Constitución de 1978 (foto: yeyo pepe) ¿Por qué y quiénes celebran el 6 de diciembre, día de la Constitución? Ésta no constituye a un Estado –como creen muchos profesores de derecho público- que ya estaba formado; tampoco establece las relaciones de la sociedad civil, que es algo propio del totalitarismo, sino que elabora el reglamento del juego político, la jerarquización, y el funcionamiento de las instituciones, es decir, fija las conexiones entre los distintos administradores públicos, y las que mantienen todos ellos con los ciudadanos. Podríamos hacer responsable al pueblo español del tipo de gobernantes que ha engendrado este régimen durante los últimos treinta años, si aquél hubiese tenido la oportunidad de elegir, sin miedo y con información, otro tipo de gobierno; pero ese poder constituyente de la sociedad civil fue usurpado por un oligopolio de los jefes de partido, consagrado y perpetuado en “su” Constitución, plebiscitada en 1978; desde entonces, los votantes pueden ratificar las decisiones de esa oligarquía, y los que quieran ser libres abstenerse de participar en un juego tan deshonesto. Cuando se asegure la supremacía de los derechos privados sobre las prerrogativas del poder político, y se conquiste la posibilidad de elegir libremente a nuestros representantes y gobernantes; y además sea garantizada mediante un contrapeso de poderes independientes la punición del abuso de poder; e inaugurada la libertad de no obedecer otras leyes que las dictadas con el concurso directo o indirecto de unos ciudadanos, que por fin ejercerán el dominio de la cosa pública y el efectivo control de la gestión de sus apoderados, entonces habrá llegado el momento de conmemorar el día de alegría y dignidad públicas por antonomasia. Aquella glorificación del oportunismo en la que consistió el pacto entre las burocracias dominantes del franquismo y de las organizaciones que esperaban volver a la escena política española cuando cayese el telón de la dictadura, condujo al establecimiento de una Monarquía (sin honor) de partidos (con todos los vicios estatales y sin ninguna virtud social). A pesar de ser amparada por los grandes medios de comunicación, resulta cada vez más evidente la falsa ilusión de reformar un régimen asociado a la corrupción, que produce un nivel de incompetencia inasumible incluso para una ciudadanía tan gobernable como la española.