Toda la prensa española recoge en sus portadas el discurso de los ministros del Gobierno, Luis de Guindos y García Margallo, en el que culpan a la “debacle griega” o a la “tormenta helena” del fuerte castigo recibido por España en el mercado financiero. Radio Libertad Constituyente abordó este asunto en los informativos y el abogado Trevijano rebatió este enfoque tan unánime: “es una absoluta y gran falsedad: las relaciones económicas de España con Grecia son tan débiles que es imposible que la quiebra griega pueda arrastrar a la quiebra española, no es verdad”.

“Es un magnífico pretexto para que Guindos, Margallo y los periodistas españoles crean que la aparatosidad de la crisis griega provoca nuestros males económicos, cuando en realidad las causas en España son endógenas”.

Nuestro fracaso económico es consecuencia del fracaso político ¿Cómo ha tardado España 30 años en darse cuenta de que las autonomías quiebran la economía del país? ¿Era una solución política equiparar  14 o 15 autonomías sin tradición alguna a Cataluña, País Vasco o incluso Galicia? Hubo que improvisar banderas, himnos, instituciones, una clase política más, su administración y sus funcionarios para hacer exactamente lo mismo que ya hace el Estado, duplicando funciones o incluso triplicando o cuatriplicando si tenemos en cuenta a los ayuntamientos y las diputaciones. Y ahora hay que desandar lo andado y eso no puede hacerlo ni siquiera Mariano Rajoy con una mayoría absoluta del PP nacional y autonómico.

“Adolfo Suárez pensaba que el café para todos era una solución para aceptar la autonomía de Cataluña y País Vasco y que calmaba, paralizaba, suspendía o ralentizaba las aspiraciones nacionalistas. Aunque no se haya estudiado ciencia política, cualquiera puede intuir que los nacionalismos no quieren competencias o descentralizaciones, sino diferencias, creerse más y mejor que la nación de la que quieren separarse”. Si se da autonomía, pedirán más, si se da federalismo, querrán independencia.

El hundimiento de las autonomías es cuantitativa y cualitativamente peor y más grave que el de los bancos y por eso dijo que “hay que suprimirlas radicalmente de un plumazo por su doble funcionalidad, con bisturí y como cirujano de hierro para estirpar el cáncer autonómico que ha arruinado la economía”.

Otra lacra es el hecho de que los partidos políticos sean dependientes del Estado y no organizaciones privadas dependientes de sus afiliados. La ciencia política, en su investigación y experiencia, así lo acredita: “Es un fraude democrático y un gasto insoportable. Todos los partidos y sindicatos menos la USO son estatales en España, lo que es decir pagados por todos los contribuyentes y no por sus simpatizantes. Exactamente igual que la Falange, sólo que en lugar de uno hay varios. Es tan monstruoso que anida en ellos la continuidad  del franquismo en sus formas y procedimientos, así como el germen del totalitarismo. Es una burrada y un sistema político brutal que además no funciona”.

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