Sr. Rodríguez Zapatero (foto: jmlage) España ha sido un yermo para la acción y el pensamiento de izquierdas. Por eso merecen atención las originalidades del nuevo catecismo de la izquierda española, cuyo predicador da ejemplo a los españoles con insólitos nombramientos ministeriales: Carme Chacón al frente del Ministerio de Defensa y la ministra más joven de la historia dirigiendo el recién nacido Ministerio de Igualdad. Arrumbada la izquierda que atribuía a la propiedad privada la causa de la desigualdad y que se proponía, mediante la conquista gradual del Estado, organizar la economía colectiva, Zapatero sobrepasa la línea de acción de aquella izquierda que, al achacar los males sociales a la ignorancia, se centró en la educación pública, puesto que el jefe del PSOE cree en el valor pedagógico de los actos de Gobierno.   Las buenas leyes lo son para todos los hombres tal como las proposiciones científicas son verdaderas para todo el mundo. El consenso de la clase política y la soberana voluntad del poder ejecutivo pueden conducirnos a una feliz sociedad de iguales, librando al individuo de todas sus ataduras y condicionamientos sociales, salvo los de la propiedad. El predominio de valores igualitarios y la democratización de las costumbres son los imperativos categóricos de un neosocialismo español que los estima moralmente superiores a los mandatos imperativos de los electores.   Sin embargo, esta pedagogía social de la igualdad no puede ocultar una ignorancia política de la libertad que mantiene a los españoles en un estado de minoría de edad. Los artífices de la Constitución del 78 no consideraron al pueblo español lo bastante adulto como para aspirar a designar y controlar a sus gobernantes, e impusieron un régimen de tutelaje oligárquico. No obstante, si los hombres no están preparados para la libertad, ésta no se alcanzaría jamás, “porque no se puede madurar para la libertad si no se ha sido puesto previamente en libertad” (Kant).   El vacío ideológico de una izquierda huérfana de marxismo y ajena a la democracia, se trata de llenar con burbujas demagógicas. Pero su desnudo interés consiste en aferrarse a lo que le proporciona su condición actual: el Estado de partidos. La izquierda estatal imparte lecciones reaccionarias cuya autoridad la sociedad no puede rechazar sin salir del régimen cultural de la partidocracia, que sigue ignorando la democracia política o formal.

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