González y Rubalcaba (foto: petezin)   Cuántas páginas del inmediato pasado franquista se emborronaron para hacer las nuevas cuentas de la Monarquía de los partidos. No teníamos que reconciliarnos con la realidad asumiendo la historia reciente, sino dar paso a la reconciliación general de los españoles -aunque fuese la de opresores y oprimidos, víctimas y verdugos- mirando a otro lado o hacia delante, cuando viésemos al ex jefe del Movimiento Nacional, al ex ministro de Franco o al que éste designó sucesor, jactándose de las libertades que nos habían otorgado.   En su novela “Koba el temible”, Martin Amis señala que después de toda la copiosa información que obra en nuestro poder, las simpatías por el totalitarismo soviético o por las atrocidades de Mao no son inmediatamente vilipendiadas, tal como se hace con las de los neonazis o neofascistas. Y cómo es posible que la infame ideología racista que se desprende de los escritos de Sabino Arana sea considerada una digna herencia cultural del nacionalismo o etnicismo vascos.   Aparte de la moral acomodaticia que impera en las sociedades con tanto bienestar que se olvidan de reclamar su libertad, predomina en ellas la irresponsabilidad intelectual. En lugar de levantar una sólida argumentación contra el derecho de autodeterminación que anima al terrorismo, ese presunto derecho recibe un delicado tratamiento por parte de una izquierda que presume de avanzada, y que en este caso, está muy retrasada.   La tortura representa el más bajo escalón de la depravación humana y zoológica (el hombre no comparte este rasgo con ningún otro animal, por fiero que sea). Pues bien, la ignominia del “caso Lasa y Zabala” tendría que haber deshonrado públicamente al gobernante que justificó desde las alcantarillas la razón de Estado. Y, sin embargo, este sujeto se vanagloria de una sórdida sapiencia política.   ¿Acaso se permitiría en un país con un sistema político civilizado la permanencia en el cargo de una inepta tan insuperable como Magdalena Álvarez, después de sucesivos derrumbes, atascos y colapsos e ingentes pérdidas de fondos públicos? Zapatero, el augur de la crisis, ni sabe ni responde.

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