Arthur Miller (foto: trinchaelmurdock) Eso de que “cuando se dice de una persona que está sana es porque no ha sido bien examinada”, es un viejo axioma médico que puede aplicarse mutatis mutandis incluso a textos que deslumbran por su presunta perfección. Así, ciertos críticos de la obra cumbre de Arthur Miller han llamado la atención sobre los fallos en la estructura, el desarrollo dramático y la caracterización de los personajes de “Muerte de un viajante”, que convirtió a su autor en el dramaturgo estadounidense mas conocido y representado en todo el mundo: Tennessee Williams y Eugene O´Neill impiden que pueda ser considerado fácilmente el más grande.   Al igual que los centenares de miles de espectadores que ha tenido esta obra, los que tengan la oportunidad de asistir a su representación en el Teatro Español, las próximas semanas, se estremecerán con la historia de un hombre común cuyas ilusiones se estrellan contra la realidad. A Willy Loman lo ha mantenido despierto el “sueño americano” de hacerse rico y triunfar partiendo de la nada. Durante toda su vida ha mentido para vender su mercancía y ha braceado en un mar lleno de feroces competidores, hasta llegar a la vejez, exhausto y derrotado.   Al no ser productivo, ya no tiene cabida en ese mundo por el que se ha desvivido. Sin trabajo y aprisionado con su familia en un apartamento -y en el cepo de un hipoteca- desde el que no ve más que ladrillos y ventanas (“nos tienen rodeados, sin aire, sin horizonte… “), Loman también ha llenado su vida con esperanzas ilusorias en el éxito de unos hijos que no sólo lo decepcionarán sino que también lo despreciarán. Esta trágica incapacidad para verse y ver a los demás tal como son nos revela cuán importante es saber distinguir la piel de la camisa.   Arthur Miller denunció a lo largo de su vida la degradación en la que estaba sumida la escena en Broadway: aparatosas escenografías, sin el menor asomo de crítica social, para alimentar el gusto de un público ávido de entretenimientos y evasiones.   El autor de “Las brujas de Salem” (donde ajusta cuentas con McCarthy) aseguraba que si un productor, hoy en día, recibiera una obra semejante a “Muerte de un viajante”, la rechazaría, considerándola irrelevante.

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