Que el redactor de los discursos de Jaume Matas esté imputado en el caso Palma Arena, no nos debería de extrañar, la corrupción todo lo enfanga. Que ese mismo periodista hiciera alabanzas de los discursos del “President Matas” en un diario de Palma de Mallorca, nos da cuenta del sentido que para él tiene la deontología profesional. En definitiva, no es periodista aunque ostente ese título, el Sr. Alemany no pasa de mero propagandista a sueldo del poder y beneficiario de sus prebendas.

Con todo el Sr. Alemany no es más que un granito de arena en el desierto de la profesión periodística y de los medios de comunicación. Al abrir cualquier diario, escuchar la radio o ver la tele nos damos cuenta de que, sin excepción, son medios de propaganda al servicio del poder, que les retribuye generosamente, y no medios de comunicación al servicio del derecho a la libertad de información de la ciudadanía.

A los que pretendemos hacer del lema: “Libertad, Verdad, Lealtad” una guía de nuestra vida, se nos ha reprochado en alguna ocasión que nuestras opiniones no favorecen el objetivo de hacer amigos a favor de las ideas que el MCRC defiende.

En los días álgidos del movimiento 15-M algunos lectores se quejaron de que ciertas opiniones vertidas a través de los artículos publicados por este diario no favorecían la imagen que del MCRC debería llegar a los indignados.

Al parecer de aquellos críticos, en su mayoría bienintencionados, tales opiniones no eran lo suficientemente amables, no contemporizaban con el lenguaje del 15-M ni atendían las propuestas que se discutían en las plazas ocupadas. Pero fueron claras y rigurosas, pues el MCRC no pretende hacer amigos, agrandar su base electoral o conquistar el poder; sino divulgar las ideas sobre la libertad colectiva, la separación de poderes y la democracia representativa; al tiempo que denuncia todas las imposturas que contra las mismas se alzan desde la partidocracia reinante.

Ese problema táctico tiene, no obstante, muy fácil solución; basta decir lo que la gente desea escuchar. En esto es en lo que se ha especializado la Monarquía parlamentaria vigente, en decirnos lo que nos gusta escuchar. De ahí su preocupación por las encuestas de opinión y el control los medios de comunicación convertidos en instrumentos de su alquimia de control social.

El problema actual es que ese tinglado mediático-propagandístico se pone en evidencia con la crudeza de la crisis, pues ya no hay noticias gratas, y de los escándalos de corrupción que llegan a los ciudadanos desde los procedimientos judiciales. La noticia es lo que ocurre en la sala del juicio, las opiniones de quienes las comentan tropiezan con el conocimiento de los hechos, que por si solos explican la cruda realidad.

Ya no hay disculpa, no valen los disimulos ni se puede seguir silenciando el que quizás sea el primer y mayor escándalo de corrupción que existe en España: El constante y sistemático atentado contra la libertad de información y opinión, que consiste en la dependencia de los medios de comunicación de las subvenciones y prebendas de la partidocracia; convertidos en el bastiones desde el que la clase política defiende el régimen y sus intereses partidistas.

La publicidad institucional y las campañas de promoción de ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y aún del Gobierno de la Nación, tienen como contrapartida la exaltación mediática de la imagen de quienes aprueban su gasto en cualquier presupuesto público, o el silenciamiento de toda tropelía que pueda dañar sus expectativas electorales, su imagen política. Es la corrupción con la que se intenta tapar la corrupción o hacer hagiografía en el mezquino santoral de la partidocracia.

Fotografía de Lavin Han

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