Felipe VI ha recurrido a la defensa de «la identidad histórica» como máximo exponente al dirigirse a los militares durante la tradicional Pascua Militar. Ya no habla siquiera de la defensa de la unidad material de la nación sino de ese concepto tan particular como subjetivo que es la identidad. Siendo justos, hay que reconocerle el que acompañe esa apelación identitaria con la defensa del acuerdo para la corrupción que selló su padre en el 1978, junto a los franquistas y el resto de supuestos opositores al régimen, al que engendraron con el nombre de «Constitución» y que más tarde serviría de bases a los sentimientos separatistas para amenazar hoy con desmembrar la nación; que no tiene más origen que esa identidad a la que el funcionario a título de rey apela.

De este modo, implícitamente, el propio titular de La Corona lo que está pidiendo a los militares es que primen la destrucción de la integridad de España en defensa de la voluntad a la que los oligarcas estatales nos quieran llevar, fruto de esa autodefinición identitaria de lo que es y será España. Hemos pasado del «España es un proyecto» al nuevo y popular término de «la identidad», promovido también en las esferas sociales como un tótem liberador que hay que venerar en su naturaleza tan particular como subjetiva.

No importan ya los hechos objetivos de las cosas, porque la política identitaria se ha impuesto bajo el embrujo relativista de la postmodernidad. Así, aquello con lo que te identifiques te permite construir tu realidad, tu autopercepción subjetiva es lo único que importa y puedes ser lo que quieras; un hombre, una mujer, un transespecie o un transedad. Bajo la justificación de este principio identitario propio de las más brutales ideologías que han pisado La Tierra, y que hoy toma color de rosas con movimientos sociales que se utilizan para reclamar particularismos raciales o de sexo, se utiliza también para mentir sobre el régimen político español, llamando democracia a lo que en realidad es un régimen de partidos estatales que requiere ya no sólo romper y separar España, llevados por el influjo del poder sin control, sino además, la división y la discordia social que vivimos en la actualidad.

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