Cuenca (Foto: Óscar) Viacrucis político (1) Salió pronto de casa, porque no le gustaban las aglomeraciones. Abrió el buzón para recoger el sobre electoral que había dejado preparado en el interior. (2) En el portal encontró un programa del partido y pensó que sería buena idea aprovechar para leerlo. (3) Muy pronto la lectura se hizo penosa e intentando concentrarse, tropezó; pasó vergüenza mientras se levantaba ante la mirada de los transeúntes. (4) Se preguntó si su madre le habría visto caer cuando la vio acercarse por la acera. “Corro a por el pan hijo mío, ahora mismo voy” y se alejó. (5) Él pasó por la churrería, compró lo de siempre y siguió camino. Le alegró ver a su cuñado esperando en el portal. “¿Cómo vas tan cargado? Anda, deja que te ayude con eso”. Quiso decirle que quería leer bien el programa, pero sólo dijo: “Gracias Simón”. (6) El cuñado propuso que fuesen a desayunar y bueno, la cafetería estaba allí mismo. (7) Cuando entraban, una empleada con camisa a rayas le acertó en la cara con la puerta. El golpe le hizo hincar una rodilla en tierra y la muchacha, sin decir una palabra, sacó un pañuelo para limpiarle la gota de sangre o de suciedad que había quedado en la frente. Me llamo Verónica, puede usted presentar una queja ante el encargado, que es aquel señor. Y desapareció.   (8) Un corro de viejas se interesó por su estado y, de mal humor, les dijo que no se preocuparan, estaba bien. Simón, conteniendo la risa, le devolvió el programa y dio cualquier excusa para desaparecer. (9) A la puerta del colegio electoral comenzaba a llegar gente y se trastabilló una vez más al avanzar. (10) El guardia de seguridad le obligó a quitarse hasta los zapatos para pasar por el detector de metales. (11) En la fila tuvo un altercado con un tipo que quería colarse y el mismo guardia los separó de tal empujón que fue a parar hasta una mesa y su dolorosa astilla. (12) Pudo recuperar la compostura y votó. (13) A la salida recriminó al seguridad por su actuación y cuando era brutalmente expulsado del colegio topó con su madre que llegaba. (14) Ya en casa se despidió de ella sin dirigirle una mirada y, mientras abría una botella, escuchó la puerta cerrarse. (15) Dolorido y sucio, tres días después, apareció de nuevo en la calle. Hacía una mañana preciosa. De esas en las que todo puede volver a empezar.

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