Los dirigentes bancarios están un poco nerviosos y se dedican a cazar nuevos depósitos y a robarse clientes entre ellos. Detrás de estos comportamientos se esconde la previsible restricción de liquidez que el Banco Central Europeo (BCE) les proporcionará, la posible rebaja en su calificación de solvencia y el paulatino acomodo a las condiciones que se deriven de la aplicación del “Basilea III”. Este término hace referencia a un documento elaborado en el Banco Internacional de Pagos de Basilea que recoge la nueva regulación del sistema bancario internacional que, entre otras medidas, exigirá más recursos propios a las instituciones financieras para mejorar su solvencia, más calidad en las inversiones realizadas y mayores exigencias en la definición de capital disponible con la finalidad de hacer frente con más consistencia a los riesgos. Con ello se trata de evitar que se repita una crisis como la actual y que nos vuelvan a llevar al borde del abismo y con ellos arrastren a la economía real. La nueva normativa en preparación no entrará en vigor hasta 2012, pero ya ha levantado polvareda en el sector bancario europeo.   Los bancos como instituciones intermediarias en el mercado financiero, captan dinero en forma de depósitos y los ceden en forma de cuentas de crédito o de préstamos, invierten en acciones, efectos mercantiles o prestación de servicios financieros. En todo este negocio solamente se les exige que mantengan en efectivo, como cobertura de tesorería, menos de un 2% (el coeficiente de caja exigido por el BCE), de los depósitos a la vista, pues de los demás no se les exige nada. Así que, si un día todos los clientes o una parte de ellos decidiesen retirar los fondos, el banco no podría atender sus peticiones y tendría que declararse en suspensión de pagos. Pero esto ocurre en crisis como la actual ya que en la vida normal poseen circuitos privilegiados de financiación negados a los ciudadanos y al resto de las empresas.   Acuden a un mercado monetario restringido y privilegiado, el mercado interbancario, donde los bancos que tienen excedentes se los prestan a los que los necesitan a un interés especial (euribor, libor, tibor, según la plaza mercantil) para hacer frente a esa liquidez inmediata. Si no es suficiente o si lo estiman más ventajoso tienen el privilegio de pedir dinero prestado al BCE que se lo concede al interés básico (menor que los vigentes en el mercado) con la garantía de algunos activos (prestamos, hipotecas, efectos mercantiles) para que pueda hacer frente a esos vencimientos a corto plazo, hasta los límites que considere oportuno el BCE. Y por si fuera poco,  pueden  ceder  los prestamos por  ellos concedidos a otros bancos o empaquetarlos convenientemente (las diversas titulizaciones) para venderlas a inversores particulares o institucionales. En definitiva, los bancos han dejado de ser intermediarios entre los que ahorran y los que invierten para utilizar el dinero captado a corto plazo en inversiones a largo plazo gracias a un privilegio intervencionista del poder político. De ahí la connivencia entre éste y los banqueros.

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