Candidatos de la lista del PSOE por Asturias (foto: FSA-PSOE) Los otros premiados Se celebra esta semana en Oviedo la entrega de la XXXI edición de los Premios Príncipe de Asturias; anualmente desde 1981 se reúnen en la capital asturiana, durante la tercera semana de octubre, los premiados en las distintas categorías, los cuales expondrán su saber hacer o pensar al vulgo llano y a la casta gobernante. El gran día es el viernes; las calles del centro de la ciudad se cierran, por la autopista Oviedo –Gijón – Avilés veremos a parejas de guardias civiles y vehículos de las Unidades Intervención Policial; la televisión retransmite la llegada de premiados y autoridades, así como de los personajes más importantes de la fiesta: La Reina Sofía, el Príncipe y la asturiana princesa de Asturias.   Como es obvio en esta centuria (nada hemos evolucionado en este sentido de los gladius romanos), los premiados que más pasiones desatan son los deportistas o los que más han frecuentado los medios de comunicación. Sin embargo, quiero pensar que algo une a todos los premiados (unos más polémicos que otros, por supuesto): su esfuerzo, su capacidad, su curriculum, su dedicación a aquellas materias por las que se han decidido y a las que han consagrado su vida o de las que simplemente son un símbolo (de esperanza, de sacrificio,…); en definitiva, su espíritu de superación; de una u otra manera, todo ellos ayudan a que el mundo sea mejor.   Pero también es momento, en este octubre de 2011, de otros premios. Son los protagonizados por los partidos políticos y sus listas electorales. Brillan por su ausencia sus ocupaciones al margen del partido o su cuota de poder en el pastel estatal. Por ejemplo, vistas las ocupaciones previas de los miembros de los grandes partidos del régimen, PP y PSOE, tanto en la actual Junta General del Principado como en las listas electorales a Congreso y Senado para el 20 de noviembre, hallamos los siguientes méritos: Ser secretario general de las juventudes socialistas, ser abogados con despacho pantalla para maquillar una profesión fuera de los palacios de gobierno, sin haber pisado un Juzgado con la toga puesta, prejubilados de empresa pública minera o siderúrgica con más años de prejubilación que de servicio activo o, lo más grotesco, haber obtenido un notable de nota media en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo y haber trabajado (no se dice de qué) como tutor de la Fundación Cánovas del Castillo; o formar parte de una tertulia feminista; estos son algunos de los méritos que adornan a nuestros “otros premiados”. Ni rastro de las virtudes que presuntamente adornan a los premiados reales de esta semana; ni un atisbo de espíritu crítico, ni un rasgo de intelectualidad o de pensamiento libre e independiente; salvo honrosas excepciones, la nada en la vida profesional más allá del pesebre del partido de turno o de la secta ideológica de la que proceden.   La gran diferencia entre unos premiados y otros radica en que unos están por méritos propios y otros por deméritos de un régimen que, corrupto en su esencia, sólo sabe corromper a quien de él pretende vivir, conduciendo a la degeneración actual.   Los asturianos, ciudadanos y paganos directos o indirectos de unos y otros premios, recibimos a cambio los siguientes galardones: 20% de la población en riesgo de pobreza (200.000 personas sobre un millón de habitantes), la tasa de desempleo juvenil más alta de España (más de 45%), emigración cualificada e inmigración no cualificada.

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