Montaje: Alejandro Pérez Prognosis inversa Cuando Juan Duarte, crápula profesional, hermano de Evita y ex Secretario de la Presidencia, apareció muerto con una pistola del treinta y ocho en la mano y una bala del cuarenta y cinco en la sien, todos los periódicos difundieron la versión oficial: suicidio. Entonces se extendió por la Argentina un chiste que ha tenido versiones muy similares en diferentes países y momentos de la Historia: Sabemos que Juan Duarte se ha suicidado, ahora falta saber quién lo hizo.   Mucho menos importan las acciones de los bucaneros financieros -a fin de cuentas servidores de su codicia y su señor- que las de aquellos que dicen representarnos. Sin solución política a las despolíticas europea y asiática y la despolitización americana, mucha crisis queda todavía por engullir. El mercado, que no debe confundirse con el comercio, es, en sí mismo, un producto de la intervención del Estado. No tiene principios no mecánicos, ni valores propios o, si es así, han sido generados bajo la tutela estatal. Sin embargo, la refundación del capitalismo fue una expresión afortunada y veraz. Sin duda, el señor Sarkozy conocía su origen etimológico. Se puede comprender que no se trata de analizar la economía de libre mercado actual, sino de reubicarla, dejándola derramarse sobre el continente asiático. Para que este paso produzca los resultados deseados, es decir, aquellos que mantienen a la oligarquía económica (afín a la política) en posiciones de ventaja, es preciso que, mientras en cada país el Estado interviene archimillonariamente en el mercado, las nuevas expediciones del filibusterismo económico, disfruten de la idealizada ambrosía de la libertad, es decir, de tanta impunidad como su cabeza política.   Veinte jerarcas de países que importan a Jorge Bush, más los de Holanda y España, llegan a la cumbre salvadora de la economía mundial diciendo estupideces y reconociendo errores; salen diciendo lo mismo, elaboran un informe intencionada e inevitablemente ambiguo, y los grandes medios de comunicación lo presentan ante el mundo como un logro de la cordura y el saber hacer político. Otra vez el sarcasmo popular debe consolarnos: sabemos que nadie ha sido responsable de la crisis económica, ahora falta olvidar quién la provocó.

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