En diciembre de 1976 votaste “sí” en el plebiscito sobre la Ley para la Reforma Política; fue la octava y última de las Leyes Fundamentales del Reino franquista.
En 1977 votaste en unas elecciones a cortes ordinarias que, una vez constituidas, fraudulentamente se autoproclamaron constituyentes, sin haber sido previamente convocadas con tal carácter de constituyentes.
En diciembre de 1978 votaste también “sí” en el plebiscito sobre el proyecto de la denominada Constitución de 1978, elaborado “en secreto” por siete personas elegidas por los partidos políticos; proyecto retocado posteriormente por los diputados y senadores autoproclamados constituyentes, pero sin posibilidades reales de debatir y discutir el contenido del Proyecto de Constitución en el seno de la sociedad civil española. Todo estaba pactado y atado.
La Constitución así enlatada se sometió a referéndum. La alternativa plebiscitada fue “Constitución sí” o “Constitución no”; se desconocía el significado y las consecuencias de la segunda opción. El resultado con este panorama no podía ser diferente. En otras palabras, trágala quieras o no quieras; incluido el Estado autonómico que ha creado privilegios territoriales, desigualdad y discriminación fiscal entre españoles según su lugar de residencia. Constitución que proporcionó la misma legitimidad a la forma de Estado; es decir, a la Monarquía propuesta por Franco; que a instituciones como el Defensor del Pueblo o las Diputaciones Provinciales.
El consenso fue el modelo ideado para que los partidos políticos puedan gobernar prescindiendo de las Cortes y otras instituciones, así como también de la voluntad de los votantes. Fue el método elegido para controlar la voluntad de los mansos votantes españoles, en aquel momento y de cara al futuro por si sentían la tentación de ejercer su libertad política colectiva; eso sí, guardando las formas de las democracias liberales representando y escenificando regularmente en los edificios que albergan el Congreso y el Senado que se controla y decide democráticamente lo que ya está pactado y decidido por las cúpulas de los partidos políticos y otras instancias. Consensuado como se decía y sigue diciendo hoy.
El consenso que es la negación de la democracia como forma de gobierno porque anula la representación política efectiva de los votantes y neutraliza la separación de los poderes del Estado, fue aceptado voluntariamente por la sociedad española tras la muerte de Franco, y sorprendentemente sigue siendo aceptado servilmente por la sociedad española actual, sin caer en la cuenta después de cuarenta años que el consenso es el abono adecuado para que florezca impune la corrupción política y económica.
.Aunque por razones de edad u otras circunstancias no hayas participado en los plebiscitos anteriores, mediante tu voto durante los últimos cuarenta años, votación tras votación de diputados, senadores, parlamentarios autonómicos, concejales, elegidos todos ellos por los partidos políticos para integrar las listas sometidas a adhesión y ratificación de los votantes, que no elección por los mismos, tal vez sin ser consciente de ello, con esos votos has estado apoyando sucesiva y reiteradamente el desarrollo y la aplicación que los partidos políticos han hecho por consenso de la llamada Constitución de 1978 y del régimen de poder que esta última ha organizado. Entre otras cosas has apoyado y admites, te guste o no:
Uno, que los partidos políticos hayan usurpado al pueblo español y detenten de hecho la soberanía nacional. Los partidos políticos, mejor dicho, el acuerdo entre los jefes de los partidos políticos, son los únicos que tienen capacidad real para cambiar las cosas, que es la manifestación más genuina de la soberanía.
Dos, has aceptado la misma confusión de poderes que existía durante el franquismo, “un único poder y pluralidad de funciones” era el lema de aquel régimen.
No separar en origen el poder Legislativo que representa a la Nación, y el ejecutivo que representa al Estado, unido a la anulación de la “independencia judicial”, violada sistemáticamente por la actuación de los otros dos poderes y por los partidos políticos, ha neutralizado el antídoto institucional más eficaz contra la corrupción política y económica como es la “separación en origen” de los mencionados poderes
Hoy acumulamos abundante experiencia sobre corrupción, pero tú sigues votando y votando, sin darte cuente que el problema de la corrupción del régimen político que apoyas con tu voto no es de personas ni de partidos, sino de reglas de juego político, de las reglas que regulan la participación y la actuación políticas y, sobre todo, de las normas que articulan el control del poder.
La corrupción individual se corrige con el Código Penal. La corrupción del régimen político sólo se corrige e impide con las reglas adecuadas que neutralicen el pacto y reparto por los partidos políticos de los recursos de los ciudadanos y del Estado; por ejemplo, y es la primera y esencial manifestación de democracia directa que ni Podemos ni ningún partido propone, la elección directa por todos los votantes del Presidente del Gobierno o del Alcalde que evita el trapicheo entre los partidos políticos para la investidura y cese de los mismos. Eliminar el control que los poderes legislativo y ejecutivo tienen sobre los fiscales y sobre los jueces, evita también la benevolencia de los mismos con la maquinaria política y con quién la maneja.
Tres, con tu voto has apoyado y legitimado la creación de diecisiete estados dentro del Estado español. En España además del Congreso, del Senado y del Gobierno, funcionan diecisiete Cámaras legislativas y diecisiete Gobiernos autonómicos. Partición del poder legislativo y ejecutivo, que si bien ha sido muy fértil para el desarrollo de la actividad de las oligarquías locales de los partidos políticos, incluido la ocupación y el reparto de los cargos creados intencionalmente con esta forma de organizar el poder, ha resultado poco operativa y muy cara. Sólo desde un punto de vista pragmático, los expertos cifran el coste de las ineficiencias y duplicidades de esta organización territorial del poder en más de treinta mil millones de euros anuales. Con esta cantidad se puede resolver por mucho tiempo, entre otros y valga sólo como ejemplo, la financiación de las pensiones que condiciona y condicionará cada vez más el modo y calidad de vida de millones de españoles. El agujero actual de la Seguridad Social es de unos veinte mil millones anuales; los partidos políticos y la opinión publicada del régimen proponen incrementar impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, siendo así que el problema del Estado español no es de ingresos sino de gasto superfluo y despilfarro.
Cuatro, con tu voto apoyas que el coruñés de vacaciones en Málaga con problemas médicos por poner un ejemplo, como no sea urgente, deberá superar una montaña de obstáculos burocráticos para ser atendido; a todos los efectos recibirá en el mejor de los casos el mismo trato que un sueco o griego de vacaciones en España. Galicia a estos efectos para la Comunidad Autónoma de Andalucía tiene la misma consideración que Suecia o Grecia ¿Esto es lo que quieres? que en parte de tu país te consideren como si fueras un guiri.
Cinco, con tu voto también estás apoyando la calidad de la educación que actualmente reciben tus hijos. Tú extremeño no te preguntas porqué los hijos de tus amigos madrileños cursan muchas de sus asignaturas en inglés y tus hijos tienen vedada esa posibilidad, y los hijos de tu primo que ha encontrado trabajo en A Coruña; perdón La Coruña; están aprendiendo gallego para poder seguir las clases en el colegio público cercano a su nuevo domicilio en Galicia.
Hoy vivimos mejor que cuando falleció Franco. En Pakistán, Senegal, República Dominicana y Ecuador también viven mucho mejor que en 1975. Y tenemos mejores carreteras y hospitales. Faltaría más que después de cuarenta años viviéramos peor. Que gran argumento para convencer de la bondad de lo que ha ocurrido estos últimos cuarenta años en España; eso sí, a algunos les ha ido muy bien, particularmente a los profesionales del pacto y reparto de la cosa pública, que es el verdadero significado del “consenso”.
Que conste que seas consciente o no, votando aceptas el trato de guante de seda y alfombra que proporcionan las instituciones estatales a los corruptos; aceptas voluntariamente el Estado autonómico que pagas y padeces, lo creas o no has votado más autonomía y maquinaria política; aceptas que para financiar toda la estructura política existente se destine, y creciendo, más de una quinta parte del PIB. Antes o después habrá que elegir entre mantener esta maquinaria política o prescindir o reducir otros servicios como las pensiones o la sanidad. Aceptas la socialización de las pérdidas de la banca y la privatización de los beneficios que genera, España es el único país de la Unión Europea en el que casi una tercera parte de los beneficios de la banca son las comisiones que pagamos los usuarios; aceptas las diecisiete fronteras administrativas, fiscales, educativas y burocráticas que el Estado de las autonomías ha creado en España; estás apoyando que tus hijos no puedan estudiar en español en la tercera parte del territorio nacional y que encuentres dificultades para ser atendido médicamente fuera de la comunidad autónoma en la que resides; también que obligatoriamente y sin excepción subvenciones con tus impuestos a todos los partidos políticos y a asociaciones de cualquier pelaje, aunque defiendan posturas contrarias a lo que tú piensas y quieres.
Con tu voto estás apoyando un régimen de poder que, por no acreditar separación de poderes, ni representación política efectiva de los votantes, y por muchas milongas que te cuente la opinión publicada en los medios de comunicación, no puede ser calificado de democracia como forma de gobierno, aunque oigas hablar por todas partes y aplicar el termino democracia a todo, incluso a una boda o a un dolor de muelas.
A estas alturas una cosa sí está clara, el régimen político que padecemos desde hace cuarenta años carece de respuesta para resolver los problemas que tiene España, alguno de los cuales he enunciado anteriormente, entre otras cosas, porque ese régimen que apoyas es la causa madre de esos problemas; la mal llamada Constitución de 1978 es la piedra angular, el instrumento jurídico que ha permitido que lleguemos a la situación que tenemos hoy.
El “consenso para repartir” como estrategia operativa es el problema; y el régimen político no va a hacer otra cosa que cambiar de cara y de actores como ya hizo tras la muerte de Franco; este último es el autor intelectual, con la cooperación necesaria del PSOE y del PCE, del régimen oligárquico implantado tras su muerte con el objetivo de mantener domesticada y adocenada a la sociedad española. Habrá nuevos consensos y disensos, incluso nuevos partidos políticos. El tema catalán actual es un disenso entre oligarquías por la fórmula de reparto que, antes o después, se recompondrá con una nueva fórmula para seguir repartiendo los recursos de los ciudadanos y del Estado.
PSOE, PP, C´S, Podemos, Vox, aunque hablan de democracia, Estado de derecho, justicia igual para todos, etc., el fondo de su discurso coincide en reclamar un nuevo consenso que sustituya el de la Constitución de 1978, ahora roto. Todos estos partidos son partidos del régimen oligárquico que padecemos. Y por eso defienden el consenso entre partidos no vinculado por el sentido del voto de los ciudadanos, como la regla esencial de lo que machaconamente todos ellos y la opinión publicada llaman democracia moderna, avanzada, progresista, etc. Luego, para aparentar pluralidad y posibilidad de alternancia, que no alternativa, mantienen diferencias en relación con algunas de las medidas concretas que proponen.
El consenso es el “dios” que todo lo puede. Puede privar o menguar la pensión adquirida por un trabajador mediante contribuciones mensuales a la Seguridad Social durante toda su vida laboral, incluso trocear España como Nación bajo formulas federales, confederales o de otra índole, si la pasividad de la sociedad española permite a los jefes de los partidos políticos consensuar y repartir; eso sí, presentando todo como garantía del futuro de España, de la misma manera que desde los años noventa del siglo pasado, reiteradamente se presenta los llamados Pactos de Toledo en relación con la garantía del futuro de las pensiones.
En otra cosa no, en sostener y alimentar con tu voto el Estado de partidos que padecemos en España sí tienes responsabilidad. No te engañes. Tu voto es ante todo un apoyo directo a este régimen oligárquico, cualquiera que sea el partido al que has votado o tengas intención de votar. Todos ellos, sin excepción, son partidos del consenso para repartir prescindiendo del sentido de tu voto.
Salvo que tengas “vocación de siervo voluntario” no entiendo que apoyes con tu voto un régimen político que mete constantemente la mano en tu bolsillo, te pastorea, se entromete en tu vida privada, y reduce más y más tu ámbito de libertad. Cada vez hay más cosas prohibidas o que para realizarlas necesitas autorización administrativa
¿Cuánto tiempo vas a seguir legitimando y sosteniendo con tu voto el llamado régimen del 78 y su funcionamiento? Piensa la respuesta para el día que tus hijos te recriminen la herencia del régimen político que ahora apoyas con tu voto.
No tienes que arriesgar tu patrimonio ni hacer heroicidades para rechazar el régimen del 78 que padeces, simplemente no lo apoyes y legitimes con tu voto y caerá. Votar no es un deber sino un derecho igual que no votar.
Sí hay alternativa. Los ciudadanos que no se comportan como siervos voluntarios sí pueden decidir. Comenzando por exigir un periodo de libertad constituyente y no dejando más que otros nos otorguen desde arriba reglas y constituciones como la de 1978. También puedes seguir votando y quejándote porque todo sigue igual con los mismos o con otros actores. Sapere aude.

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