La ciencia política tiene dos principales problemas que resolver: el problema de la legitimación y obediencia a las leyes y el problema de la legitimación y obediencia a la autoridad del Estado.
La resolución de esos dos problemas pasan por conocer cuáles son los verdaderos sujetos políticos que pueden conseguir dichas legitimaciones.
Antonio García-Trevijano, en el capítulo II de su Teoría pura de la república constitucional dice:
«La mónada de distrito, no los individuos ni los partidos, es el único sujeto posible de la acción política de representar, así como la mónada nacional es el único sujeto posible de la acción política de ejecutar»
La mónada de distrito es el sujeto político de la representación porque el diputado del distrito, elegido uninominalmente junto a su suplente por mayoría absoluta, tiene el monopolio de la representación particular –para cumplir el mandato imperativo– en la Cámara de representantes monádicos o Asamblea legislativa.
Si la sociedad no está representada de esta forma no se puede justificar la obediencia a las leyes.
En el Estado de partidos actual, surgido desde la carta otorgada de 1978, no hay, por tanto, justificación para la obediencia a las leyes. El Estado de partidos no está legitimado políticamente.
Sólo si la mónada de distrito –de unos cien mil habitantes– es el verdadero sujeto político, se consigue la solución científica de la legitimidad de la Asamblea de diputados o Cámara de representantes monádicos, que es la encargada, con su Consejo de Legislación, de producir las leyes después de un verdadero debate entre los representantes políticos.
Sólo si el sujeto político es la mónada nacional, como circunscripción única para elegir de forma directa y a doble vuelta al jefe de Estado y de Gobierno, se resuelve el problema de la legitimidad de la representatividad, que no representación, y de la obediencia a ese poder ejecutivo, precisamente por ser representativo de lo general.
Sólo si dichas mónadas, digo, son el sujeto político, se consigue resolver el primer problema de la política, a saber, el problema de la representación de la sociedad para justificar la obediencia a las leyes, y el segundo problema de la política, el problema de la legitimidad de la representatividad del jefe del Gobierno y presidente de la república.
Por tanto, el término mónada de distrito tiene, además, su justificación por la propiedad de su composibilidad (Leibniz) con la legitimación de la obediencia a la autoridad estatal.
Recordemos, entonces ¿cómo se consigue la legitimación del segundo problema de la política, es decir, el problema de la obediencia a la autoridad estatal?
Se consigue igualmente mediante la elección directa del presidente del Consejo de Gobierno en una sola mónada nacional, que es también sujeto de la acción política, la acción política de ejecutar.
Y por esa razón es fundamental el presidencialismo de la república, para conseguir la representatividad de toda la nación evitando la balcanización del Estado y de la nación.
Entonces, sólo si entendemos que los sujetos políticos verdaderos de la república constitucional son las mónadas de distrito para legitimar la obediencia a las leyes y la mónada nacional para la elección del jefe del gobierno y del Estado, podemos considerar la otra faceta de la mónada, es decir, que las mónadas de distrito son la unidad irreductible de la acción representativa y de representación.
En la república constitucional, y en la democracia formal, pues ésta sólo es posible en una república de las leyes, según John Adams, los sujetos políticos son las mónadas de distrito y la mónada nacional y, en modo alguno, dicho sujeto político son los individuos (aislados), ni la familia, ni los partidos (estatalizados o no). La democracia formal y la oligarquía son incompatibles.