Tras las elecciones generales del 2011, los partidos políticos se han repartido 20.797.988,55€., en proporción a sus resultados.

Son tiempos de recortes, de vacas flacas, de inmenso desempleo, de cierre generalizado de empresas, de cese de autónomos; pero los partidos se han repartido tras las elecciones 3.460.494.122,88 de las antiguas pesetas como premio por los resultados obtenidos por cada uno en las elecciones.

En 2011 ya recibieron transferencias públicas del Estado por valor de 131 millones de euros, montante que constituyó un 33,3% más que el año anterior; y por las elecciones municipales recibieron 42,7 millones de euros. Si, es dinero para los partidos políticos que, de esta manera, no necesitan el apoyo financiero de militantes y simpatizantes.

No son las únicas transferencias públicas que recibieron los partidos, pues ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y el Gobierno de la Nación también hacen transferencias, llamadas subvenciones, aportaciones o participaciones a fundaciones, ONGs, y toda suerte de entidades relacionadas con los partidos políticos. Cito como ejemplos a la Fundación Pablo Iglesias y la FAES, pero hay otras muchas entidades de semejante guisa que se benefician de los impuestos de todos.

Para continuar ilustrándonos de estas pequeñas cosas, cabe señalar los partidos políticos se repartieron 85,41 millones de euros del Estado en 2010, de los que 35,84 millones fueron para el PP y 33,89 millones para el PSOE. (El PSOE recibió menos que el PP, porque no se cuenta lo que recibió el PSC, que es un partido distinto del PSOE: El PSOE es español, el PSC, catalán).

Estas cantidades no comprenden los sueldos ni gastos de representación que perciben alcaldes y concejales, esos los pagan sus respectivos ayuntamientos; tampoco los de diputados provinciales, ni esas cantidades van destinadas al pago de salarios y demás estipendios de las cámaras legislativas y gobiernos de las CC.AA, ni los sueldos del gobierno de la Nación o de los diputados y senadores.

Las cantidades a las que me refiero las pagamos con nuestros impuestos, vía transferencias del Estado, para subvenir a los gastos de funcionamiento de los partidos políticos. Es dinero para que los partidos se lo gasten. Y se lo gastan.

El Estado, desde los distintos presupuestos públicos, se constituye así en el militante de pago de todos y cada uno de los partidos políticos; y ya se sabe que el que paga, manda, sobre todo si es el único que paga.

Es un chollo, no cabe duda, los dirigentes de los partidos políticos no tienen necesidad de estar a bien con sus bases; no necesitan el dinero de sus militantes para que el partido funcione. El Estado que administran ellos con providencial consenso les provee de los dineros que necesitan. Lo otro, lo de las corruptelas, las comisiones, los contratos amañados, son dinerillo de bolsillo para gratificar los hercúleos esfuerzos de algunos prohombres de la partidocracia, que nos liberan así de que todos los gastos de los partidos nos los carguen a los impuestos, aunque por sus hábiles gestiones también se llevan lo suyo para casa.

Las cuotas, simbólicas, de los militantes no suponen ni el uno por ciento de los ingresos de los partidos. Por esto sus dirigentes, a cambio de la sumisa fidelidad de los afiliados, se erigen en repartidores de gabelas (puestos de libre designación, cargos de confianza, etc.) que naturalmente, ni ellos ni el partido pagan, pues esos gastos los cargan en los presupuestos de las instituciones que gobiernan. Y cuando están a punto de perder el poder en alguna institución, convocan unas oposiciones para hacer funcionarios a sus enchufados.

Lo que pone en riesgo la permanencia de los líderes es que los resultados electorales no de para satisfacer las aspiraciones de todos los militantes que esperan con ansia algún puesto, alguna ventaja, alguna prebenda. Entonces si, al líder se le critica y cuestiona. Pero si los resultados son buenos, aunque el líder sea un impresentable, se le entroniza y adula, pues toda esa gente sabe que no se debe morder la mano que a uno le da de comer, aunque los que paguemos, en realidad, seamos todos los contribuyentes.

Ese es uno de los trucos del Estado de partidos. Los ciudadanos españoles en la política pintamos lo mismo que los fieles católicos ante su obispo. Es decir, nada.

El obispo no depende de una cuota mensual que le den sus fieles por representarles o defender sus ideas religiosas. El dinero del que vive el obispo no sale de los bolsillos de sus fieles, sino de los impuestos de todos. Lo mismo ocurre con los dineros de los que viven los partidos políticos; con una diferencia, pues mientras el obispo, en realidad la Iglesia, negocia con lo Gobierno el montante de sus aportaciones al culto y clero. Los líderes de los partidos rápidamente consensúan que parte de nuestros impuestos destinarán al sostenimiento de sus feudos partidistas.

Tenemos la sensación de que la Iglesia católica le sale gratis a sus fieles, si acaso la limosna cuando se pasa el cepillo en misa. Pero no se tiene en cuenta, no se es consciente de las aportaciones públicas a la Iglesia, da igual que uno sea musulmán, ateo o agnóstico. Ellos también pagan el funcionamiento de la Iglesia católica en España.

La misma sensación produce a los ciudadanos el funcionamiento de los partidos políticos, nos salen gratis creemos. Votar es gratis, nadie cobra a la entrada al colegio electoral un euro al que quiere votar. Da igual, los partidos funcionan porque sus líderes consensúan cuanto dinero de nuestros impuestos necesitan para funcionar de espaldas a los ciudadanos, y lo toman, dan forma legal a su consenso y lo publican en los boletines oficiales. Así de sencillo.

Nunca se ha oído a ningún líder político dirigirse a sus militantes para exponerles el presupuesto de funcionamiento diario del partido o el presupuesto de una determinada campaña electoral. Ningún líder ha pedido un esfuerzo económico a los militantes para subvenir a los gastos de una campaña electoral. Los militantes y simpatizantes están para aplaudir e ir a votar, para hacer bulto en los mítines y poco más. Son militantes sin derechos políticos en el seno de sus partidos, que únicamente esperan que su partido gane en las elecciones para poder prosperar, con cargo al erario público, claro está. Ese es su mérito.

El saqueo a que los españoles estamos sometidos por la clase política de esta Monarquía parlamentaria de partidos de Estado, es humillante. Tanto es así que poco importa que los deudos políticos de don Manuel, tras su sepelio, se invitaran a la comida del duelo, a 100 euros por barba, en un restaurante de alto copete de La Coruña, sin que ninguno de ellos se rascara el bolsillo a la salida, y sin que nadie sepa, por eso de la transparencia, quien abonará la factura, aunque me apuesto una pestaña que todos sabemos quienes la pagaremos finalmente.

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