Congreso de los diputados (foto: Jaume) Los  representantes de los principales partidos estatales se han reunido en el Congreso para iniciar, con toda la pompa requerida,  la novena legislatura o  mandato del presidente del gobierno de la Monarquía. En el Reino Unido, la cuna del parlamentarismo, también son muy dados a semejantes celebraciones. Sin embargo, en un país que quiera ser democrático y representativo de la sociedad han de respetarse unas formas mucho más importantes que las protocolarias y escénicas.   El presidente del gobierno, y jefe del Estado, tiene que ser elegido por todos los ciudadanos en unas votaciones al efecto. Esto no ocurre todavía en España. Y esperemos que la complicidad política de los votantes de partidos y la indiferencia ante el régimen sean superadas por la movilización social de la conciencia democrática,  antes de que nos alcance una deseable pero todavía lejana internacionalización de las prácticas de la libertad política.   Si se observa, en cuanto “poder político”, al Presidente de los EEUU. ¿Qué cargos tiene? Un  Presidente de un Gobierno con el principio electivo de la democracia (elección directa y no indirecta) debe  asumir los cargos de Jefe del Estado, Jefe del Gobierno Federal (entiéndase “confederal”) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del país.    En España el “presidente” no asume ninguna de estas funciones. No es el Jefe del Estado. Lo es el Rey.   No es el jefe de las Fuerzas Armadas. Lo es el Monarca, que tomó el testigo sucesorio de Franco, detentador del rango de “generalísimo” en el ejército español. Y, lo más curioso en la historia de las ideas políticas, tampoco es Jefe del “Gobierno Federal” como es lógico, porque no hay un “gobierno federal” ni confederal, pero sí una extraña mixtura. El estado español es un estado con  cuatro  autonomías “históricas” – ¡como si no fueran políticas también¡- y  trece autonomías  solamente políticas – ¡como si no tuviesen historia¡-.   Las tendencias centrífugas del estado de las “autonomías” contribuyen a oscurecer la institución del Presidente de toda la Nación española, algo inconcebible sin su elección directa por todos los ciudadanos, en lugar de la aclamación del jefe gubernamental  que le procuran sus subordinados parlamentarios antes incluso de la ceremonia de investidura.

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