Existe un colectivo en España que está soportando, durante años, un nivel de violencia traumático. En un periodo de tres meses, uno de cada dos miembros del colectivo (57,6% exactamente) confiesa haber sido víctima de una agresión, física, psicológica o verbal y uno de cada tres, (38,3% exactamente) confiesa haber agredido a miembros del colectivo, en el mismo período. Existe un 7,4% de los miembros que son víctimas extremas, diarias o casi diarias de violencia.

No se trata de datos de reclusos en las prisiones. Son escandalosos para ese entorno. Ni datos sobre políticos. A tanto no llegaron ni siquiera en abril de 1.936, cuando el Presidente de las Cortes, M. Barrios, reunió a los representantes de los partidos para exigir, sin éxito, que acudieran a las sesiones desarmados.

Estas cifras se refieren a estudiantes, según la ya clásica tesis doctoral de D. Santiago Ramírez desde el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Humanidades de Granada. Otro estudio, el de Dña. Silvia Buil Úbeda y otros, concluía que entre los 12 y los 14 años, el 27% de los estudiantes, asegura que sufre agresiones de forma frecuente; el 60%, algunas veces. Todas las estadísticas, aún maquilladas, sobre violencia escolar son escandalosas, las oficiales cifran en un 27% los alumnos implicados en violencia. Las cifras del Defensor del Pueblo, son demoledoras.

No es necesario explicar que en el ambiente que pueda describirse con esos datos, todo intento de instruir a los jóvenes es inútil, por inmejorable que sea el presupuesto y excelente la preparación del profesor. Un alumno debe atender en clase, sin que le perturbe absolutamente nada. Un profesor en el aula, debe de preocuparse exclusivamente por el difícil arte de captar la atención y el interés. Pues bien: Un 50,2% de los profesores, tiene miedo a ser agredido según un informe de UGT.

No existen estudios sobre el destino de las víctimas de bulling (hostigamiento entre pares). Como es un problema generalizado, ante la ausencia de datos, no tardamos en encontrar casos en nuestro entorno. El que voy a relatar ha sido seguido durante años.

Se trata de un alumno, de 13 años, caracterizado por no recibir calificación alguna por debajo del 8, amante del deporte, del ajedrez y de la lectura, no ve nunca televisión, pulcro en sus deberes, afable en el carácter y con la suerte de tener una madre que renunció a su profesión para educarle personalmente junto a su hermano.

Tras diversas agresiones, terminó atendido en urgencias varias veces en un año. Ha sido humillado con asiduidad.

Según D. AntonioTrevijano, en el excelente programa “Instruir en lugar de Educar”, existe en España, una inversión de valores, entre ellos el de la inteligencia. En este caso particular, se aprecia que quien reúne inteligencia y laboriosidad, se sitúa en el escalón mas despreciable, los llamados “motivaos” en el argot juvenil. La percepción de sí mismo que tiene este muchacho, es desastrosa. Su escala de valores es puro conflicto.

Actualmente este alumno, ha sido cambiado de colegio. Su hermano, unos años menor que él, compañero del mismo colegio, con similares calificaciones y comportamiento, es ahora mismo, victima de violencia diaria. También va a ser cambiado de colegio.

Conclusiones interiorizadas por ambos hermanos, por sus agresores y sus profesores:

1.- Es recomendable ser infractor. No hay consecuencias. 2.- Ser laborioso e inteligente, te convierte en víctima. 3.- Es la víctima y no el infractor quien debe de huir humillado, sin respaldo social. 4.- Padres y educadores mienten sobre la existencia de un premio social para el laborioso y respetuoso.

Estas conclusiones, en los jóvenes, no han sido aprendidas mediante instrucción: Han sido interiorizadas mediante educación. Son producto de la vivencia y por tanto, selladas casi indeleblemente, por impronta social y familiar. Muy difíciles de borrar.

Este es otro motivo para el monumento a la ignominia: Que las víctimas puedan leer los nombres de los responsables últimos de sus abusos, de quienes pudieron evitarlos y no lo hicieron. Que las generaciones venideras vean expuestos los nombres de quienes ante semejante problema, gastaron dinero público en jornadas que tienen como lema “por la convivencia y la tolerancia” o en campañas que rezan “contra la violencia…. cultura”.

Fotografía de redwood 1

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