Tocqueville acertó a condensar en unas pocas palabras lo que significa la Revolución Francesa: “una patria intelectual común de la que los hombres de todas las naciones han podido hacerse ciudadanos”. A raíz de la conmemoración de su bicentenario, se publicó en El Independiente “Mujeres en marcha” de Antonio García-Trevijano, que ahora podemos leer en su blog.   Aquella columna de seis mil mujeres -que provenían del barrio artesanal de San Antonio o eran vendedoras de los desabastecidos mercados de la Halle- que marcha desde París a Versalles, constituye una gesta femenina incomparable y una magna acción política. Mujeres con un genio excepcional, como Isabel de Castilla o Catalina de Rusia, tuvieron una influencia decisiva en el curso de los acontecimientos históricos; pero nunca, hasta el 5 de octubre de 1789, las mujeres habían decidido colectivamente llevar a cabo, sin los hombres, lo que éstos no realizaban: la historia de la libertad.   En París, la fabulosa capacidad de imaginación de las mujeres se despliega en una situación caracterizada por la escasez de pan, por el rumor de que la aristocracia estaba promoviendo el cierre de los molinos, por el derecho de veto del rey a la revolución y por un pueblo que no concebía más acción que la de resistir con barricadas. En su carácter innovador con respecto a la conducta masculina, esta memorable acción femenina inventa la manifestación pública como derecho y la marcha en columna como táctica que sustituirá a la barricada. Y representará, con la primera victoria completa de la sociedad civil sobre el Estado, la posibilidad de condicionar benéficamente el ejercicio del poder.   Aunque en esos años vieron la luz los primeros escritos que reivindicaban los derechos de la mujer y denunciaban su discriminación, resulta evidente que las mujeres hicieron más por la Revolución Francesa que ésta por ellas. La contribución a la emancipación de la humanidad que supuso la marcha femenina sobre la Asamblea Nacional, no ha sido vista, a pesar de su grandeza, por el feminismo. Y precisamente ahí, está la fuente del movimiento liberador de la mujer, y no en la aspiración a la igualdad con los hombres en la conquista y conservación de un poder ilegítimo. La participación en el Estado de Partidos, sea o no paritaria, humilla la condición femenina.   Manifestación de mujeres (foto:sauloruiz)

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