José Luis Rodríguez Zapatero (foto: PSOE) La gran mayoría de las medidas gubernamentales para salir de la crisis están enfocadas al corto y medio plazo, que es donde se ganan o pierden los procesos electorales. El cheque-regalo de los 400 euros, los estímulos a las administraciones locales para crear empleo, las inversiones en obras públicas y un largo etcétera, podrán aliviar temporalmente las economías de las familias, pero pueden resultar un nuevo pan para hoy. Desgraciadamente, entre todas esas actuaciones del Gobierno de España no se observan reformas estructurales que solucionen la dependencia nacional de la economía de sol y ladrillo.   En momentos de crisis, los gobiernos no deberían disminuir sus esfuerzos inversores en investigación, sino incrementarlos para así atraer más inversiones y preparar las economías para el cambio de ciclo económico, como acaba de recordar la Unión Europea en su informe sobre Competitividad Europea en Ciencia y Tecnología*.   En ciclos negativos anteriores, economías como las de EE.UU., Japón o Corea del Sur invirtieron en la “economía del conocimiento”, y como consecuencia de ello se han beneficiado enormemente con posterioridad. En nuestro caso es ahora más necesaria que nunca una inversión extraordinaria en educación a todos los niveles. Mientras gastamos las energías en discutir sobre asignaturas objetables, cruces en las paredes y lenguas vernáculas, perdemos el carro del desarrollo y la innovación.   Somos, Zapatero dixit, la octava economía mundial. Sí, pero no: cuando se ponderan los datos económicos en función de la población, no estamos tan arriba. Los datos de intensidad en I+D reflejan que España es la 17ª en Europa, unos cuantos puestos más abajo en el orden mundial. Mientras que la media europea se sitúa por encima del 1.8 % en gastos de I+D frente al PIB, España se situaba en el 2006 en un 1.2 %, aún muy lejos del 3.0 % que la agenda de Lisboa pretendía para el 2010, un objetivo inalcanzable a día de hoy.   Los parches son baratos, y pueden hacer un apaño durante una temporada, hasta que aparece otro agujero que nos vuelve a dejar sin aire. Al final, invertir en unas ruedas nuevas, aunque pueda suponer un coste elevado, acaba compensando.

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