Debido a su estructural dependencia con respecto a la consecución del beneficio económico a toda costa, los medios de comunicación de masas son a la información y a la salud mental del ciudadano medio lo que las cadenas de comida rápida son a la alimentación y a nuestra salud corporal. Es decir, todo lo contrario a lo que el individuo precisa para auto-realizarse: emprender su propia construcción de un juicio-cuerpo crítico sin la mediación directa de los agentes externos que propagandísticamente y desde que se levanta hasta que se acuesta, tratan de asaltarle por tierra, mar y aire con el objetivo último de reducir su Yo a una tecnología, esto es, a un conjunto de procedimientos industriales de un determinado sector o producto (en este caso, los de la (des)informacion politizada y la [mal]nutrición).

 

Una de las modalidades predilectas del Régimen del ‘78 a propósito de esta manufacturación y producción en masse del ciudadano-súbdito a través de los medios de comunicación de más amplia tirada es la siguiente: la instrumentalización política de una cierta confección interesada del tiempo-espacio, la cual funciona como matriz de sentido. Me explico: más allá de la elaboración y reproducción de los calendarios en cuanto concepción que una determinada cultura tiene de su propio tiempo, existe lo que M.Bajtin denominaba <<cronotopo>>, es decir, no una mera cronología, sino un entorno discursivo que opera como narración espacio-temporal, definiendo la trama de la misma, el tipo de eventos que acontecen en ella, los cambios que experimenta la realidad y el sentido último de la época en la que habitamos. Pongo un ejemplo: el cronotopo nacionalista español por excelencia en lo que concierne a la etapa post-franquista fue, durante el periodo comprendido entre 1982 y 2011, la llamada <<Cultura de la Transición>> (Martínez, 2012), es decir, la despolitizadora y triunfalistamente mediocre ingeniería estatal-institucional del funcionamiento dirigista de la cultura española, articulada a través de su homólogo político (PSOE) y el semi-monopolio mediático de persuasión ciudadana por medio del cual se expresan ambos: el llamado grupo PRISA (1972-).

 

Labrador lo define claramente: “los mitos culturales españoles de los últimos treinta años gravitan sobre una necesidad permanente de reafirmar la disposición nacional a la normalidad a través del culto a sus dioses tutelares -el consenso, la cohesión nacional, la racionalidad política, en resumen, la “responsabilidad histórica” y los “grandes pactos”. Este conjunto de figuras morales, y los modos de combinarlas en una narrativa, constituyen lo que podría describirse como la sintaxis simple de la gramática de la CT” (‘¿Lo llamaban democracia? La crítica estética de la política en la transición española.’, 2014).

 

Toda esta matrix espacio-temporal como hegemonía discursiva de la CT colapsó en las jornadas del 15-M de 2011. Empero, como Zizek nos advierte en su obra, la relevancia de una revolución siempre es sancionada ex post facto. En otras palabras, es aquello que sucede le lendemain, la mañana después de la euforia pirotecnica de la insurgencia, lo que determina retrospectivamente la importancia de la noche anterior. Pues bien, la resaca del 15-M arroja un escenario netamente gatopardiano, es decir, un equilibrio de poder que se ajusta a la máxima en virtud de la cual “es necesario que todo cambie para que todo siga igual”, esto es, una situación de distinciones sin diferencia, de cambios superficiales sin permuta estructural. Al cabo, una operación chapa y pintura.

 

Pues bien, he aquí los recambios que, tras el 15-M, han mantenido al régimen del ‘78 con respiración artificial:

 

-2012: El BOE sanciona, pocos meses después del 15-M, la creación de la <<Marca España>>, un proyecto que surge como reciclaje discursivo de los ya inoperantes ideologemas de la CT. Se trata de la última huida hacia adelante por parte de una clase político-económica dirigente que se aferra desesperadamente a sus privilegios. A tal efecto, los símbolos nacionalistas se sofistican: atrás quedan enseñas paramilitares, tales que el himno, el escudo, las banderas o los ceremoniosos desfiles del ejército. Ahora lo que se estila es la promoción del idioma español en América, la cocina mediterránea, la selección española de fútbol o la performance mediática de la restauración postcolonial entre el Estado español y  la comunidad sefardí.

 

-2014: Podemos nace como la disidencia controlada, la pastilla violeta de Morfeo, un híbrido de recambios del PSOE (ala errejonista) y de IU (facción pabloiglesista), respectivamente. En las matemáticas de la política radical, empero (es decir, aquella que corta el problema de raíz), la suma de dos recambios no resulta en un cambio, del mismo modo que la suma de dos falacias difícilmente equivale a un buen argumento. El mismo año, Felipe VI “El Preparado” es investido para garantizar la continuidad de un juancarlismo en horas bajas.

 

-2015: Las votaciones (que no elecciones) generales desembocan en un bloqueo institucional que constituye lo más parecido a la democracia que el Reino de España ha tenido desde el periodo comprendido entre 1977 y 1982 (debido al antedicho bloqueo, ni la falta de representatividad democrática, ni la falta de separación de poderes están operativas, por lo que la corrupción desciende).

 

-2016: La inédita situación de bloqueo institucional se resuelve con un golpe de Estado interno, el 1 de octubre, del ala derechista del PSOE (Susana Díaz) sobre la tibieza socialista de su otra cara (Pedro Sánchez), en lo que es menos una lucha entre partes que el enroque financiero de las establishment político sobre el núcleo duro de sí mismo, con las esperanza de seguir viviendo de lo público unos meses más.

 

El resultado es inequívoco: Mariano Rajoy, del Partido Popular es investido (!) por el monarca Felipe VI. Había sido necesario que todo cambiara para que todo siguiera igual (Estado de Partidos, Monarquía, no separación de poderes, déficit de representatividad).

 

En conclusión, de manera análoga a como la Cultura de la Transición surge a partir de la desmovilización de la cultura transicional, la Cultura del 15-M (y sus dioses tutelares: tetrapartidismo, Pablo Iglesias como el nuevo Felipe González, pacto de Estado, el cambio sensato, la <<salida>> de la <<crisis>>,  Felipe VI “El Preparado) nace a partir de la desmovilización de la cultura del 15-M. Si como señala Labrador, “CT, cultura de transición, sería la cultura hegemónica de la democracia española después de 1982 y, propiamente, en mi lectura, la cultura socialdemócrata, popularmente conocida como cultura progre”, la C15 o Cultura del 15-M sería el nuevo cronotopo de la <<democracia>> española después de 2011 y, propiamente, en mi lectura, la cultura indignada hecha institución, popularmente conocida como <<cultura podemita>>. Para ser exactos, lo que está aconteciendo actualmente no es tanto la sustitución del cronotopo CT por el C15 cuanto la sedimentación y superposición de ambos. Al fin y al cabo y como ya he explicado, la C15 es parasitaria de la CT, aunque se disfrace de su contrario (o tal vez por eso mismo). Estos son, en definitiva, los contornos de la matriz discursiva actual del Reino de España y, por tanto, de la desinformación que todos los medios de masas reproducen (cada uno a su manera, pero todos copiando de la misma fuente).

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