Brian Haw, peace campaigner (day 2675). Parliament Square, London. (foto: .craig) Pacifismo y resistencia pasiva El pacifismo ha fracasado como teoría y como acción porque presupone resueltas las causas y motivos de las guerras. Cuando prevalece, como sentimiento dominante en los momentos de paz, no se necesita. Y cuando sería necesario, como movimiento social en los momentos prebélicos, no existe.   El pacifismo está sujeto, como mentalidad colectiva, a las bruscas mutaciones que lo convierten, por motivos tan oscuros como diversos, en belicismo. Como decisión de voluntad, está condenado a quedar marginado individualmente, a ser orillado por la marea colectiva de la impulsión bélica. La teoría pacifista no ha rebasado, en sus múltiples versiones, el dorado lugar de la utopía.   Las diversas modalidades de resistencia pasiva no son variedades de pacifismo, sino formas organizadas de violencia moral inteligentemente adecuadas a determinados objetivos   pacíficos,   que   pueden   ocasionar resultados muy diferentes. Las reclamaciones de libertad de los estudiantes chinos provocaron su aplastamiento represivo en Tiananmen, y las de los jóvenes en Túnez y Egipto, la caída de los dictadores, mientras en Libia han desencadenado una guerra civil.   La táctica de Gandhi, empleada en el momento posbélico de regresión de la agresividad del vencedor, habría conducido al holocausto hindú si, en lugar de usarla contra los ingleses, hubiera tenido que ser experimentada contra los “cultos” alemanes nacionalsocialistas.   Lo mismo cabe decir de Martin Luther King. Pedía, para los negros, el cumplimiento de derechos constitucionales de los que se siente orgulloso el pueblo norteamericano. El movimiento universitario contra la guerra de Vietnam fue efecto del cansancio y agotamiento de los sentimientos bélicos. Aceleró, pero no causó el final de la guerra.

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