierno, dado que los diputados de esta Monarquía partidista no representan a los electores ni a la sociedad civil, y además no hay separación de poderes en el Estado. Los cinco participantes estuvieron de acuerdo en afirmar que este Estado de Partidos no es una democracia, ni se parece a ella.   El único punto de fricción se produjo cuando García-Trevijano dijo que Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa Real cuando se produjo el golpe de 23-F, le felicitó por haber sido el único que tuvo el valor de denunciar, en un artículo publicado entonces en EL MUNDO, la directa intervención del Rey en el golpe de Estado. El Sr. Suárez manifestó que no daba crédito a esa información. García-Trevijano lo remitió al télex de Juan Carlos a Milán del Bosch (“después de nuestra última conversación ya no puedo dar marcha atrás”) y a la información que le dio el propio Sabino sobre la cancelación de la audiencia a Don Alfonso de Borbón, para que en su lugar recibiera al general Armada, que se presentó de improviso en la Zarzuela, abandonando su puesto de mando en Jaca sin autorización, por la inminencia del golpe militar concertado con el Rey. Los que siguen negando esta felonía han sido ridiculizados por la propia Reina, quien acaba de declarar a Pilar Urbano que Juan Carlos engañó a los generales golpistas haciéndoles creer que estaba de acuerdo con ellos. El que no sepa interpretar estas palabras no pertenece al género racional de los animales.   El lema polaco de que el Rey reina pero no gobierna sólo ha sido válido en la monarquía británica. Ni siquiera se cumplió en la instauración orleanista donde Thiers repitió la falsa leyenda. Y mucho menos en esta Monarquía juancarlista donde es constante la intervención del Rey, no sólo en los asuntos económicos domésticos (Mario Conde, Javier de la Rosa, los Albertos, etc.), sino en las grandes operaciones empresariales de carácter internacional. Así lo confirma el comunicado de la Casa Real, a propósito de la posible compra del paquete decisorio en Repsol por la empresa rusa Lukoil, cuando dice que el Rey abrió las puertas de Moscú para que las empresas españolas se aprovechen de esa apertura. O sea, de la entrada de capital ruso para dominio del buque insignia del sector energético español.

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