La sociedad española vuelve a guiarse por los ladridos (cantos de sirena de la partitocracia) de galgos y podencos, todos perros al fin y al cabo, como si fuéramos serviles churras o merinas (ovejas todas). Para la cuota nacionalista, menciono al gos d´atura y a la oveja lacha. Y así, nuevamente asistimos al desparpajo de esta dictadura en la sombra que es la del Estado de partidos.   No repuesto aún del estupor de la modificación constitucional tramitada como si de una Resolución administrativa se tratara (o más rápida aún, para los que convivimos día a día con actos y actuaciones sometidas al Derecho Administrativo), empiezo a despertarme con las futuras elecciones del 20 de noviembre, la confección de las listas electorales y el enaltecimiento del presidente in pectore, dos caras de la misma falsa moneda: La democracia española. Algunos ejemplos ilustran la antología de este despropósito, de esta máquina de impostura, de este engendro de deslealtad que es el régimen español.   En declaraciones al programa Informe Semanal, el pater constitucional, Gregorio Peces-Barba, señala que, junto a otros ponentes de nuestra Carta Magna, sentía desafección, animadversión o muchas reticencias por el referéndum, poniendo todas las limitaciones posibles, pues estaban algunos de ellos escarmentados con los plebiscitos franquistas donde votaban un 110% del censo electoral. El argumento quiebra por su base, excepto que se pretendieran mantener, no ya las instituciones del antiguo régimen –maquillaje al margen-, sino los modos de funcionar del mismo, como así sucede. El fraude en el censo electoral como justificación de una decisión restrictiva a la existencia de los referéndum… ¿Por qué no hacerlo extensible a las propias elecciones generales, autonómicas o municipales? No me responde don Gregorio (¡Ah de la Justicia, nadie me responde…!). Por eso se le dio -sigue reconociendo nuestro insigne jurista de la esfera de la filosofía del Derecho-, tanta relevancia y poder a los partidos políticos. Y, así como la propia Constitución exige la participación ciudadana en el funcionamiento de la Administración Pública -artículo 105: La Ley regulará: a) La audiencia de los ciudadanos, directamente o a través de las organizaciones y asociaciones reconocidas por la Ley en el procedimiento de elaboración de las disposiciones administrativas que les afecten. b) El acceso de los ciudadanos a los archivos y registros administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos y la intimidad de las personas c) El procedimiento a través del cual deben producirse los actos administrativos, garantizando, cuando proceda,    la   audiencia   del   interesado-    y garantiza, como derecho fundamental de los ciudadanos –artículo 23- el de participar en los asuntos públicos directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal (sic), niegan a esos mismos ciudadanos la posibilidad de refrendar decisiones constitucionales, máxime cuando no cuentan con todo el apoyo del arco parlamentario que dice representar al pueblo español.   Pero el siglo XXI es el de la inmediatez y esa reforma constitucional, aun inconclusa, ha pasado ya a la historia gracias a los medios de comunicación que ya no se ocupan de ella, al movimiento del 15-M que ya no se indigna por ella y a los partidos políticos que están enfrascados en el sorteo de candidatos y aspirantes a las listas electorales. ¿No es deslealtad, no es impostura?   El caudillo entrante, Mariano Rajoy, ya ha señalado lo difícil que es elegir, y como buen adalid del “dejar hacer, dejar pasar” que ejerce en casi todas las esferas de la vida, excepto en la del ciclismo, dejará hacer al comité electoral del PP y dejará pasar lo que le propongan. Él es así de demócrata. Si tan difícil es ¿por qué no propone que sea el pueblo español el que elija, ya que de éste “emanan todos los poderes del Estado” (artículo 1.2 de la Constitución)? La guerra por estar en las listas ya ha comenzado.   En Asturias dicen querer los del PP un candidato estrella (¿un filósofo, un intelectual, un héroe de la guerra del Sidi-Ifni? ¿Quién será el tapado, si es que hay alguno, para encabezar las listas del PP en nuestra arcadia asturiana? ¿Por qué no podemos saberlo aún los asturianos? Nos tratan más bien como “asturiasnos”. El PSOE no va a la zaga; consulta con las agrupaciones municipales socialistas y sus secretarios generales, pero al final quien quita y pone es la ejecutiva de turno. Se admiten propuestas, pero no candidatos. Un poco más asambleario, igual de antidemocrático.   Por último, sólo mencionaré la insolente claridad con la que el presidente del Partido Popular de Asturias ha definido estas elecciones generales, fraude del régimen parlamentario, pues esconde un presidencialismo trocado en dictadura personal de cuatro años, gracias a la inseparación de poderes: “Todos los asturianos saben que las únicas opciones es que siga gobernando el Partido Socialista o que gobierne Rajoy, no se habla de otras alternativas”. Los asturianos y los españoles sabemos de esa verdad, pero desconocen los votantes lo que subyace en ella; nos preparamos para otros 4 años de servidumbre, de ausencia de libertad. Plebiscitaremos el yugo otros 4 años. ¿Pero a quién le importa la libertad, cuando los mercados nos arrebatan nuestros ahorros, los bancos nuestras casas y nuestros políticos nuestra sanidad y nuestra formación?   Ante estos ejemplos expuestos, con frases emanadas de la propia casta, la sociedad española tiene dos alternativas: O cada día más críticos, o cada día más serviles. Esa es la tesitura de los ciudadanos españoles; los comprometidos con la causa de la Libertad Política, sea por evolución personal, biológica o ideológica, por comprobación empírica de la realidad, por análisis científico del régimen político, por la reflexión serena o el aprendizaje de terceros, tenemos ideas-fuerza incorruptibles, por clásicas y verdaderas, que no es menester repetir, por sabidas. ¡A conquistar la libertad que nos pertenece!

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