bancos azules congreso

Que los bancos españoles están en connivencia con los partidos políticos es evidente para todos. Gran parte de la crisis económica y social que sufrimos se debe a esa razón, pero el motivo del título del presente artículo no se refiere a ese tipo de “bancos”. Me refiero a otra clase de “bancos”: a los bancos azules del presidente del gobierno, y sus ministros, situados en la primera fila del hemiciclo del Congreso de los diputados.

En la Monarquía de partidos actual existen dos evidencias que claman al cielo y entierran la Separación de poderes de Montesquieu: la primera es la existencia misma de un Ministerio de Justicia y, la segunda, la existencia de esta bancada azul del gobierno dentro del parlamento.

La existencia del ministerio gubernamental para controlar a la autoridad judicial anula su independencia y en especial impide el equilibrio y control por parte de los jueces del poder ejecutivo y legislativo. Y que el gobierno en pleno pueda acomodar alegremente sus posaderas en la primera fila del templo de la representación del pueblo soberano (así se dice en la falsaria jerga del Estado de partidos), es la evidencia más clara de la ausencia total de la separación de poderes que exigiera Montesquieu.

¿Qué pensarían los españoles si el presidente Obama se presentara en el Congreso de los EEUU todas las semanas y propusiera las leyes y controlara la labor de los diputados? Dirían que tal institución y funcionamiento de la presidencia de los EEUU no sería democrático. Y estarían en lo cierto. Pues eso mismo es lo que hace el poder ejecutivo actual español respecto al poder legislativo. Lo anula por completo. Desaparece su función legislativa y de control del gobierno de la nación. El parlamento actual está secuestrado por esa bancada azul del gobierno (del partido vencedor).

Decía Nietzsche que la falta del sentido histórico es una idiosincrasia de los teólogos y filósofos que odian la vida y la verdad y, por ello, siempre es conveniente y necesario echar una vista al origen de todas nuestras instituciones culturales y esta institución de los bancos azules del Congreso de los diputados no puede ser una excepción.

La bancada azul en el Congreso es un insulto para un demócrata. La democracia representativa y la separación de poderes no es algo metafísico ni imposible para una sociedad civil avanzada, libre e inteligente. Los diputados españoles de la época y la Constitución de 1837 lo sabían y por ese motivo pintaron de azul unos escaños. Querían hacer ver que el gobierno de la Monarquía no debía estar allí, junto a los representantes de la nación. Ahora se ha cambiado la historia totalmente y se piensa que ese color azul de la bancada significa algo positivo y no es así. Por otro lado la historia de los bancos azules que analizamos es muy útil para los tiempos de revueltas y crisis económica y social en los que vivimos. Nos dice la Historia que estando la Regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias de vacaciones estivales, con su hija Isabel, en el Palacio de La Granja de San Ildelfonso, un regimiento de la Guardia Real, en connivencia con mandos militares en distintas zonas y algunos elementos de la prensa, se dirigió al Palacio para reclamarle la vigencia de la Constitución “liberal” de 1812 y la derogación del Estatuto Real de 1834.

Aunque en un primer momento María Cristina trató de ganar tiempo prometiendo una nueva constitución, de madrugada se sintió como si estuviera presa de su propia Guardia y, teniendo conocimiento de los movimientos de distintos generales en varias provincias reclamando la vuelta al constitucionalismo prefernandino, capituló y dictó un Real Decreto en el que ordenó la publicación de la Constitución de 1812 y que fueran reunidas a la mayor brevedad las Cortes Españolas a fin de ratificarla o bien redactar otra de nuevo cuño, es decir les otorgaba el carácter de Cortes constituyentes. Por lo que se comenzó a redactar una nueva “constitución” política para el Reino de España.

Y fue entonces, cuando la idea fundamental de Montesquieu sobre la separación de poderes renace en los debates de los políticos españoles de la época y surge la pregunta evidente: “¿qué pintaba el Gobierno en las Cámaras legislativas españolas?” Los diputados veían como una intromisión inaceptable la presencia del poder ejecutivo en la Cortes Generales. Era una visión realmente democrática que ¡ni se les pasa por la cabeza a los políticos de partido actuales! Y muestra también que en España tuvimos unos políticos (por lo menos alguna vez en nuestra historia) que sí comprendieron (aunque fuera por muy poco tiempo) la esencia de la democracia: la separación de poderes para el control del gobernante y la libertad de la sociedad civil.

Finalmente, nos dice la Historia, que el nuevo Presidente del Consejo de ministros, el liberal José María Calatrava (que había sustituido a Francisco Javier de Istúriz), cedió generosamente (“liberalmente”) a la presión de la Corona y decidió que los ministros que no fueran diputados o senadores podían tener voz, pero no voto, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado, por lo que les dejaban sentarse en algunos escaños. Fue entonces y ¡como forma de protesta manifiesta y de desacuerdo del poder legislativo español con la Monarquía! cuando las nuevas Cámaras que todavía vivían sinceramente del espíritu liberal de la PEPA, reservaron (en el sentido peyorativo del término) una fila “especial” para los miembros del Gobierno.

Pero una fila apartada del conjunto de los representantes nacionales, y se ordenó forrar sus bancos de raso azul en vez de rojo: ¡Para que quedase claro que no eran soberanía nacional, sino imposición del Monarca! La primera fila de los bancos azules no significa por tanto que los representantes del Presidente del Gobierno son los primeros en la representación de la soberanía nacional, tal como cree la gente ( y la casta política) hoy en día: algo así como la presencia de Obama en el día del discurso a la Nación de los EEUU; al contrario, su significado original en 1837, y hasta hoy, es el de señalar con el color azul de los Borbones (aunque el color blanco era el color original de los descendientes de los Capetos, el azul terminó por ser el color de su escudo) unos escaños en el Congreso para “marginarlos” y “expulsarlos” de la cámara de representantes de la nación.

Con la Carta otorgada de 1978 ese poder azul del Monarca se delegó al jefe del partido pero no a los electores, que no podemos elegir al jefe de gobierno, ni claro está tampoco podemos elegir al jefe del Estado. Pero ambos siempre serán del mismo color. Los partidos políticos actuales españoles son tan azules como su Monarca. Todos los asientos del Congreso deberían ser pintados del mismo color azul. Allí no se sientan los representantes de la nación, sino los mandados por el partido de la Monarquía. Y todos los partidos son azules al no exigir un periodo constituyente con una Asamblea con tal carácter. Tenemos un Congreso de diputados pitúficos (de “pitufos”, famosos personajes de los dibujos animados de color azul). Los bancos azules, por tanto, tienen una historia ignominiosa, abyecta, baja, vil, despreciable, infame, rastrera, malvada y perversa para la política española. Esa es la verdadera razón de que todavía estén en la primera fila del hemiciclo.

Ojalá que todos los ingenuos visitantes del Congreso de los diputados de Madrid, y todos los españoles en general, recuerden el verdadero origen de esta bancada azul y su significado. El período constituyente y la Constitución democrática, en cambio, no deben permitir el color azul en la Cámara de representantes.

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