Universalmente extendidos, dos falsos tópicos se oponen al progreso moral y político de los pueblos. Uno de ellos, “en tiempos de tribulación no hacer mudanzas”, sirve de motor de resistencia contra cualquier cambio de Régimen de poder, cuando desaparece la causa que lo estableció y se perturba la base social que lo sostuvo. El segundo, aún más injustificado, consagra la absurda creencia de que el avance hacia el futuro no deja lugar ni tiempo para la revisión de las conductas inhumanas del pasado. En todo tipo de crisis graves se oye la misma cantinela de la estupidez. “No se debe mirar hacia atrás para no quedar inmovilizados como la mujer de Lot”. La consigna de concordia o reconciliación entre represores y reprimidos, tan imposible de arraigar en los corazones como de desarraigar de sus mentes la historia que vivieron, deja impunes los crímenes pasados para que sus autores y fautores sigan en los puestos de mando del nuevo Régimen. La impunidad de los crímenes franquistas creó la de los crímenes socialistas, y el voluntario olvido del pasado obliga a dictar ahora ridículas leyes de recuperación de la memoria histórica. La promesa de cambio en el modo de gobernar no merece confianza si no está respaldada con medidas de justicia contra los que autorizaron el delito de Estado.   Contrariando su expresado deseo tópico de “mirar hacia adelante y no hacia atrás”, el Presidente Obama, prisionero de su virtuoso discurso, autorizó la publicación de los informes oficiales que prueban las torturas practicadas por la Administración Bush a los prisioneros en Abu Ghraib, Guantánamo y Afganistán. Los republicanos, los demócratas conservadores y el propio jefe de Gabinete de la Presidencia, Rahm Emanuel, se oponen de modo radical, por principio de solidaridad con la clase política, a que Obama, después de haber aceptado la posibilidad de una investigación, llegue a concretarla en el Congreso, con una Comisión bipartidista e independiente, similar a la que analizó los atentados terroristas del 11-S. Obama está ante un dilema de dos cuernos. O pierde la confianza de los que lo auparon a la Presidencia, si no autoriza la investigación sobre los últimos responsables de las torturas, o pone en serio peligro de ser rechazada, por la oposición sistemática de la mayoría washingtoniana, la aprobación de los necesarios presupuestos anticrisis. Solo la lealtad a la causa noble de su Presidencia y a la de sí mismo como persona digna de crédito, debe resolver el dilema. Siempre será mejor crearse un problema que cometer un nuevo crimen.   florilegio "Sin condenarlos y castigarlos, los crímenes de los pasados Gobiernos, como la mancha de la mora, piden ser lavados con crímenes de los futuros."

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