Danae, Tiziano Oro erótico Ninguna obra de arte ha simbolizado mejor que esta Danae, recibiendo a Zeus como lluvia de oro, la relación erótica del sexo femenino con el dinero y el poder masculinos. Según los valores de cada época cultural, la máxima atracción de las jóvenes bellas y ambiciosas ha ido desplazando el objeto de su deseo, desde el sabio griego, el potentado romano, el afortunado renacentista, el enriquecido aventurero y el dilapidador cortés, hasta concretarlo en los poseedores de dinero circulante, en todos los tiempos positivistas de crisis de los valores. Las mujeres a la moda detectan y son atraídas por la ostentación de la nueva riqueza pecuniaria antes y mejor que la banca. Para ellas, como para Vespasiano, el dinero no tiene olor, ni tampoco procedencia. Nada tan alejado de esta pasión erótica por el oro viril como la búsqueda de seguridad femenina en el matrimonio y el comercio carnal que procura placer a todas las edades en tiempos de represión sexual. Tan bello como Creso, es la expresión que mejor ha definido el erotismo del dinero. No en el corazón de las bellas, pero sí en sus mentes fantasiosas, alimentadas con sueños de lujo y fama, la gran cantidad de dinero transforma en jóvenes a los viejos y hace guapos a los feos. Ninguna cirugía estética iguala este prodigio que, sin embargo, parece tener fundamento en la visión conmovedora que la genética femenina tiene del dinero masculino. El erotismo de las financias de alto riesgo ha sido comprobado en investigaciones psicológicas recientes. Cuando la zona cerebral del placer es estimulada con imágenes eróticas, los agentes financieros se muestran propensos a realizar operaciones de alto riesgo. El vínculo entre sexo y codicia parece haber sido una de las causas ocultas de la actual crisis financiera. Investigaciones de la Universidad de Harvard encontraron una relación directa entre altos niveles de testosterona, que es factor determinante de la atracción sexual masculina, y la decisión de asumir riesgos financieros. Por fin se sabe que los ricos atraen a las hembras, como los simios de alto rango, no por tener mucho dinero sino porque tienen más testosterona.