La democracia representativa es muy simple (sólo el interés o la ignorancia la hacen compleja): representación del elector y separación de poderes. Es el gobierno de la mayoría, con lo que su sistema electoral sólo puede ser el mayoritario, ya que el proporcional, aparte de fomentar el secesionismo, elimina cualquier atisbo de representación (sustituida por la integración de las masas en el Estado mediante su identificación con los partidos-facciones estatales).

Unidad de poder y coordinación de funciones –era la fórmula de El Pardo.
La democracia representativa (bautizada así por Hamilton) le importa un huevo de pato viudo a la gente, circunstancia que aprovechan los ideólogos retoricistas de los partidos para apretar la tuerca proporcional que aviva el ascua de su sardina: Girauta, el Salustiano Olózaga de Ciudadanos, y la Hipatia de Podemos, Irene Montero, que tienen de la representación la misma idea que Sánchez o Rajoy, ninguna, se juntaron el otro día por ver de hacer el sistema proporcional… “más proporcional todavía” (?):

La música es buena, y la sintonía, grande –dijeron.
“La paloma es preciosa / y el palomo muy gentil / con un pico color de rosa / para besarla feliz”, en versión Cri-Cri.
En Europa sólo De Gaulle intentó establecer una democracia representativa, y copió (mal) la única existente, que es la americana. Los franceses eligieron la primera Asamblea de la V República por sistema mayoritario de dos vueltas: la derecha de la UNR obtuvo 189 escaños, por 10 de los comunistas. Con el sistema mayoritario simple (el inglés), a la UNR hubieran correspondido 104, y a los comunistas, 54. Y con el sistema proporcional que Girauta y Montero quieren “más proporcional todavía”, los comunistas hubieran vencido con 88 escaños, por 82 de la UNR.
Pero la música es buena, y la sintonía, grande.
En un país en el que la música se convierte en asunto de Estado –avisa Rousseau–, ¿qué serán los asuntos de Estado sino canciones?

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