Padres fundadores Sobre la libertad (III): preparación En la primera parte de estas conversaciones nos referíamos a la Personación como mutuo reconocimiento personal. Era la pre-fase de la libertad, era un estar (un estar estando) sobre el umbral de una libertad pendiente de acontecer o aparecer. En la segunda parte entramos en la fase de Personificación como un perfeccionarse (un hacerse entre sí), una confirmación mutua. Es una situación permanente de la Comunidad que vive en libertad: cada persona es, ahora, un ser que, además de estar estando, “está siendo”. A ninguna otra cosa o ser vivo adulto en todo el universo se puede aplicar, con propiedad y a secas, la combinación verbal “estar siendo” (un león adulto existente no está siendo un león porque ya lo era y ya lo es); ni, mucho menos, se puede afirmar de cualquier otro ser vivo que esa condición de “estar siendo” dependa de su propia voluntad. Esa capacidad de ESTAR SIENDO es una cualidad específica y voluntariamente humana y uno de los mejores regalos de la libertad, en tanto posibilidad de sucesivos renacimientos. Esa combinación verbal es la que conecta, por medio del amor, a las personas libres integrantes del NOSOTROS (un amor que, por mucho que se le quiera arrinconar, era, es y seguirá siendo el verso del verbo universal; el inter-esse verbal que re-combina personas no inter-cambiables).   La Personificación, como situación permanente de perfeccionamiento mediante mutuas interacciones, es un acontecer diario de novedades o una continua in-novación personal. A ese diario movimiento o proceso, como fase permanente de la libertad, lo podemos denominar, aprovechando las siglas del movimiento fundador de este innovador Diario, “MCRC”= Mutuo Conocimiento con Reconocimiento Común: un movimiento continuo de estante personación acompañada de caminante personificación. El resultado: continuas respuestas al ¿qué soy?, ¿quién soy? y ¿cómo soy?; una continua responsabilidad sobre uno mismo o continua procesión del propio ser como responsable (capaz de responder) de sí mismo.   La personación, por ser presupuesto y condición de   la   libertad,   tiene,   en  sentido estricto, carácter pre-político. La personificación, en tanto fenómeno previo y, a la vez, indisociable del desarrollo de una acción política estricta, tiene carácter para-político. Como, por otra parte, no puede hablarse propiamente de acción líbero-política sin que haya existido previamente la personación (pre-política) y un mínimo de libre personificación (para-política), ambas constituyen, verdaderamente, la preparación de aquella acción: son lo que PRE-PARA la acción líbero-política. Son, respectivamente, puro requisito la una y, la otra, pura capacidad para iniciar y continuar, responsablemente, la acción política libre.   La necesidad de reconocer a las personas como sujetos inviolables de la actividad política y del proceso MCRC fue la que determinó que, en los movimientos de liberación de finales del siglo XVIII se promulgaran, con carácter previo, simultáneo o inmediato a las Constituciones, las denominadas “Declaraciones de Derechos” (la de Virginia en 1.776; la de Francia en agosto de 1.789; las 10 primeras enmiendas de la Constitución americana –Carta de Derechos- en 1791, tres años después de entrar en vigor la Constitución). Los gravísimos desaciertos contenidos en la “iluminada” Declaración francesa, cargada de falsedades y de prejuicios ideológicos, junto con el despliegue posterior de las ideologías (que son prejuicios para alimentar el poder del Estado y excluyentes de toda acción política libre) cerraron el paso a la libertad política en la Europa continental. En consecuencia, interrumpieron bruscamente el proceso de libre personificación recién comenzado, en tanto derivado de la acción política libre; esa interrupción ha durado más de doscientos años.   El Estado revolucionario, cuando se convirtió en “donante” de derechos personales, incluyendo el derecho a la vida, se igualó al Ser Supremo que invocaba la Declaración francesa convertida en oráculo por decreto: el Estado fue endiosado. Su pródiga donación ocultaba la previa apropiación, invirtiendo ipso facto la donación en usurpación. Lo ideológico convirtió al Estado en fábrica de prejuicios. Pero de esto conversaremos en un próximo artículo.   Volviendo al NOSOTROS en proceso MCRC y a sus enemigos. El prejuicio colapsa el despliegue de la libertad política. La persona prejuiciada (o, peor aún, un grupo organizado de personas), al plegarse a su propio poder (soberbia) o al poder ajeno (sumisión al Estado-nación o a cualquier otro foco de poder efectivo) origina una situación que se irá desquiciando, con mayor o menor rapidez, conforme el poder (que es pura ceguera de amor) se vaya extendiendo y/o autoafirmando. Si el poder es total, todo se desquiciará y devendrá aberrante; todo se va falsificando (se va mintiendo) y, en consecuencia, todo se invierte.   Si una persona se aferra con lazos de hierro a un prejuicio interesado, cultural ideológico, material, etc., se impide a sí misma ser libre y, desgraciadamente, se lo impide a los demás. Si una persona se encastilla, frente a todo y frente a todos, en una vanidad feroz, recalcitrante y permanente, se anula a sí misma y se convierte en su propio remanente (un resto de casi nada; lo que era miel deviene hiel). Toda clase de poder descontrolado es desquiciante por propia naturaleza, incluyendo el ejercido sobre o contra sí mismo, que es una forma invertida y terrible de renegar de los demás, de renegar de la vida. La humildad es el asiento del amor.   Por su parte, cualquier juicio (sobre el pasado), o interés (sobre el futuro) diferente al inter-esse (amor a la libertad) que se cuele en el paraíso de la libertad recién aparecida la extravía; ese diferente juicio/interés es la mala serpiente que difiere o retarda la libertad (y la persona que lo consiente se resiente). Esos intereses diferentes deben diferirse para que se deriven de la libertad cuando ésta, voluntariamente, vaya a ellos. Amor y libertad, por ser como son, a ellos irán sin pérdida de tiempo, una vez ponderados entre sí los intereses. Irán, por su forma o razón de ser (por su voluntad y propio despliegue) a toda persona necesitada material o moralmente. Esos otros intereses serán sus dulces amoríos, como necesarias amistades, si se hacen con voluntad de amor, pero serán amargos amormíos (una planta con flores sin olor) si se hacen por voluntad de poder, que es razón de juicio/interés y, por tanto, retardadora sinrazón (razón de no ser). Por todo eso, el amor ama la libertad, porque el amor ni quiere ni puede ser lo que no es; porque el amor puede y quiere ser lo que quiera la libertad y al revés.   Personación y personificación, al desplegarse sanamente en un NOSOTROS deseoso de libertad, preparan y fomentan esa libertad deseada, que se realiza mediante la acción política libre, acción común que com-promete a la Comunidad libre y responsable de sí misma y a cada una de las personas que la integran.

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