Claves de la Transición Transición desastrosa La transición española se puede ya –a estas alturas- calificar de desastre monumental. Una demostración estandarte de las técnicas de manipulación de grupos, una expresión evidente de estrategia de imposición por la sugestión de las masas.   La transición, cual ejercicio de cinismo, digno de figurar en los manuales académicos como infamia de estudio en clave politológica, fue un masivo fraude en el que la clase política del Régimen franquista y las cúpulas oportunistas de la llamada oposición “democrática”, alejadas ambas de la inmensa mayoría de la población española, convergieron en un pacto de reparto del poder y de las derivadas prebendas políticas que el nuevo régimen prometía. Pacto que se hacía imprescindible tras la muerte del Jefe del Estado, para seguir manteniendo casi intactas las estructuras del poder real: el poder económico de las diferentes oligarquías, y en especial el de las oligarquías vasca y catalana, auténticas muñidoras del Régimen actual de Monarquía cuasi-confederal que padecemos.   Este nuevo régimen sólo supuso un sistema de dictadura partidocrática y de castas económicas y políticas que están muy alejadas de la democracia en un sentido real y constitucional. Eso sí, se le proveyó de la suficiente apariencia democrática lo necesariamente seductora como para controlar a la población de una forma de hecho letal.   Si se hubiera producido una transición auténticamente democrática y ciudadana no seríamos habitantes de un sistema donde controlan de facto casi todo el poder los grupos plutocráticos, de los que la casta politicastra es tributaria y servil mayordoma pusilánime. No seríamos habitantes de un sistema donde la corrupción es la ley, el reglamento y el decreto-ley.   No seríamos habitantes de un país donde la Nación española –y en consecuencia la Soberanía Nacional de todo el pueblo español- se ha volatilizado en beneficio de fantasmagóricas “naciones” de diseño, vomitadas en los estertores nauseabundos de infames ensoñaciones racistas contra el resto de los españoles… sean estos “maketos” o “charnegos”.   No seríamos habitantes de una confederación de “nacioncitas” en forma de CC.AA., derivación de los nuevos caciquismos oligarcas localistas.   No seríamos habitantes de un sistema donde la justicia está en una vergonzante y humillante sumisión a esos poderes políticos de la partidocracia.   No seríamos habitantes de un país donde el régimen electoral está diseñado para que no tengan más acceso a las instituciones que la partidocracia de los partidos “estatales” y de los partidos separatistas representantes de las oligarquías localistas, aunque todos ellos vividores del Estado, es decir, de los presupuestos públicos.   No seríamos habitantes de un país en donde la economía real está al servicio de la financiera, cuando precisamente debiera ser al revés, y está funcionalizada en favor de los grandes bancos y sus grupos industriales.   No seríamos habitantes de un sistema donde los derechos laborales y sociales de los trabajadores españoles son pisoteados por esa casta en nombre de los intereses de la “eficiencia” y del “mercado” laboral.   Si se hubiera producido una transición a la verdadera democracia viviríamos en un régimen que sería muy distinto al de esta monarquía confederal de “nacioncitas” falaces, de una justicia sumisa al poder, de una partidocracia corrupta y de una consagración de la destrucción de la soberanía popular y nacional de los españoles.   Si hubiera existido una transición verdaderamente democrática, decente y ética, esta hubiera dado lugar a una República democrática, presidencialista, de separación en independencia de los poderes, unitaria descentralizada, y que garantizara el derecho a la soberanía del pueblo español.

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