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JOSEP ROCA

La epopeya hasta llegar al acto del pasado 19 de diciembre es digna de ser explicada.

¿Cómo un hombre desterrado de los medios de masas y sin más voz que un micrófono desde su casa puede acabar provocando tal nivel de pánico? ¿Cómo el Estado puede acabar haciendo todo lo posible para anular un acto pacífico que solo defiende la democracia?

En la primera reunión, todos acudimos a la llamada de Fernando Gómez, citados en el bar de un hotel entre la Catedral de Barcelona y la plaza de San Jaume. Esa cita sirvió para conocernos y poder evaluarnos los unos a los otros. Fernando nos dijo que Don Antonio iba a venir a Barcelona con una intención muy clara: realizar un discurso contra el secesionismo con el rigor científico que siempre le caracteriza. Dicho discurso sería en la Plaza San Jaume, lugar donde se encuentran el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat.

En medio de dicha reunión Don Antonio llamó a Fernando y habló con nosotros, el hombre cuyas reflexiones políticas escuchábamos en nuestros reproductores de audio cada día, estaba sonando por el teléfono de Fernando. Rápidamente nos empezamos a organizar dentro del grupo, según las capacidades de cada uno. La llamada de Don Antonio fue una inyección de ánimos extraordinaria. Inicialmente el grupo se dividió en otros tres grupos más pequeños. El primero de ellos se encargó de la organización del evento, este mismo grupo también se encargó de buscar el material técnico para que la voz de Don Antonio pudiese ser escuchada en cada rincón la plaza. El segundo grupo que se organizó fue el administrativo, encargado tanto de la comunicación interna como el de la administración económica del evento. El tercer grupo iba a encargarse de la promoción de un evento; había que atraer al mayor número de personas posible al acto. Además, el discurso de Don Antonio en la plaza no era el único evento a organizar, la comida con repúblicos del resto de España también era parte de nuestra labor.

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En la segunda reunión, el evento todavía no se había cancelado; decidimos centrar la promoción en las redes sociales, pero para nuestra sorpresa vimos cómo repúblicos del resto de España estaban promocionando el evento desde las mismas plataformas.

La prohibición del evento se nos comunicó durante la segunda y tercera reunión, a la espera de la confirmación definitiva se nos truncaba la estrategia de comunicación. También sabíamos que Don Antonio, pasara lo que pasara, iba a cumplir su promesa de visitar Barcelona, así que nosotros debíamos estar a la altura.

Todos conocemos la lucha de Adrián Perales contra la Junta Electoral Provincial en el juzgado. El día 14 de diciembre finalmente supimos que el acto no se celebraría en la plaza San Jaume, como era el deseo de D. Antonio García-Trevijano. Quedaban 5 días y solo el esfuerzo de los 12 repúblicos era considerado contrario a las garantías democráticas según la Junta Electoral, el resto de convocatorias por parte de entidades sociales, incluso vinculadas a partidos políticos, fueron permitidas.

Para colmo de males, al día siguiente nos dieron otro mazazo: no había disponible ningún hotel de los que habíamos contactado para celebrar el acto. La propuesta final fue la del Salón Imperial del Roger de Lluria-Ritz, a propuesta de Agustín López. La elección del lugar disparó los costes por encima de lo inicialmente calculado. Empezamos organizando un discurso al aire libre y terminamos en un salón de lujo privado.

Pese al coste económico y todas dificultades impuestas contra nuestra voluntad, el Salón Imperial se llenó con repúblicos venidos de toda España, desde Canarias al País Vasco, de Andalucía a La Rioja, de Valencia, Madrid y Zaragoza. El maravilloso grupo de Asturias, Castellón y ambas Castillas, Galicia y por supuesto, del corazón de Cataluña. Y es que el compromiso con la libertad, a través de las ideas de Don Antonio García-Trevijano, está por encima de cualquier obstáculo.

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Cuando se cuenta con el respaldo de la verdad, no hay repúblico que se rinda. Y si no que le pregunten a Fernando Gómez, que como persona de confianza de Don Antonio se encargó de coordinar el grupo. Susana Urriticoechea, dispuesta a empapelar Barcelona con la experiencia del veterano repúblico Jóse L. Navarro. Marti Romeu, viniendo religiosamente desde El Vendrell a todas las reuniones. Montse Otero, Xavi Burgo y su manejo en Twitter.

El imprescindible Joan Solé, pues la pasión que alberga ese gran corazón fue muy importante para la consecución del logro; él se encargó del sonido, entre otras muchas cosas. Daniel, ayudado por Ramón Pástor, Javier Sueiro, Agustín Iñigo e Ibán, los operadores de cámara que hicieron posible la grabación del acto.

Juan José Fernández, encargado de hacer sentir cómodo a Don Antonio en un taburete especial, evitando las molestias causadas en su última operación. Y hablando de sillas, César, que se encargó también de traerle otra, esta vez de ruedas, para que Don Antonio pudiera mover su espíritu inquieto por Barcelona sin ningún tipo de obstáculo.

Miriam Quevedo, la incombustible mamá república, que se encargó tanto de la comunicación interna como externa y de cobrar las entradas, ayudada por Regina Farré y por último y no menos importante, el gran Bernardo Ruíz, ocupado en el control administrativo. Todos ellos y el equipo de Madrid, Helena Bazán, Daniel Fernández, David López y Leopoldo Jarillo hicieron posible que este acto fuera un éxito in extremis.

A todos los repúblicos que vinisteis a Barcelona desde las diferentes partes de España, muchas gracias.

¡Viva la República Constitucional Española!

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