Francia puede demostrar el próximo domingo que Europa y UE son cosas distintas. El europeismo no se identifica con el mercantilismo de la UE. Lo que diferencia a Europa del resto del mundo no está en su mercado común, ni en los elementos singulares que dieron portento a sus naciones. Religión, ciencia, arte, filosofía, técnica, Estado, nacionalismos, tensiones ideológicas entre concepciones opuestas de la vida o del mundo, han estado presentes en todas las grandes civilizaciones. La cultura americana, por ejemplo, es tan heredera como la europea del legado greco-romano-cristiano. El hecho de que Europa haya sido madre de la civilización occidental no basta para diferenciarla de los hijos emigrantes que alcanzaron la mayoría de edad en otros continentes. Como individuos, los padres son indistinguibles de sus hijos adultos. Lo que distingue unos pueblos de otros no puede estar en su origen, pues todos venimos de la misma camada, ni en su pasado, por profunda que sea la huella dejada en la idea que se hacen de ellos mismos, sino en su actitud colectiva, de confianza o de recelo, ante el porvenir.
El pasado colonialista, por ejemplo, puede justificar la desconfianza ancestral de África y Asia hacia Europa, pero el actual neocolonialismo de EEUU, que hace benigno al europeo, no es ya elemento diferenciador entre las madre-patrias de los pueblos occidentalizados. Esto no significa que la uniformidad de la industrialización, la tecnología, la economía de consumo y la comunicación instantánea hayan borrado por completo las diferencias culturales que la economía de producción produjo en los pueblos agentes de la civilización occidental. Las semejanzas formales son engañosas. Unas mismas instituciones y una misma legislación pueden encarnar diversos espíritus nacionales, así como recrear valores éticos tan divergentes como los de la Europa protestante y la católica. ¿Cuál es la identidad europea?
*Publicado en el diario madrileño Ahora en junio de 2005.