Reímos abiertamente al leer la pancarta. Es la jornada de reflexión y el ambiente es jovial, festivo, pero festivo bien, de copete cívico. De fiesta alternativa. Estamos a pocos metros de la concentración.   Una muchacha recorre febrilmente todos los grupos que se acercan a la Puerta del Sol. Tiene un verbo confiado y suelto. La principal consigna que comunica es que deben considerarse igualmente los votos nulos, los blancos y la abstención; todos son inútiles y por tanto hay que votar a partidos pequeños. Caigo sobre ella como la langosta sobre el primer campo de cereal tras la travesía del desierto. La conversación sube de tono conforme la joven se siente más y más acorralada. Finalmente decide que no tiene por qué seguir escuchando a alguien que trata de decirle lo que debe pensar. Mientras se pierde entre la multitud contesta "voy por libre" a mi atropellada pregunta de si puedo hablar con alguien de la organización. En un último vistazo me parece que su pelo, que era de trigo, ha cambiado un poco de color. Lástima. Si la revolución no resulta, siempre habrá alguna vacante en cualquier plaga para mí. De pronto reparo en que la discusión ha formado un corrillo de unas treinta personas. No dicen nada y se diría que nada hacen. Ni siquiera me miran. Parecen repasar con la memoria el rifirrafe verbal al que han asistido. Una universitaria se decide a pedir que me explique, lo que estaba escuchando no le ha quedado claro. Termino repartiendo en improvisados trozos de papel las referencias de los libros de Antonio, del MCRC y del diario a la concurrencia. Cuánto me arrepiento de no haber llevado octavillas.   Entro en el zoco ácrata. Tras recibir las primeras evasivas por parte de los chicos que atienden a los asistentes comprendo que si quienes están dando la cara en ese momento son, como suele suceder, los últimos que han llegado, puede que incluso crean verdaderamente que todo sigue siendo espontáneo, que ningún superior sanciona las consignas. Bajo las lonas nadie hay, o así lo parece, ni interesado en explicar los manifiestos que pueden ojearse acá y allá ni, mucho menos, dispuesto a debatir algo. Y es que no están, en efecto. Los máximos ideólogos han vuelto, si acaso alguna vez salieron de allí, a Internet. Me tranquilizo escuchando la espontánea asamblea callejera en la que un micrófono olisquea todo tipo de bocas. Muchas bonitas. Dicen cosas que hace tiempo que había que decir y también sueltan idioteces con tal gracia que apetece ser idiota; se enfadan con una sinceridad tan honda que duele no poder hacer algo inmediatamente. Y el micrófono sigue bailando. La tecnología es rudimentaria, los mensajes son simples, pero el placer de estar es genuinamente revolucionario. Unos seres humanos entran en los otros por los oídos y cuando todos están repletos se sientan a digerir el bien de pertenecer a algo. De alguna manera, en la danza del micrófono que va de mano en mano suena EriK Satie, la gymnopedia. Cuando ya de retirada atravieso La Latina, dentro de mí va la música deliciosa de la ciudadanía embrionaria pasándose la voz. Son ellos. Mi gente.   Pero la calle ha dejado de ser carne de noticia. Los ya destartalados campamentos están en el mismo limbo que la sociedad civil a la que pertenecen. Entre dos lejanías. Lejos de sus propios intelectuales interneteros y lejos los gobernantes que son la cara del Estado en los medios de comunicación convencionales. En este sentido se ha producido más una regresión que una transgresión. Si el M15M no depara frutos que no sean una imbecilidad, se corre el gravísimo riesgo de que en la mentalidad colectiva comience a afianzarse el prejuicio de que las revoluciones están desconectadas de la noosfera y que sus prebostes -los del mundo de la inteligencia- sólo tocan la tierra para dar el espectáculo necesario en la función mediática. Los responsables de esta situación serán quienes tiendan la alfombra roja a la entrada de la policía en Sol, si los resistentes no se rinden antes. Y si se repiten los chispazos sin sentido político unitario no tardará en llegar el momento del desprestigio de Internet, que comenzará a contemplarse como un medio de comunicación más, es decir, una herramienta de consenso informativo que tiende a institucionalizarse como parte de lo político y no de la política. La desilusión de aquellos necios que creyeron que la tecnología hace la revolución puede contaminar rápidamente ese charco llamado opinión pública.   El conocimiento de las ideas que defendemos ha crecido, pero no lo suficiente como para que los oportunistas ejerzan fielmente su función diseminadora. No, al menos, oportunistas dignos de crédito social. Pretender que el MCRC puede entablar una diálogo equilibrado con el M15M es un error. En cuanto el MCRC se ha ofrecido a participar en el M15M el interés que nuestras ideas suscitaban a quienes se asfixiaban en la ausencia de un horizonte intelectual se ha desplomado. La difusión de la doctrina será más difícil en esta situación. Si el debate lo desplazamos ahora al interior del M15M, el peso material de este movimiento abrumará al MCRC con preguntas y remilgos partidocráticos.   Mientras dure la partidocracia la rebelión intelectual del MCRC es estructural. En ese sentido somos desgraciada pero literalmente, outsiders. Nuestra apuesta coyuntural es la acción revolucionaria, sí. Pero es preciso encontrar el equilibrio que impida que, como ha ocurrido, algunos de nuestros mejores escritores se abrasen en una crítica que después es rectificada o que nuestros mejores hombres de campo puedan quemar todos los cartuchos instruyendo a un movimiento de capa caída y dentro del cual, al haber llegado con un enorme retraso, parecerán oportunistas.   El MCRC, como grupo, no puede sumarse dignamente a un solo manifiesto de los ya existentes y carece de la estructura y la fama necesarias para hacerse con el control de los contenidos de los que estuvieran por venir. Aunque no habrá muchos más. A lo sumo declaraciones públicas que tratarán de explicar la agonía o de justificar la vuelta a la discusión mediática. Por nuestra parte cabe seguir actuando de la forma en la que espontáneamente empezamos a hacerlo. Ejercer la crítica intelectual como grupo (MCRC), desde fuera del movimiento M15M, por un lado, y por otro entregarnos a la simpatía con el espíritu inicial de las protestas -que siempre es republicano-, apoyar ciertas acciones y difundir nuestras ideas, como individuos, desde dentro. Son acciones compatibles que no dejan a nadie fuera. Así seguiremos siendo el referente intelectual y moral que siempre hemos sido y cumpliremos con nuestro deber de compatriotas y revolucionarios. Es la solución al problema de la aparente incoherencia acción-pensamiento y viceversa. Repito, acción intelectual como grupo desde fuera, y pensamiento encaminado a la difusión individualmente realizada desde dentro. La necesaria relación entre ambas actividades evitará que, como está ya comenzando a ocurrir en el M15M, si la acción adquiere cierta relevancia, aunque sea efímera, las nuevas incorporaciones y aquellos que ocupan puestos de escasa responsabilidad (los militantes) dejan de conocer lo que ocurre en la dirección.   De la misma forma que los Estados incontrolados se fundan en la excepción, en hacer de la excepción la regla, es decir, en suspender el Derecho cuando les conviene, o en ser autoderecho o decisión pura, las sociedades sometidas a esos estados mantienen su ilusión de libertad en hacer regla mitológica de la excepción. En el caso español la rebelión que no ocasiona violencia (política) es excepción consentida, los comicios son excepciones rituales y los individuos se consideran excepciones a la falta de libertad. Por eso la revolución del 15-M sólo podrá ser espectacular en los medios y mediática entre la conciencia prepolítica y la política.   El estado de excepción requiere de la mentira para que la vida pseudopolítica se desarrolle. La política real, es decir la acción libre, genera el derecho y no al revés y la libertad genera la política y no al revés. "Las libertades" es decir, la libertad de acción, proceden del derecho, de una situación de conservación del estado institucional y jerárquico de turno y no al revés. El M15M fue revolucionario en origen porque se rebeló contra la excepción convertida en regla, contra la mentira, y es reaccionario ahora porque, pactando con los usurpadores del Estado o estableciendo sus bases en la reforma y sus objetivos en reivindicaciones sociales, trata de regularizar la propia excepción que supone su actitud asumiendo de nuevo la mentira.

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